Nada más fácil para ilustrar este fenómeno que el caso de los Estados Unidos apareciendo como el propiciador de la Paz, el abanderado de la libre determinación de los Pueblos, el reivindicador de la defensa de los Derechos Humanos, la víctima y por lo tanto el perseguidor de la droga, el país progresista y de avanzada por excelencia, o incluso el principal defensor de la ‘Democracia’ y el modelo de victorias políticas para ello por su poder militar.
Tomando en orden el anterior listado, se puede decir que no existe en el último siglo una sola guerra en la cual no hayan participado, buena parte de las veces como protagonistas activos desde el inicio o como factores determinantes de su continuidad.
La libre determinación está condicionada a que sea la de su criterio y que sean ellos quienes deciden cuál es el pensamiento de la mayoría y cuál es esa mayoría.
De los Derechos Humanos basta pensar que fueron casi el último país en acabar con la esclavitud, y compartieron con Sudáfrica el ser las últimas sociedades donde existía legal y oficialmente la segregación racial; no se diga el matar con la bomba atómica de Hiroshima a casi medio millón de personas y, en vez de horrorizarse con ello, mandar la segunda bomba a Nagazaky.
En cuanto a la droga, no solo son los mayores consumidores y quienes dictan las políticas antidrogas causantes del problema; son al mismo tiempo quienes en los movimientos financieros más se benefician, los que proveen recursos económicos de donde sacan los carteles para su circulación y los que, como los que tiran la piedra y esconden la mano, menos persecución tienen en su territorio a los grandes traficantes.
Sí fue allá el origen de la ‘Democracia’ en su acepción moderna, pero solo como palabra usada para contrastar su modelo político con el naciente de la Unión Soviética al finalizar la Primera Guera Mundial. Antes no tenia esa palabra la connotación de modelo político ni se pretendía que fuera la modalidad americana la que el mundo debía copiar. Pero solo hasta esa proclamación de Woodrow Wilson se consolidaron tanto la palabra como el modelo en lo que más adelante después de su imposición en el mundo se propondría como ‘el fin de la Historia’ (a las buenas o con la expectativa de que si fuera necesario se impondría a las malas ).
A Estados Unidos: le es indiferente los gobiernos dictatoriales que ha respaldado y los democráticos que ha tumbado porque ´no tiene amigos sino intereses’ se complementa con no tiene ideologías sino vocación de poder
La imagen de Kissinger podría ser el icono más representativo del espíritu de los Estados Unidos: les es indiferente cuantos son los gobiernos dictatoriales que ha respaldado y los democráticos que ha tumbado porque su eslogan de ‘los Estados Unidos no tiene amigos sino intereses’ se podría complementar con que no tiene ideologías sino vocación de poder. En fin, su capacidad militar le permitió ganar en las dos Guerras Mundiales y por la misma vía multiplicarlo exponencialmente; pero Viet Nam, los Talibanes, la división en las dos Coreas, los Gobiernos cubanos, nicaragüenses, el caos del Salvador, la locura de Pol Pot en Cambodia, el oriente con Irak, Siria, Libia desestabilízalos o en manos de ‘hermanos musulmanes’ es lo que dejan después de sus intervenciones.
Lo qué pasa es que los ciudadanos de la Norteamérica profunda, los protestantes puritanos, los aymissh, los quakeros, los mormones están tan confundidos y desinformados que están convencidos que porque ellos individualmente buscan ser los ‘buenos’ eso caracterizaría a su país; que tienen en su ADN la idea del ‘destino manifiesto’ sin distinguir entre el concepto mesiánico de ser redentores de la humanidad con el concepto político de ser un poder hegemónico mundial.
Pensemos que la historia es una fuente de información pero al mismo tiempo producto de la información -o de la desinformación-. Y que lo mismo pasa con el presente: mientras la historia se va desarrollando lo que se ve es lo que presentan quienes tienen más poder sobre la información.
Ya sea porque tienen más capacidad de producción de información, o que como distribuidores tienen más aceptación o más audiencia, o porque logran controlar lo que podrían ser fuentes de información alternativas, lo cierto es que lo que podríamos llamar la ‘realidad informativa’ coincide bastante más con el poder y los intereses de los informantes que con la realidad verdadera.