Escribir acerca de esto me lleva a Manuel del Socorro Rodríguez, aquel cubano nacido en Bayamo y que llegó a estas tierras cuando aun esto era el virreinato de la Nueva Granada, bajo el mando del Virrey Ezpeleta a finales del siglo XVIII. Ahí publicó El Seminario, publicación que lo convirtió en el precursor del periodismo nuestro país.
Durante la época de la independencia encontramos a Antonio Nariño y su Bagatela, aunque un poco antes Francisco de Miranda enviaba El Colombiano que era impreso en Londres, donde se encontraba exiliado después de dos rechazos de parte de algunos sectores de la población de la Capitanía General de Venezuela por su gesta.
Y así, a lo largo del siglo XIX, encontramos rastros de periodismo en nuestro país tales como Julio Arboleda y su hermano Sergio con el Misoforo, los artículos o columnas de Emiro Kastos y los bombardeos de los diferentes diarios de un bando u otro durante las guerras civiles de ese siglo.
Mi pregunta es ¿qué sería del periodismo sin una historia? Nada. ¿Qué sabríamos de la guerra de los Mil Días sin los escritos de Gerardo Arrubla, sin las publicaciones de Fidel Cano?, ¿sabríamos hoy de la guerra con el Perú si no fuera por diarios como El Relator o El Tiempo e incluso El Siglo? Lo dudo.
Sin eso nos meterían cualquier cuento, no tendríamos un recurso para acudir en caso de que nos digan que la masacre de las bananeras no fue más que un mito, sin leer ni acudir a fuentes de primera mano como los diarios de la época.
Esto es para quienes con tanta euforia recuerdan a Ryszard Kapuściński con su libro Los cínicos no sirven para este oficio con su celebre frase: "Para ser un buen periodista hay que ser una buena persona". Para esto también hay que tener en cuenta que el periodista polaco antes de ejercer este oficio fue licenciado en historia de la Universidad de Varsovia, razón por la cual en el mismo libro aparece esta declaración:
"Todo periodista es un historiador. Lo que él hace es investigar, explorar, describir la historia en su desarrollo. Tener una sabiduría y una intuición de historiador es una cualidad fundamental para todo periodista".
Por esto también saquemos al aire a otro periodista como Gay Talese (su apellido se lee como se escribe porque es de ascendencia italiana) cuando escribe en su libro A writer's life:
"Elegí el periodismo como carrera universitaria, porque esto es lo que sabía, pero en realidad me convertí en un estudioso de la historia".
Esto es para tener en cuenta que las historias no son del todo ficción, que los escritores colombianos no son sobrevalorados por sus amigos, quienes muy seguramente los conocían y reconocían ese entorno. No es humo, es la realidad a su modo.
Así pues, también vale la pena rescatar que Aureliano Buendía, proveniente de la obra de García Márquez y sus aventuras no son más que el rescate de una guerra, la de los Mil Días en la costa.
Por esto es que a la historia hay que rescatarla, es algo más que una materia que los estudiantes deben aprender, es una herramienta para conocer los antecedentes de un país con miles de historias por contar.
Además, también sirve para poder argumentar y lograr, en muchos casos, ayudarle a quienes la necesitan. La historia en cualquier parte del país merece ser rescatada y no olvidada en la humedad de la manigua, para que en la civilización no sea considerada más que como un montón de papeles arrumados.