Vivir sin agua potable en Bogotá es un escenario que, para muchos, es difícil de imaginar, incluso en plena época de racionamiento. La capital cuenta con una de las redes de acueducto más sólidas del país, soportada en los 8 embalses de Bogotá que están divididos en 3 sistemas: Norte, Chingaza y Sur. Aún así, si viajamos al pasado, la llegada del preciado líquido a la ciudad, totalmente tratado, no empezó hasta la década de 1930, cuando la preocupación por cumplir con las necesidades de los ciudadanos, llevó a las autoridades correspondientes a realizar la obra de ingeniería más importante de la época: el embalse La Regadera, el primer embalse de Bogotá y Colombia.
El maravilloso recorrido del agua para la vida💙😍; desde el embalse la regadera, pasando por la Planta de Tratamiento el Dorado para que la puedas disfrutar sin contratiempos en tu hogar.
— Acueducto de Bogotá (@AcueductoBogota) February 6, 2023
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El acueducto en Bogotá hasta la “aparición” del río Tunjuelo
Hablar de la historia del embalse La Regadera es hablar también de la historia del acueducto en Bogotá. Si bien en la capital las obras de abastecimiento de agua iniciaron en el siglo XVI, en plena época colonial, con la construcción de la Pila del Mono, no fue hasta principios de 1.900, 350 años después, que se empezó a concebir la idea de construir puntos de suministro y plantas de tratamiento para surtir de agua potable a la capital del país. Hasta ese entonces, las redes de acueducto de la ciudad eran algo rudimentarias y manejadas por empresas privadas, que recogían el líquido desde ríos como el San Agustín, lo desinfectaban con cloro y lo entregaban a los ciudadanos.
Aún así, el abastecimiento de agua en Bogotá era un verdadero problema para ese entonces y las autoridades, después de ver que el sistema privado no daba respuesta, crearon en 1914 una empresa pública que se encargó del Tranvía y del Acueducto de la capital. Para su suerte, 8 años antes, en 1906, el río Tunjuelo había sido incorporado al área municipal, por lo que esta nueva compañía empezó a ver en este cuerpo de agua un salvador para el problema del suministro del líquido y, no solo empezó a modificarlo de acuerdo a las necesidades de la población, sino que finalmente lo convirtió en el primer embalse de Bogotá y Colombia.
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La construcción del embalse La Regadera, el primero de los embalses de Bogotá
En la década de 1920, tanto la Alcaldía de Bogotá como la empresa de Acueducto entendieron que la capital necesitaba, sí o sí, valerse de las aguas del río Tunjuelo para solucionar el problema y, entonces, crearon la Comisión Municipal de Aguas en 1927. De la mano del ingeniero Saulo Medina, su primer presidente, se empezaron a hacer los estudios para intervenir el cauce, observando en qué punto era más apropiado modificarlo. Fue entonces cuando pusieron su mirada en la vereda La Regadera, ubicada a 40 kilómetros de la ciudad y a una altura entre los 2.800 y los 3.100 metros sobre el nivel del mar.
La elección del lugar, lejos de ser porque sí, tenía un sentido claro. Cuando el río Tunjuelo pasó a formar parte de la ciudad, la empresa Pearson & Son fue contratada para hacer estudios sobre el cauce. La compañía llegó a la conclusión que la ciudad necesitaba una planta de tratamiento de agua y se empezó a hacer el diseño de la planta de Vitelma. Aun así, el lugar también necesitaba un embalse que la abasteciera, por lo que también se ideó el embalse La Regadera, que estaría ubicado a 230 metros sobre la planta, reduciendo costos en el transporte del líquido, y la planta estaría 200 metros por encima de la ciudad, cumpliendo ese mismo objetivo.
La compra del cauce del río Tunjuelo se hizo en 1929 con un área de 450 hectáreas, y en 1934, tras el aval de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y las presiones por parte de Saulo Medina, la construcción del embalse La Regadera inició un año más tarde que la construcción de la planta de tratamiento de Vitelma. En temas de dinero, el Acueducto Nuevo, como fue llamado, costó 14 millones de pesos de la época (más de 30 mil millones de pesos de la actualidad) y fue un hito en la ingeniería del país.
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Un hito de la ingeniería que transformó a la capital
La Regadera fue el primer embalse de Bogotá y Colombia, abriendo paso para que otros famosos embalses de Bogotá, como el de Tominé, Neusa o San Rafael, también fueran ideados. Su construcción incluyó el levantamiento de un muro de contención de más de 30 metros de alto, lo que fue una hazaña en Colombia, y estuvo a cargo de la empresa Sanders Engineering Corpo. En las cámaras de Acevedo e Hijos quedó capturada toda la construcción del embalse y de la planta de Vitelma, demostrando la magnitud de lo que, para entonces, fue una verdadera hazaña de la ingeniería colombiana.
Tras su construcción, el embalse La Regadera logró abastecer de agua a la capital con 1.000 litros por segundo. En principio, le suministró el preciado líquido a la localidad de Usme; pero con la expansión de la ciudad, le ofreció el servicio público a barrios como Veinte de Julio, Santa Fe, Ricaurte, Puente Aranda, Las Mercedes y Teusaquillo. El Acueducto Nuevo llevó a que las instalaciones domiciliarias pasaran de 14.448 a 30.914 para 1940, y a que 330.312 habitantes tuvieran agua de óptima calidad, disminuyendo la mortalidad infantil.
Hoy, el embalse funciona como un sendero ecológico y aún tiene los vestigios que lo convirtieron en el primer embalse en la historia de Colombia. Sin embargo, uno de lo grandes inconvenientes que no se previó al momento de su construcción fue la temporada de sequías, de la que ha sido víctima desde el momento de su apertura. Es más, para 1944, el Acueducto tuvo que empezar la construcción del embalse Chizacá, que se ubica más arriba de La Regadera y, en tiempos calurosos, lo abastece. Aun así, sin su existencia, nunca se habrían construido las demás represas.
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