Rafael* es un campesino caucano de esos que madruga siempre a trabajar, que recibió de sus padres el ejemplo del respeto por la palabra empeñada y que siempre ha procurado dar el ejemplo del trabajo y la honradez a sus hijos.
Nació hace un poco más de 40 años en la zona alta de Timbío en el departamento del Cauca, zona campesina que principalmente se dedica a la ganadería y la agricultura de pan coger.
Hace unos 20 años fue contratado para atender unos caballos de unas pesebreras que inicialmente funcionaron en un lote en la ciudad de Popayán, pero que unos años después fueron desplazadas, por el proceso de urbanización de la ciudad, a una finca en zona rural del municipio de Cajibío.
Rafael adicionalmente tiene, en su natal Timbío, un pedazo de tierra que ha hecho producir mora y maíz y, que, en el último tiempo, decidió dedicar al cultivo del aguacate Hass del que tiene unos 400 palos.
Es un hombre juicioso con una, muy grande, fe en Dios y haciendo el esfuerzo de mantener la fe en sus semejantes siguió vinculado hasta 2022 en la actividad del cuidado de equinos, pero en ese momento surgió la oportunidad de asumir el rol de Mayordomo de la finca donde había estado trabajando los últimos 12 años.
Rafael tomó la decisión de llevarse a su familia a la finca y asumir el reto de administrar esa propiedad dedicada al silvo pastoreo, además de mantener con juicio su plantación de aguacates.
Ya estando allá consiguió un crédito en el Banco Agrario para comprar 3 vacas lecheras, que la empresa, propietaria de la finca, le permitió tener en el mismo predio donde él trabaja y, con el producido de las mismas, ha venido atendiendo esta obligación financiera sin un día de atraso, así como hacen los campesinos honrados.
Todo parecía marchar bien, pero hace una semana un grupo de personas inescrupulosas entró de forma furtiva a la finca y degolló una de sus vacas con el objetivo de vender de forma ilegal la carne de ese animal que, además, estaba a punto de dar a luz una nueva ternerita, para lo que Rafael había hecho un esfuerzo económico importante al contratar una inseminación de un toro de línea muy lechera y de la que esperaba obtener buenos réditos.
Rafael ha comentado que ha pensado en armarse, pero el estado no se lo permite, también comenta que ha pensado en vender todo e irse a la ciudad a dedicarse al “mototaxismo”, pero sabe que eso lo separará para siempre de sus amadas raíces campesinas y lo condenará a la pobreza prolongada.
Ha pedido en múltiples oportunidades apoyo a las autoridades, pero tampoco van por allá, pues manifiestan que es muy peligroso, ha pedido a los dueños de la finca mejores comunicaciones, pero en la zona es muy difícil, sin embargo, están haciendo esfuerzos para atender sus solicitudes.
Esta semana charlé nuevamente con Rafael quien comentó que no podía comprar otra vaca, pues aún le adeuda cerca de 5 millones al Banco Agrario y que, por supuesto, el robo no lo exime de seguir pagando así que, tendrá que esperar a terminar de cubrir su obligación para pensar en volver a comprar otra vaca para retomar el camino de éxito económico que llevaba.
Es muy triste pensar que el Estado tiene la obligación de darle al ciudadano y sus bienes seguridad y justicia, pero por fuera de los cascos urbanos de las principales ciudades no lo hace y además impide que los ciudadanos se defiendan de las personas que los ponen en riesgo.
No hay ninguna excusa para que un miembro de la fuerza pública decida no proteger a un ciudadano, aduciendo que es muy peligroso y dejando a su suerte a millones de personas valiosas como Rafael, su esposa y sus hijos.
*Rafael es un nombre ficticio dado para proteger a la víctima de retaliaciones; sin embargo, esto es un caso real sucedido en un municipio del departamento del Cauca en la primera semana de septiembre.