La historia de Michael Corleone (llamado también Mickey) demuestra el infierno de ser hijo de una figura del crimen como Griselda Blanco...
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Como muchos colombianos, yo también me enteré del lanzamiento de Griselda en enero pasado. Se trata de la serie de Netflix por la cual Sofía Vergara, la famosa protagonista barranquillera de Modern Family y también protagonista de Griselda, acaba de hacer una gira en Colombia.
Como muchos colombianos, tampoco era la primera vez que escuchaba el nombre de Griselda. La primera vez se debió a la serie El Patrón del Mal, otra serie de Netflix.
La última vez fue a través de mi hija menor, quien seguía Cartel Crew, el reality que reunió en la televisión a varios hijos de reconocidos narcotraficantes. Allí participó Mikey Blanco, el hijo menor, y único sobreviviente de cuatro hijos, de Griselda. Los otros tres fueron asesinados.
Un buen día, mi hija llegó del colegio preguntándome que si yo sabía quién era Griselda Blanco porque ella había conocido, y era fan, de su hijo Michael. Sí sé quién es, le contesté. Y ella siguió en lo suyo y quedó aliviada, como si hubiera podido constatar que, efectivamente, su mamá era una colombiana ilustrada.
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El poco interés que tenía en ver la serie sobre Griselda, desapareció por completo a los pocos minutos de empezar a verla, cuando confirmé que iba a ser lo mismo de siempre y renuncié a seguirla viendo.
Este escrito viene a que, en cambio, la semana pasada me interné en el mundo de Griselda Blanco después de leer en mi muro de X el prólogo del libro que Juan Guarnizo escribió sobre el mismo tema. Entonces, me transporté a Miami, donde viví del año 2002 al 2007.
Varias de las escenas que relata en su prólogo Guarnizo ocurrieron en lugares muy familiares para mí, como el Dadeland Mall, a donde iba entre semana a comprar cosas para la casa. Coconut Grove, a donde íbamos a comer los fines de semana. Y Key Biscayne, donde vivían algunos amigos y llegábamos en bicicleta desde Brickell Avenue.
No era difícil imaginarme ninguno de los hechos violentos que cuenta Guarnizo; la capital de Sur América, su desarrollo inmobiliario, turístico y económico, y su opulencia, tenían todo el sentido de haberse impulsado en Miami con la llegada del negocio que había montado la perturbada Griselda.
No me cabe ninguna duda de que Griselda estuviera desquiciada. Tampoco me sorprende. Nacida en Cartagena o Santa Marta (no se sabe con exactitud) y abandonada por su padre, la madre se la lleva a vivir a Medellín en busca de un mejor porvenir. Allá se instalan en el Barrio Antioquia, a pocos minutos del centro de la ciudad, donde madre y, eventualmente, hija, podrían trabajar.
Sin embargo, víctima de los maltratos de las parejas de una madre alcohólica, rodeada de drogas, prostitución, robo y todas las modalidades del crimen y la miseria que se hospedaban en el barrio en el que se instalaron, Griselda se convirtió en otra delincuente. Está documentado que a los once años cometió su primer crimen. Un secuestro y posterior asesinato.
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Más adelante, en compañía de quien fue su primer esposo, un falsificador de documentos a quien conoció a los catorce años en el Barrio Antioquia, Griselda llegó a Nueva York. A mediados de la década de los sesenta, con pasaporte y visa falsos, la pareja llegó a expandir su negocio de falsificación de documentos y trata de personas, y pronto hizo contactos para llevar marihuana colombiana a la capital del mundo.
Una “genio” para los negocios y el crimen, del tráfico de marihuana, pasó al tráfico de cocaína; de Nueva York a Miami; de Miami a California y, finalmente, a Medellín, donde fue asesinada en el 2012.
Pionera del negocio de las drogas colombianas a las cuales cayó redonda la sociedad norteamericana (quizás, porque buscaba calmar y olvidar un dolor similar al sufrido tras la caída de Troya; el cual impulsó el consumo de amapola), Griselda no pudo escapar al infierno en el cual nació.
Saliendo de comprar la carne para la comida, como si todos esos años después ya tuviera derecho a vivir una vida normal, la mató a balas otro muchachito en una moto, mandado por un antiguo enemigo. Ojalá, su hijo Mikey, de quien mi hija es fan, sí pueda, en esta vida, escapar el infierno en el que nació.
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Epílogo: de acuerdo con el centro de atención a la adicción de la revista Psychology Today, aunque la adicción no puede ocurrir sin exposición a agentes adictivos, ese no es el factor determinante.
En cambio, las investigaciones indican que esta está más relacionada con qué otras cosas suceden, o no, en la vida de una persona; lo cual es lo que determina que la sensación que inducen esos agentes sean tan atractivos.
Entre ellas, los sentimientos sobre uno mismo, el estado emocional, la calidad de las relaciones familiares, los vínculos sociales, los atributos de la comunidad, la situación laboral, la reactividad al estrés y las habilidades para afrontarlo, el dolor físico o emocional, los rasgos de la personalidad, las oportunidades educativas, metas convincentes y el progreso hacia ellas, oportunidades y acceso a recompensas en la vida, así como respuestas fisiológicas. En lugar de una guerra en contra de las drogas, deberíamos enfocarnos en abordar todos estos temas.