La historia de la pareja que quiere hacer el amor (bien hecho)

La historia de la pareja que quiere hacer el amor (bien hecho)

Diego es un joven emprendedor con gran sentido humano. Un día conoció a Isabella y nació la idea de hacer el amor de manera diferente: ayudando a gente necesitada

Por: Edgar Uruburu
octubre 05, 2023
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La historia de la pareja que quiere hacer el amor (bien hecho)

¡DUÉRMETE MI MENDIGO, DUÉRMETE YA, ¡PERO BIEN COMIDO! La gente piensa que hablar del cambio es una frase de un político y los grandes psicólogos de la historia la han divulgado a través de los tiempos. El Cambio comienza contigo porque tú eres tu propio dueño

Diego Esteban es un joven emprendedor que desde el despertar de la adolescencia le han gustado los negocios, la independencia y asuntos varios, pero al mismo tiempo por sus venas corre el sentido del amor humano. Luego un día conoció a su amada, Isabella y comenzaron su noviazgo normal, como cualquier pareja, pero poco a poco se fueron dando cuenta que querían hacer otras cosas y nació la idea de hacer el amor de una manera diferente: ayudando a gente necesitada.

Pensaron en que hay miles de personas que cada noche se acuestan sin comer, sin ni siquiera probar un pan y un agua de panela caliente, en medio del frío bogotano y que mucha gente ni los determina o no les importa porque los califican de viciosos, de holgazanes, de miserables y cosas por el estilo.

 - La historia de la pareja que quiere hacer el amor (bien hecho)

En realidad, en cada persona hay una historia propia o simplemente una historia fantasma y afortunadamente siempre hay alguien que puede cambiar la historia, o simplemente poniendo su granito de arena porque quieren que la sociedad aprenda que se puede construir una nueva estructura.

Diego Esteban González e Isabella Álvarez comenzaron a trabajar en el proyecto de llevar un plato de comida a los habitantes de varios sectores de la ciudad y el primero fue en la Localidad de Santa Fe.

Hicieron su proyecto y comenzaron a hacer la promoción y difusión a través de las redes sociales para recolectar los fondos necesarios y así lograr la meta de alimentar al mayor número de personas marginadas de la zona. WhatsApp, X, Facebook, la comunicación personal y telefónica surtieron efecto y se lograron recaudar los fondos necesarios para mercar, comprar implementos y todo lo necesario para comenzar la preparación de los platos y las bebidas.

Pero esta pareja no tenía la experiencia para realizar un evento de este tipo y en un sector peligroso de Bogotá, así que un día fueron a un voluntariado del centro de la capital y allí conocieron a José Inca o José Wolf, un líder comunal que lleva más de 12 años trabajando el tema de la habitabilidad en varios sectores. Con él comenzaron el montaje del evento y aunque habían pensado en un septimazo, porque les pareció que era un área concurrida, con vendedores, compradores, visitantes y bien concurrida. José les sugirió el Samber (un sector del San Bernardo).

Lo pensaron dos veces porque ese sector no tiene muy buena fama y muchos les decían de los peligros que correrían allá. Finalmente confiaron en José por su experiencia y fue así como acordaron que ese acto inicial de amor lo harían ahí.

Se crearon los flyers (volantes publicitarios) y se comenzó a contactar de nuevo a través de las redes sociales para contarles acerca del sitio y del número de platos. En un comienzo se pensó en 150 platos de comida, pero gracias a la voluntad de amigos, conocidos y familiares los fondos se crecieron y al final salieron 420 platos.

Las dos familias decidieron apoyar con toda a esta pareja que quiere hacer y seguir haciendo platos de amor y bebidas de esperanza, para alimentar y quitar la sed de parte de esa sociedad, que, por voluntad propia, de la vida o de un destino incierto muchas veces se acuestan sin probar bocado alguno.

En la casa de Diego se prendió el fuego, pero no el de ningún arma, ni de la guerra, ni de nada peligroso, sino el de los fogones de las estufas para guisar el arroz, cocinar las lentejas, la carne de hamburguesas y todos los componentes que irían a adornar los platos para repartir y llenar los estómagos de algunos habitantes de la calle. El sonido de la licuadora no se cansó de sonar batiendo sus aletas metálicas, no aquellas que cortan las alas o las esperanzas sino las que licuaban las frutas que irían a los vasos o botellas de amor y que serían la sobremesa de la cena de la esperanza.

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La cocinada de todos estos alimentos no fue nada rápida y fácil. Tocó valerse de ollas, de asadores, de los implementos que fueran necesarios para poder terminar todo y luego la empacada de comida, el envasado del líquido y los adicionales y no fue algo fácil, pero se salió adelante, porque cuando se quiere se puede. Aproximadamente 20 personas de las dos familias más algunos amigos hicieron realidad algo que en algún momento se creyó era imposible.

Además de esta pareja de emprendedores, frente a las ollas para cocinar y los recipientes para los refrescos estuvieron Magda, Gloria, Ángela, Cecilia, Alejandro, Sergio y Javier González, Alejandra Charry, Patricia Alarcón, Martha Borja, Jonathan Gómez, Camila Cáceres, María Victoria Gómez,  Martica la vecina, Germán Arenas, Andrés Neira, Andrés Becerra, DIEGO Triana, Yadira, Luisa Garavito, Estefany Castro, Mario Peña, Maro Jutso y Cristian Velandia y un montón de gente, que de una u otra forma colaboró para hacer posible que el acto de amor de esta pareja, no sólo fuera su éxito personal sino el de sus dos familias, sus amigos y colaboradores. Diego se desplazó desde la Calera con su vehículo personal para recoger a los organizadores, comida, las bebidas y llevarlas hasta el sitio indicado.

Allí al comienzo hubo un poco de incertidumbre. Claro los habitantes de la calle no están acostumbrados a que les llegue comida un sábado por la noche. Pero sí, ese 30 de septiembre, al llegar a la zona comenzaron a mirarlos raro, con incertidumbre, y zozobra. Y ahí es donde se siente un poco de miedo comentaron. Incluso llegó la policía y les dijeron que repartir comida estaba prohibido, pero cuando vieron a José Wolf les recomendaron tener mucho cuidado. José es un verdadero líder y por eso lo respetan los habitantes y la policía.

Siguiendo las indicaciones de José Inca, el grupo se abrió camino entre los habitantes de la calle, quienes en esos momentos comprendieron que aquellas personas iban a ayudarlos, a llevarles comida y les cambió la cara. Los rostros de incertidumbre, de agresividad y tantas formas más, se iluminaron y las sonrisas comenzaron a aparecer.

Sabían que no se acostarían con el estómago vacío. Dicen que en el sector hay aproximadamente 2400 habitantes de calle y se repartieron 420 platos con su correspondiente bebida y postre. Al final esas personas quedaron muy agradecidas y entonces fueron ellos quienes repartieron lo que tenían: sonrisas, miradas de esperanza y abrazos de agradecimiento.

Estos muchachos organizadores, sus familias y amigos, así fuera por unos momentos, sintieron lo que es estar metido en esa “olla”, calificativo normal de este tipo de lugares. En este caso las ollas habían quedado vacías en la casa porque llenaron los platos con la comida, los vasos con el refresco y como regalo adicional la servilleta con el bocadillo, que sirvió para endulzar por unos minutos el paladar de muchos que, seguramente, viven amargados pensando en la vida que les tocó. Importante destacar y agradecer que una gran parte de la comida fue donada por la familia

Pero esto es sólo el comienzo, el proyecto apenas está naciendo y seguirán llevando más amor, ilusión y esperanza a habitantes de esta Bogotá, “Atenas sudamericana”, que con el apoyo de líderes sociales y personas que quieren llegar a serlo. Gladiadores de la vida que “quieren compartir, según sus palabras, las bendiciones que la vida les ha regalado, llevando un poquito de comida, sonrisas, amor y esperanza a parte de la población que lo necesita”.

¡Bien hecho muchachos! Esa sí que es una forma encantadora de hacer el amor, llevándolo a las comunidades más necesitadas de esta capital. Agregar también que además del empuje, voluntad y deseo no se puede ir así porque sí.

Esta pareja hizo toda la logística, pero para lograr cruzar la meta final necesitaron del apoyo de José Wolf, un verdadero líder social. Colombia tal vez necesita miles de Josés a lo largo de este territorio acostumbrado al odio, la violencia y la miseria. Su apoyo y acompañamiento fue clave en el éxito de esta jornada de amor y esperanza (ya trataremos de hablar con él). Afortunadamente para ser un sector peligroso con gente con el mismo calificativo, todo salió bien gracias a este líder y otros dos que han logrado cambiar un poco la vida de varios sectores de la capital.

Los próximos eventos de Isabella y Diego Esteban, que además de su amor como pareja quieren convertirse en amantes por la vida, el primero puede ser a mediados del mes con una sesión de peluquería en algún sector de la capital y el 21 de octubre estarán en la Fundación infantil Transformando vidas en el Simón Bolívar, en una tarde con niños de bajos recursos.

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