La familia que vive en la torre de control del aeropuerto de San Gil

La familia que vive en la torre de control del aeropuerto de San Gil

El 17 de agosto perdió la vida un joven tras ser golpeado por la avioneta donde iba el gobernador Richard Aguilar. Ningún controlador pudo evitar el accidente porque ahí vive la familia Guevara

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agosto 26, 2014
La familia que vive en la torre de control del aeropuerto de San Gil

Quince extenuantes minutos separan el casco urbano de San Gil con su aeropuerto de los Pozos. El camino es áspero, lleno de huecos y apenas cubierto por una endeble placa huella. Al llegar te encuentras con una reja, más propia de una mansión de los años cincuenta que de un aeropuerto. Tres hermosos bosques de pinos rodean la pista y la torre de control. Alrededor pastan ovejos y terneros. En las tranquilas tardes lo único que se escucha es el viento mover las hojas de los árboles y el cacareo constante de un gallinero.

La edificación es blanca y tiene tres pisos. En el primero funciona una cafetería en donde puedes conseguir chitos, gaseosas y golosinas. El olvido empieza a carcomer las paredes que alguna vez fueron blancas y una avioneta luce parqueada al frente del lugar. “La dejaron acá desde el sábado pero nadie ha venido por ella” Dice Nidia Guevara, hija de Orlando, el campesino al que el exgobernador de Santander, Hugo Aguilar, le entregó la torre de control en febrero del 2007, unos meses antes de que empezaran una improbable remodelación que dejarían al terminal aéreo como uno de los más importantes del país.

“La idea era quedarnos acá hasta que se adecuara la torre de control. Se iba a modernizar todo esto. Pasó el tiempo y no pasó nada”- dice Nidia mientras observa el bosque y la pista desde la privilegiada vista que se divisa desde la torre, su hogar desde siete años. “Al principio le pagaban a mi papá por cuidar esto, pero después se fueron atrasando los pagos y ya hace como un año que no nos dan nada”.

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Bajo la torre de control la familia Guevara ha montado hasta una tienda

Los Guevara habían llegado a San Gil a principios del año 2000 desplazados por la violencia que azotaba el departamento. Tenían un cultivo de tabaco y un par de cabezas de ganado. Nidia recuerda con nostalgia su niñez. Vivía en una choza muy humilde con sus papás y su hermano menor. Eran pobres pero felices. Todo cambió cuando el gobernador de Santander les hizo la propuesta de irse a vivir a la torre de control “Nosotros nos fuimos esperanzados porque uno como campesino siempre quiere progresar. Creímos que esto iba a ser para bien”.

Nidia recuerda que incluso hubo un ofrecimiento por parte de Aguilar para que ellos mismos tomaran un curso de controladores  aéreos y por qué no, pensar en ganarse la vida desde la torre de control. Se iban a quedar unos meses, las obras de acondicionamiento nunca se hicieron y a los Guevara los fueron poco a poco olvidando.

Después de ocho meses de estar allí empezaron a llevarse el poco ganado que tenían y el gallinero. Metieron camas en la torre y adecuaron el lugar para que pareciera un hogar. Un día ya nadie vino y esporádicamente llegaba una que otra avioneta. “Nos olvidaron completamente, en este momento no tenemos ni agua, ni siquiera sabemos a quién cobrarle el sueldo que no nos pagan. Esto no pertenece ni aeronáutica civil ni a nadie. No tenemos dolientes”. Para subsistir los Guevara crían animales y cultivan fique a 20 minutos de su extravagante casa. El agua la sacan de un pozo que está a cinco minutos de allí. Ellos empiezan a sentirse desesperados.

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Fotografía de la avioneta antes del accidente

A la pista las avionetas llegan de vez en cuando. Las marcas en el piso poco a poco empiezan a borrarse. Cada año aparecen las viejas promesas de siempre: que ya casi los van a reubicar, que les van a dar una casa, que el aeropuerto estará a la altura de un lugar turístico como San Gil, pero los Guevara saben que nada va a pasar.

Agosto es un buen mes para ellos, sobre todo el fin de semana que va del 16 al 19 en donde se realiza el festival de La Cometa. Allí se conglomeran más de doscientas personas, a disfrutar del viento y del silencio del abandonado terminal aéreo. Con alborozo los desprevenidos participantes vieron como una avioneta llegó el pasado domingo 17 de agosto. Ese día Jonathan Superlano Calderón, actual campeón, esperaba no sólo retener su título sino filmar el despegue de una avioneta en donde iba Richard Aguilar, gobernador de Santander y después subirlo a su agitada cuenta de youtube. Lamentablemente el joven de 20 años calculó mal la distancia y el ala izquierda del aeronave le dio de lleno en la frente. Pocos minutos después moriría.

Si no se hubiera presentado esta tragedia seguramente el país desconocería el drama de los Guevara. Las demandas se aglomeran en la Gobernación de Santander por el imprudente despegue en un aeropuerto abandonado y lleno de gente. La tímida voz de Nidia y sus hermanos intenta hacerse sentir en el barullo. Ellos tienen sed y a veces pasan hambre. No hay cortina que ataje el incandescente sol que entra por los amplios vidrios de la torre. Añoran volver a vivir en una casa, tener su parcelita, recuperar la vida normal que tenían antes que la violencia y la absurda decisión de un gobernante, les hubiera quitado todo.

Vista desde la torre de control - La familia que vive en la torre de control del aeropuerto de San Gil

Vista desde la torre de control

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