“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”— Napoleón Bonaparte.
Esta popular frase, tomada desde diferentes posiciones, puede ser la encargada de definir la situación de Colombia. Y son varias las posibilidades del futuro de la nación, la continuación del proceso de paz y las acciones que se tomarán contra la nueva conformación de las disidencias de las Farc.
Aunque las declaraciones de Iván Márquez, junto a Jesús Santrich, Romaña y El Paisa no fueron sorpresivas para algunos y para otros que creíamos en un futuro de reconciliación y transparencia, una realidad dolorosa que se acercaba poco a poco tampoco significa el final del proceso de paz.
Hagamos memoria. De hecho, lo que pocas veces hacemos. Pese a las dificultades territoriales para lograr un comienzo claro de los diálogos, se pudo llevar a cabo esa primera parte; luego, una serie de pactos entre un grupo armado y el gobierno no es fácil, cada uno tiene intereses de por medio y con opiniones divididas. Después de esfuerzos y permisiones por ambos bandos, se logró un acuerdo, firmado por los principales cabecillas de las Farc y el presidente de turno, Juan Manuel Santos, teniendo delante el camino cuesta arriba. Pasar del papel a las acciones no es sencillo.
No fue solo cuestión de invertir parte de nuestros impuestos en los hoteles de lujo y comidas exquisitas para los negociantes en Cuba, uno de los puntos, que también, vale la pena pensarlo más, sino fue todo un acontecimiento histórico que no se debe menospreciar. El sol no se tapa con un dedo así como la guerra, de más de 50 años, no se olvida y sana del todo con un proceso de paz. Se tiene conciencia de ello, pero nombrarlo como otro intento fallido es apresurado.
Es preciso nombrar que la moraleja que debemos aprender del cuento infantil, la liebre y la tortuga es la perseverancia, ya que la segunda ganó la carrera, a pesar de la adversidad, las condiciones y lo que creía el público. No se niega la falta de fuerza y efectividad en muchos puntos, pero así mismo avanza parcialmente y no se tiene la completa certeza si va a prosperar o no, hasta que se agoten todos los recursos disponibles.
Y quizás esa es la “maluca” costumbre de los colombianos, cuando las cosas no salen a la primera o existen dificultades para llegar al resultado empezamos a reclamarle al otro, peleamos y echamos sátira sin compasión contra el “enemigo”, entonces mostramos la doble moralidad. Esa definición confusa que termina siendo la consideración de una decisión como buena o correcta según nuestra conveniencia, el dinero y el contexto. Es así,como estamos frente al ejemplo más claro de todos. Recibido con dificultad al principio, pero luego asimilado en todo el país, especialmente en las comunidades más afectadas, y ahora frente a un problema que se veía venir, no lo vamos a desvanecer y culpar a todos de las acciones de unos pocos, recordemos que son personas como nosotros que merecen libertad y cumplir sus sueños.
Si bien no es la primera vez que cambiamos, en general, de opinión sobre un tema que nos afecta a todos, tampoco será la última vez que buscaremos la solución a un problema de hace años.
Aunque existan miles de razones para olvidar los avances y hacer uso de armas y violencia, como estas disidencias, las malas proyecciones e incumplimientos, también existen otras miles de razones más para mantener un pensamiento progresivo, lleno de esperanza y tratando de sacar adelante a una nación. La respuesta a las preguntas temerosas o enérgicas de los colombianos serán respondidas con las acciones que una vez en el papel se acordó no repetir, porque aquel que conoce su historia está condenado a no repetirla.