La historia de Carlos Paipilla, un bogotano que vive de alquilar carrozas fúnebres

La historia de Carlos Paipilla, un bogotano que vive de alquilar carrozas fúnebres

Toda su vida, por herencia, ha trabajado con la muerto, desde los 14 años aprendió a hacer ataudes y hace 12 transporta cadáveres por todo el país

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marzo 09, 2024
La historia de Carlos Paipilla, un bogotano que vive de alquilar carrozas fúnebres

Carlos Paipilla nació en la localidad de Los Mártires en el barrio Ricaurte, exactamente en la Funeraria San Marcos de la Calle 10 con Carrera 27 de propiedad de su papá, Marcos Paipilla y que funcionó allí por unos 40 años.

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El Flaco, como lo llaman los amigos, cuenta que desde su nacimiento y toda su vida ha estado vinculado al negocio con muertos por su papá, quien había llegado de Sogamoso (Boyacá), montó una fábrica de ataúdes y cofres. Tiempo después, abrió una funeraria. En esa época, 30 años atrás, un ataúd costaba entre 7.000 y 10.000 pesos.

Empezó fabricando cofres. A los 14 años de edad, ya hacía ataúdes y acompañaba a don Marcos a recoger los muertos y mirar cómo los arreglaban. En esa época, para recoger un cuerpo, la persona debía tener primero un número asignado, por ejemplo, 1346.

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Con ese número, al llegar a las instalaciones de Medicina Legal buscaba entre cantidades de muertos, el cadáver correspondiente sin derecho a equivocarse para luego recogerlo, llevarlo al laboratorio y cuando el cuerpo ya estaba arreglado con técnicas de tanatopraxia, se recogía el ataúd, lo llevaban a la Sala de Velación y finalmente, al cementerio.

Paipilla lleva 40 años cargando muertos y para él, lo más difícil del oficio es acostumbrarse a los olores de los difuntos porque son fétidos, extraños, nadie se los aguanta ni comprende. Desde hace 12 años, se dedicó de lleno al tema de trasladar muertos y conformó una sociedad con un amigo que tenía una funeraria.

Cargaba los muertos que llegaban a la Funeraria, los trasladaba de un sitio a otro en los vehículos del socio y después, compró un carro, lo acondicionó y siguió con su negocio de muertos, pero ya como su propio patrón.

Ahora es proveedor de servicios para 25 funerarias y sus filiales en Bogotá. Pasó de tener 1 carro a 4 vehículos que recorren diferentes lugares y atienden también fuera de la ciudad. En el mundo de los muertos tiene tanta clientela, que lo llaman a cualquier hora del día o la noche y a donde le digan, va como a Tolima, el llano, el Cauca o Cúcuta.

Está acostumbrado a trabajar 24 horas del día, los siete días de la semana porque las clínicas entregan los cuerpos a cualquier hora. No tiene descanso y solo logra descansar cuando no hay cuerpo para trasladar. A veces, puede pasar hasta tres días sin prestar el servicio de traslado porque no hay muertos.

Actualmente, recoger un muerto para trasladarlo es fácil cuando la documentación está en regla como el certificado de defunción, la boleta de salida del hospital, la clínica o Medicina Legal a través de la Fiscalía General de la Nación que emite una orden de salida. El cuerpo lo entregan embolsado y ya listo. Si los papeles no están en regla, recoger el muerto es complicado y para acabar de ajustar, el carro fúnebre debe tener el visto bueno de la Secretaria Distrital de Salud.

En un día de trabajo normal, Carlos Paipilla puede recoger hasta tres cuerpos. Otras veces dos y en algunas ocasiones, ninguno. Todo depende de la competencia, pues Bogotá tiene un promedio de 120 muertos diarios y él, puede trasladar hasta 40 muertos en Bogotá y diferentes partes del país.

Los costos del traslado de los muertos depend en de la distancia. Por ejemplo, de Bogotá a Maicao en La Guajira, tiene un valor de 2 millones 400 mil pesos. Dentro de la ciudad, cuesta entre 80 mil y 100 mil pesos. Lo más lejos que ha trasladado un cadáver ha sido desde Bogotá hasta Tumaco, en Nariño, hace 6 años por un valor de 1 millón 400 mil pesos.

Hoy, un trayecto similar costaría el doble, es decir, 2 millones 800 mil pesos. A la frontera con Venezuela en Cúcuta, cuesta 1 millón 500 mil pesos y a Granada, Meta, está entre 800 mil pesos y un 1.000.000 de pesos. Ese es otro de los destinos más frecuentados por los carros fúnebres del Flaco y cuando hay mucho trabajo, puede recoger hasta 6 muertos en un solo día.

El Flaco es el tercero de cuatro hermanos y todos aprendieron el oficio en la Funeraria San Marcos. Ellos fabrican los ataúdes y cofres. Por su parte, Carlos Paipilla tiene 5 hijos y a todos los sacó adelante cargando muertos. Ya son profesionales y uno de ellos quiere continuar con el legado de su papá.

Al hijo menor de Paipilla le gustan los muertos, entiende el negocio y en algunas ocasiones ha trabajado con su padre. Otras veces, trabaja solo. Tiene 29 años de edad y se perfila como el reemplazo de Carlos, quien dijo que seguirá cargando muertos hasta donde la salud se lo permita y aclara que nunca se ha enfermado por causa de los muertos. En la pandemia cargó más de 400 cadáveres y ni una gripe le dio.

En su trayectoria en el oficio, también ha acumulado muchas anécdotas y recuerda cómo alguna vez fue a recoger un cuerpo a la morgue de una clínica. Asistió solo como siempre y ¡oh sorpresa! La muchacha pesaba más de 140 kilos y en el proceso, que por lo general demora 10 minutos, tardó más de 40 minutos.

Durante estas cuatro décadas cargando cuerpos, los muertos nunca lo han asustado, ni siquiera cuando se varó en las carreteras del Cesar, le tocó bajar el cadáver del carro, dejarlo en plena carretera mientras lo despinchaba y llegaba hasta Valledupar para repararlo. Sin embargo, tiene compañeros que le dicen que a ellos los han asustado, los golpean y escuchan voces. En alguna otra ocasión, a Carlos Paipilla le tocó bajar un muerto desde un quinto piso, en un ascensor muy pequeño y lo abrazó como si fuera su novia o su esposa para poder bajarlo porque es muy complicado recoger muertos en los pisos altos. También es complicado con los vivos, pues la policía molesta mucho por el uso de los vehículos adaptados, adecuados y homologados para prestar el servicio a través de la Secretaría Distrital de Salud porque en Colombia no existe una ensambladora de coches fúnebres. El 90 % de los carros fúnebres son homologados y cuestan entre 2 millones y 12 millones de pesos.

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