Mi fe y admiración por los verdes no quedó intacta desde ese puño en la cara que le dieron a la paz de Colombia con sus cartelitos de rechazo a Santrich en su llegada al congreso. ¿Dónde quedaron los esfuerzos por romper con los prejuicios en el posconflicto? Ellos pueden creer y sentir lo que quieran, pero actuaron en una lógica que nada le aporta a este país en este momento. Todo lo contrario: le hace más daño porque nos fractura más a los colombianos a quienes, naturalmente, nos da pereza pensar y somos felices aferrándonos a las pasiones de nuestros dirigentes.
Todos estos meses los verdes me hicieron creer que su compromiso por el proceso de paz era tan firme como el odio de Uribe a Santos y el amor de Duque a Uribe. En un Congreso dividido por el bien y el mal, ellos eran los buenos… ellos eran los buenos porque defendían la verraca reconciliación que los verdaderos colombianos de bien queremos, apoyamos y necesitamos con urgencia. Pero ayer demostraron que son muy parecidos a toda la asquerosidad que tanto critican del Centro Democrático.
¿De cuando acá los verdes son jueces morales? La verdadera justicia dice que Santrich es inocente, entonces solo queda aceptar y respetar. Y en una ratonera como es el congreso de la república, Santrich no será la rata más sucia del recinto definitivamente. Y los acuerdos le dieron legítimamente su curul duélale a quien le duela. Igual, ¿de donde tanta indignación sí siempre ha habido y siempre habrá lugar para corruptos, narcos y paracos en este Congreso?
Un congreso digno de Colombia siempre será diversamente fiel a la asquerosa historia de una guerra que lleva más de 60 años llenándonos el corazón de odio.
Por eso, que no se les olvide: Santrich llegó a personificar una lección que todos los colombianos tenemos que aprender: que aquí, en este pequeño universo de víctimas, victimarios e indolentes, siempre debe haber un espacio para debatirse con palabras el futuro de esta puta patria que siempre será una madre para todos.