Aunque la mayoría de la gente no sabe exactamente quién es Carolina Sanín es probable que hayan escuchado de ella por los medios: es la profesora de la Universidad de los Andes que recuperó su puestoen dicha institución por medio de una tutela de 494 paginas para después renunciar.
La terminación unilateral de contrato por parte de la Universidad y la extensa tutela interpuesta por Sanín fueron fuente de debates y opiniones durante todo el fin de año en las redes sociales y en los medios. Esa exposición dio fin al semianonimato en el que vivía la escritora colombiana quien hasta hace unos meses apenas era foco de la crítica o el aprecio de contadas personas que la reconocían como columnista o como autora de algunos libros.
Ahora Sanin goza de un público mucho más amplio del que le ofrecían sus libros y sus columnas: su presencia en internet se multiplicó permitiéndole llegar a más gente que nunca. Se podría pensar que esa nueva fama la mueve ahora a hacer vídeos de crítica como el que protagoniza con el Alcalde Peñalosa.
Alguien que no la conozca inocentemente podría pensar que es el amor por la ciudad que la vio nacer es la que la mueve a cuestionar (en un encuentro aparentemente casual) al alcalde con frases como “cerró la ciclovia, cerró el museo, todas las diversiones del pueblo Bogotano para que unos cuantos puedan disfrutar de los toros” y más de uno opinará que “ella no tienen pelos en la lengua para decirle la verdad”.
Nada más alejado de la realidad: Carolina Sanín es una persona hipócrita que detesta esta ciudad y a la gente que vive en ella. De manera vehemente y explicita declaró su odio hacia la ciudad que la vio nacer en un texto que pretendía dejar como última columna de El Espectador.
En esa “última columna” descargo como en una catarsis todo lo que pensaba de la ciudad. Es una crítica muy personal y tal vez justificada pero hace inauditas las frases que salen en 2017 de la boca de su autora.
El domingo 5 de febrero, Carolina Sanín enfrentó al alcalde Peñalosa pretendiendo ser una ciudadana preocupada por “el pueblo Bogotano” cuando difícilmente ha dejado de ser la persona clasista para quien la mayoría de bogotanas son “mujeres idénticas unas a las otras, de bluyín enmorcillado y bota encima del bluyín, de pelo con “rayitos”, de la mano de sus niñas vestidas de invariable rosa”.
Es el colmo del descaro que ahora Carolina Sanín pretenda posar de defensora de la ciudad después de destilar tanto odio por Bogotá y sus habitantes. Es evidente que Sanín quiere su porción de fama porque ahora es "cool" criticar a Peñalosa, es "cool" defender lo público, es "cool" ser feminista, es "cool" criticar sin “pelos en la lengua” pero la realidad es que para Carolina Sanín y otros, cualquier causa es útil desde que los haga quedar bien aunque en su interior se retuerzan de defender las personas o cosas que en el fondo odian.