Luis Carlos Villegas debió pensarlo dos veces cuando en agosto del 2012 el presidente Santos lo invitó a formar parte de la mesa de negociación de La Habana. Se trataba de estar frente a frente con la cúpula de las Farc, el grupo guerrillero que secuestró a su hija y la tuvo tres meses andando desde el Caguán hasta el páramo de Sumapaz. Tragó espeso y recordó esos duros tres meses, los peores de su vida, como lo reconocería después. Pero aceptó. Y ahora fue más lejos: decidió asumir la tarea como nuevo ministro de Defensa de apaciguar las aguas dentro de las Fuerzas Militares a las que les resulta esquivo el tema de la negociación de La Habana; tarea que el saliente ministro Juan Carlos Pinzón poco ayudó a cumplir.
Entre los delegados de la guerrilla en La Habana esta Romaña, a quien Villegas no tuvo que a ver frente a frente porque su nombramiento en la embajada de Washington lo apartó de la Mesa en la Habana. Romaña, aquel temido guerrillero responsable de las pescas milagrosas en la ruta entre Bogotá y Villavicencio, comandante del frente 53, quien siguió al pie de la letra la Circular aprobada por el Secretariado de las Farc y liderada por el Mono Jojoy que ordenaba secuestro de industriales y empresarios, responsable del secuestro de Juliana Villegas. Sin ser un hombre adinerado, Villegas además de ocupar distintos cargos públicos y gremiales, y de un paso fugar por el Senado antes de la constituyente de 1991, era el presidente de la Asociacion Nacional de Industriales y esto bastó para que su hija, recién graduada de bachiller y estudiante de la Javeriana, se convirtiera en objetivo militar de las Farc
Los gritos desesperados de María Fernanda Carrillo, su compañera de clase, alertaron a los vecinos de la Javeriana en Bogotá. Hombres armados, vestido de civil esperaron el 28 de noviembre de 1999 la salida de Juliana de clase para llevársela en una camioneta Renault 21 Nevada roja. Con apenas 17 años, Juliana había llegado recientemente de Alemania a donde viajó a perfeccionar su idioma y se matriculó en la facultad de Ciencias Políticas de la universidad de los jesuitas donde su padre había estudiado en la década de los setenta. Universidad Javeriana después de concluir su bachillerato en su natal Pereira.
La confusión fue total. Era impensable que el secuestro hubiera sido producto de una acción urbana de las Farc que se encontraba desde comienzos de ese año en negociaciones de paz con el gobierno del Presidente Pastrana. La interceptación de una llamada telefónica confirmó que Juliana había sido secuestrada por Romaña, el comandante del Frente 53. El Presidente Pastrana le encomendó a su secretario privado Camilo Gómez ocuparse del tema y asegurar su liberación, mientras el comisionado de paz Víctor G Ricardo presionaba a los negociadores del Caguán la entrega de Juliana.
El secuestro de la hija del Presidente de la Andi tomó ribetes políticos y lejos de ser un episodio con fines económicos se instaló desde el primer momento en la mesa de diálogo presidida por Raul Reyes por parte de las Farc y Víctor G Ricardo acompañado por Nicanor Restrepo, María Emma Mejía por el lado del gobierno
Como todos los secuestrados de Romaña, la joven fue entregada a guerrilleros en la ruta hacia el Sumapaz y como pasó con el periodista La Chiva Cortes, quien vivió amargos y desgarradores meses que le marcaron su vida, recorrió largos trechos en zona de Cundinamarca, n Medina, Gutiérrez y Guayabetal, pasando por el departamento del Meta hasta terminar en la zona del despeje donde las Farc mantenía los secuestrados.
“Perdono pero no olvido”, dijo Luis Carlos Villegas en el comunicado que difundió cuando supo de la liberación de su hija Juliana. Las Farc se la entregaron a Camilo Gómez en las selvas del Caquetá, quien cuatro meses después pasaría a ser el comisionado de paz del gobierno Pastrana.
Llegó en un helicóptero, serena, donde la esperaba su familia. Villegas antes que expresar resentimiento se comprometió a fondo con el Presidente Pastrana y lo acompañó como vocero de los empresarios durante todos los altibajos de un proceso que terminó por romperse en febrero del 2002.
Luis Carlos Villegas ha estado en el sonajero ministerial de distintos gobiernos pero solo aceptó dejar la presidencia de la Andi, en la que estuvo durante quince años, para acompañar al Presidente Santos en el propósito de lograr la paz con quienes le hicieron pasar el trago más amargo de su vida.