A principios de enero del 2009 el joven Johnatan Ortiz se embarcó en el aeropuerto José María Córdoba en un vuelo hasta Madrid. Una vez llegó a la capital española le dieron una pistola nueve milímetros, un silenciador, y las últimas instrucciones que cumplió a cabalidad: entrar al hospital 12 de octubre de Madrid, subir hasta el quinto piso y buscar al narco Leonidas Vargas, temible socio de Rodríguez Gacha y quien llevaba una semana recluido por serios problemas cardiovasculares, una neumonía y que correspondía al alias de José Antonio Ortiz Mora. El único que escuchó las cinco balas que perforaron su rostro fue su compañero de habitación, a quien Ortiz le respetaría la vida. Desde ese momento quedarían en un vacío jurídico 2.214 hectáreas en Puerto López, Meta, ocupadas por más de 100 familias que reclaman como suyo desde esa época esos predios.
Vargas tenía miles de hectáreas en su departamento, por eso era considerado como el Rey del Caquetá, sin embargo, en Puerto López, tierra de Víctor Carranza, sus tres haciendas, Los Ángeles, Luz Mar y San Luis, desafiaban la hegemonía del Zar de las esmeraldas. Su influencia se mantuvo en ese lugar hasta el 2006 cuando fue detenido en España después de habérsele encontrado un pasaporte venezolano falso. Desde ese momento sus 107 fincas, 114 propiedades en ciudades, sus millones de dólares regados en cuentas bancarias entraron a formar parte de la nación. Eso al menos en teoría porque las más de 2 mil hectáreas en el Meta están siendo disputadas por campesinos y paramilitares.
Se armaron varios grupos de tierreros y empezaron a ocupar ilegalmente lotes que pertenecían a Leonidas Vargas, a la par del asentamiento de cerca de 500 personas quienes desde 2017 tienen orden de ser desalojados. Pero están dispuestos a no hacerlo, ya allí tienen cultivos de cacao y piña y algunos incluso están dispuestos a armarse para impedir que les quiten los que ellos creen les pertenece.
Más de diez años después de muerto, Leonidas Vargas todavía tiene la capacidad de dar de qué hablar. El poder que llegó a tener y la fortuna que acumuló sobrepasó todas las ambiciones que pudo tener este campesino nacido en Belén de los Andaquíes, a finales de la década, justo en la cabecera del tranquilo río que lleva su nombre. Nunca se conformó con lo que le imponía el destino: cortar a retazos carne como lo habían hecho sus antepasados. Hasta los 30 años fue carnicero, pero a esa edad su transformación fue total: de la mano de Gonzalo Rodríguez Gacha se convirtió en el Rey del ganado en los llanos orientales.
Al Mexicano lo conoció en una feria ganadera y equina y sus conocimientos sobre ganadería y la habilidad para concretar negocios lo hicieron indispensable en su organización. A mediados de los ochenta los dólares llovían del cielo. En Bogotá se hizo una casa de 5 mil metros cuadrados que tenía cascadas artificiales, cancha de bolos, paredes llenas de cuadros de mujeres desnudas y una pista de baile que era amenizada por los grupos más importantes de ese momento.
Pero quería regresar a su tierra y mostrar allá toda su ostentación. En Florencia mandó a construir una réplica de la Plaza de las Ventas de Madrid en donde torearon los mejores de la época. Florencia era el lugar donde hablaba con otros de sus aliados, las Farc. Él fue el encargado de hacer contactos con ese grupo guerrillero para cuidar Tranquilandia, el complejo cocalero construido por Rodríguez Gacha y desde donde el Cartel de Medellín envió toneladas de droga a los Estados Unidos en avionetas hasta que el 7 de marzo de 1984 la Policía lo destruyó. La unión con las Farc terminó de la peor manera: fue secuestrado en 1985 y obligado a salir de Caquetá en 1989, pocos meses antes de que el ejército matara a su compadre, el Mexicano.
Mientras todos caían, Leonidas Vargas fue el único gran narco que se mantuvo en pie hasta que en 1994 fue capturado en un casino en Cartagena. Le dieron dos condenas de 45 años por narcotráfico y enriquecimiento ilícito, solo pagó ocho años ya que le rebajaron las penas por estudios dentro de la cárcel. Pero no sólo estudió en la celda, desde allí también organizó atentados contra sus archirrivales encabezados por Víctor Carranza.
En el país no se quedó mucho tiempo y viajó a España donde lo mataron en el 2009. Una década después su herencia está a punto de desatar una nueva guerra en Colombia. Víctor Bravo, el alcalde de Puerto López, ya ha dado la voz de alerta: no existe ninguna posibilidad de reubicar a las 500 personas que habitan las 2.000 hectáreas que constituían sus tres haciendas en Meta. Entre ellas ya hay gente dispuesta a armarse y a no dejarse sacar de un territorio que ellos creen les pertenece.