Ya vamos a completar dos años del gobierno de Gustavo Petro y el país no se ha ido por el abismo, al contrario de lo que muchos creían. Y tampoco se va a ir en los dos que quedan.
De hecho, Colombia ha sobrevivido a muchos gobiernos malos, el de Petro no ha sido el único desastre que nos ha tocado padecer. Incluso me atrevo a decir que han sido más los malos que hemos tenido que los buenos. Y el país sigue ahí.
Qué a Colombia le va a hacer daño este gobierno errático y populista, por supuesto que sí. El efecto ya se está sintiendo en la economía: en el crecimiento del PIB, en la confianza de los inversionistas, en la caída del consumo, en las exportaciones. El costo que se va a pagar va a ser alto. Pero menor del que creíamos y que el que las declaraciones destempladas y desafiantes de Petro hacen temer.
Ya hay que ir pensando, entonces, en los comicios del 2026, en los que los colombianos vamos a decidir si vamos a seguir por este camino destapado o si vamos a corregir el rumbo.
Y en ese sentido, parece que en el Pacto Histórico ya tienen claro la carta que se van a jugar en esos comicios. Ellos serán fanáticos, pero no pendejos y tienen claro que el peor candidato que pueden presentar a esas elecciones es el propio Petro.
En la actualidad, el respaldo a la gestión del presidente no llega al 30 %. Y si sigue tomando decisiones alocadas y espetando estupideces, seguirá bajando. Porque el respaldo que tenía entre la gente de centro lo perdió hace rato y está comenzando a perder apoyo dentro de la izquierda misma.
Apostar por la reelección es viable cuando el mandatario tiene alta popularidad, como ocurrió en el caso de Hugo Chávez y de Álvaro Uribe. Pero jugarse esa carta con un gobernante impopular como Petro sería un suicidio político.
Pero, ¿si no es Petro quién? Su principal escudero, Gustavo Bolívar, es la única opción más mala que la del presidente. Así maneje la chequera del Gobierno, es más errático que su jefe y ya se hizo contar para la Alcaldía de Bogotá, con resultados desastrosos.
Su principal escudero, Gustavo Bolívar, es la única opción más mala que la del presidente
Dentro del petrismo purasangre, ese que respalda todas las decisiones de su líder y no se atreve a cuestionarle ninguna, por disparatada que sea, la mejor opción parece encarnarla María José Pizarro.
Primero, por el valor simbólico que tiene ser hija de Carlos Pizarro León Gómez, (conocido como el candidato papito y quien le arrancaba suspiros y malos pensamientos a las damas de la alta sociedad). Pizarro lideró la transformación del M-19 de grupo terrorista a organización política y fue asesinado en un absurdo atentado ocurrido al interior de un avión. Ser la heredera de un mártir siempre será un valor agregado en política.
María José es tan radical como su jefe político, sus declaraciones son igual de extremas, pero tiene un estilo más tranquilo, menos beligerante. Además es absolutamente leal a Petro, nunca está en desacuerdo con ninguna de sus posturas y nunca lo controvierte ni en público ni en privado. Mejor dicho, es el tipo de subalterno que a Petro le gusta.
Con lo cual, María José no tendría problemas para garantizar el apoyo del petrismo.
Y, de seguro, en una eventual candidatura, mostraría una cara menos radical, hablaría de la necesidad de un acuerdo nacional y se despegaría de la imagen nefasta de su jefe. Mejor dicho, se pondría la piel de oveja, tal como hizo Petro.
Con lo cual, es presumible que puede arañar votos en el centro, donde hay mucho despistado que come cuento fácil. Y tiene otra ventaja: es mujer y en un país que parece cada vez más dado a darle a una dama la oportunidad de gobernar, eso es otro plus.
Lo que es indudable es que elegir a María José Pizarro equivale a reelegir al actual presidente en interpuesta persona. Ella perseveraría en la intención de agrandar el tamaño del Estado, de arrinconar la iniciativa privada y de polarizar al país, incentivando el odio de clases. Ese es el mantra de la izquierda y ella lo respetaría.
En ocasiones, cuando escucho las absurdas aseveraciones del presidente me preguntó sino las hará a propósito para convertirse en el único objeto de preocupación y del odio de los colombianos, para acaparar las críticas y de esa forma dejarle el camino despejado a una persona como María José Pizarro con quien nadie se mete.
Con lo cual, los colombianos tenemos que tener muy claro una cosa: lo que hay que evitar no es la reelección de Gustavo Petro, sino la prolongación en el tiempo de su proyecto político. Esto se puede materializar con o sin Petro.
Y en ese propósito, un acto de realismo político por parte de ese movimiento sería pasarle esas banderas a alguien que no esté tan desgastado como el presidente. Y si ese alguien tiene un aura de víctima mejor.
No lo duden: todos los caminos del petrismo conducen a María José Pizarro. La duda que me asalta es ¿hacia dónde conducen los caminos de la gran mayoría de colombianos que no queremos que el modelo Petro se mantenga en el poder?