En los últimos meses se han multiplicado en la red y en los medios internacionales las declaraciones, los análisis e interpretaciones que giran en torno a la pregunta de si al dólar le ha llegado su hora como moneda de reserva mundial, en la que se nominan por lo tanto las transacciones comerciales y las operaciones del sistema financiero del mundo entero. Una pregunta prácticamente impensable hace apenas un par de años y cuya sola formulación hoy en día es un índice elocuente de cuan impetuoso es el crecimiento en el mundo de la insatisfacción con dicha hegemonía. Que por lo demás no es nueva, como lo demuestra palmariamente el ejemplo de Francia, que solo a regañadientes aceptó los Acuerdos de Bretton Woods de 1944, que dieron paso a dicha hegemonía, y que cuando - superadas las graves crisis nacionales causada por las derrotas en las guerras coloniales de Indochina y Argelia - se sintió lo suficientemente fuerte como para oponerse abiertamente a la hegemonía del dólar.
Francia se retiró en 1966 de la OTAN y convencida - como afirmó De Gaulle, su presidente de entonces, que dicha hegemonía era “una estafa global” - envío barcos cargados de dólares a los Estados Unidos y los hizo regresar con el oro francés depositado en Fort Knox. El fuerte que en realidad es un agujero negro que se traga toda la luz que le llega, impidiendo que se refleje en forma de información veraz sobre cuanto oro de otras naciones está realmente depositado en él. Al general, como bien se sabe, lo derrocaron un par de años después una muy publicitada revuelta estudiantil y unas fulminantes ocupaciones de fábricas, por lo que sus sucesores se abstuvieron en adelante de repetir acciones tan atrevidas.
Pero ellos, los golistas, - como se conoce a los seguidores de De Gaulle en la jerga política del país galo - no olvidaron del todo. El representante del presidente Chirac votó en el Consejo de Seguridad de la ONU en 2003 contra la resolución que daba luz verde a la invasión de Irak por los Estados Unidos so pretexto de unas armas de destrucción masiva - que nunca se encontraron - y que estarían a punto de ser empleadas por “el tercer ejército más poderoso del planeta” (¡!). Chirac era consciente de que la única arma de destrucción masiva de la que en realidad disponía Sadam Hussein ya la estaba empleando y consistía en su decisión de vender su petróleo en euros y no en dólares. Arma letal que apuntaba directamente al fundamento de la hegemonía del dólar: los petrodólares. En 1971, el presidente Nixon decretó el fin de la convertibilidad del dólar en oro, desencadenando un terremoto político en una Europa Occidental saturada de eurodólares, cuya cotización quedaba así librada a las decisiones de la Reserva Federal y de la Secretaría del Tesoro de los Estados Unidos. En respuesta, Nixon ejecutó otra de sus jugadas magistrales: en 1974 se reunió con el rey Faisal de Arabia saudita y le hizo una propuesta a lo Don Corleone que el monarca evidentemente no pudo rechazar: vender todo su petróleo en dólares. Arabia era entonces el principal exportador de petróleo del mundo y sobre todo el primer proveedor del mismo a Europa Occidental, seguida de cerca en ese papel por los emiratos árabes y resto de los países petroleros del mundo árabe.
La decisión de Sadam Husein amenazaba seriamente la continuidad de dicho acuerdo, por lo que su país fue invadido por los marines y él mismo ahorcado, acusado de los peores crímenes que se pueden cometer, por un jurado todo menos imparcial. El nuevo gobierno iraquí, bajo ocupación norteamericana, se apresuró vender de nuevo el petróleo del país en dólares. Fue en la víspera de estos terribles acontecimientos, cuando el diario The Guardian de Londres publicó un artículo con este título: When Will we buy oil in euros? - ¿Cuándo compraremos el petróleo en euros?
La pregunta del millón sobre todo por Alemania y Francia que lograron que el euro debutara como moneda de la Unión Europea y como divisa internacional en enero de 1999, despertado inmediatamente el recelo de los Estados Unidos que detectó en el euro una amenaza no por velada menos real a la primacía mundial del dólar. Y particularmente a su mayor garantía: los petrodólares. En 2016 Jean- Claude Juncker - entonces presidente de la Comisión europea - hizo unas declaraciones en las que dejo en claro que si Arabia saudita era muy importante como productor la Unión Europea no lo era menos como comprador. “Es absurdo que Europa pague en dólares el 80 % de sus facturas de importación de energía, cuando solo el 2 % de dichas importaciones provienen de los Estados Unidos”.
La UE era entonces -y con diferencia- el principal comprador del petróleo y sus derivados del Oriente medio y de Rusia. Hoy ya no lo es. En primer lugar, por la continuidad de las sanciones impuestas por Washington a Irán, que continúan restringiendo severamente el acceso de su petróleo al mercado europeo. Pero sobre todo por el crecimiento exponencial de las importaciones de gas licuado de los Estados Unidos, que han desplazado casi completamente del mercado energético europeo al gas ruso, debido a las sanciones impuestas a Rusia a raíz del conflicto de Ucrania. La UE sigue por lo tanto pagando la factura de sus importaciones energéticas en dólares, mientras que Arabia saudita cambia de bando: ha aceptado que el petróleo se lo pague en yuanes China, actualmente su mayor cliente.
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La UE sigue pagando la factura de sus importaciones energéticas en dólares, mientras China se convierte rápidamente en el mayor comprador del petróleo saudí
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O sea que una vez más Washington se sale con la suya en detrimento de los interese europeos, aunque no puede descartarse por completo que tanta arrogancia imperial termine por volverse esta vez en contra suya. Hace un mes Macron, el presidente de Francia, viajo a Beijing y se entrevistó con su homólogo Xi Jinping. A su regreso concedió una entrevista a Politico, una publicación norteamericana, en la que afirmó que Europa debía “reducir su dependencia” de los Estados Unidos y del dólar en una coyuntura internacional en la que “si la tensión entre las dos superpotencias (China y Estados Unidos) se intensifica, no tendríamos ni el tiempo ni los recursos para financiar nuestra autonomía estratégica y nos convertiríamos en vasallos”.
No faltan los analistas que afirman que una vez más el llamamiento francés a la independencia de Europa caerá en el vacío, dada la debilidad de Macron en el frente político interno y el sometimiento incondicional de Olaf Schulz, el canciller alemán, a la política de Washington. Pero este escenario puede sufrir un vuelco repentino si la dirigencia europea toma consciencia de que, si acompaña a Biden en su guerra contra China, perderá a quien es actualmente el segundo socio comercial de la UE y un enorme mercado abierto a sus inversiones. La UE ya perdió los mercados británico y ruso por lo que es muy difícil que sobreviva a la pérdida del mercado chino.