La situación es grave y amerita que el gobierno del presidente, Iván Duque Márquez, tome medidas inmediatas.
La falta de provisión de víveres se registra en Juradó, Bahía Solano, Nuquí, Bajo Baudó y el Litoral de San Juan en el Chocó, López de Micay, Timbiquí y Guapí, en el Cauca y en Santa Barbará, El Charco, La Tola, Olaya Herrera, Mosquera, Tumaco y Francisco Pizarro en Nariño, sin contar con los corregimientos que se encuentran dispersos a largas distancias.
Generalmente a estas concentraciones poblacionales no se accede por carretera sino por el mar y los ríos, y la suspensión de viajes desde Buenaventura hacia cada uno de ellos, los deja sin alimentos de primera necesidad. La única alternativa, en muchos casos, radica en someterse a los especuladores que acapararon productos para revenderlos. El problema es que no hay plata.
¿Por qué optaron por no viajar hacia esos municipios distantes? El argumento de los propietarios de una veintena de embarcaciones es que la mayor ganancia radica en el transporte de pasajeros. La carga no les representa rentabilidad. Así las cosas, prefieren tener buques y barcos de mediano calado, atracados en el puente de El Piñal, en la ciudad portuaria.
La otra cara de la moneda la representan los lugareños de los municipios distantes. Viven su propio drama. Algunos cultivan yuca, plátano y verduras. Un porcentaje mínimo, deriva sus ingresos de la pesca. En algunas poblaciones ya se está recurriendo al trueque, pero no es suficiente.
El panorama luce ensombrecido porque de un lado los dueños de las embarcaciones se niegan a mover las máquinas, a menos que cuenten con un auxilio gubernamental para combustible, y de otro lado, no ha habido pronunciamiento del gobierno nacional sobre qué hará para resolver el asunto.
“El hambre no da espera”, dijo uno de los lugareños, y sus pocas palabras expresa el desespero que ya comenzó a dominarlos y que, en momentos así, sacan a flote el lado más oscuro del comportamiento humano…