La noticia de la violación colectiva que sufrió la niña de la comunidad embera chamí ha conmocionado a todo el país, pero esto no se trata de un caso aislado o de unas cuantas manzanas podridas, sino de toda una pedagogía interna en una institución machista y patriarcal.
No cabe duda de que las actuales dinámicas de la guerra se exacerban cada vez más contra el cuerpo de las mujeres y que la violencia sexual es una de las formas elementales y expresivas de la guerra, que no solo fueron utilizadas por los actores armados ilegales como las Farc sino también por parte de nuestros militares, donde se evidencia que la victimización de la mujer hace parte del entrenamiento militar.
Y ni hablar de la violencia que sufren las mujeres racializadas en contextos de guerra. Mujeres indígenas y negras han sido parte del campo de batalla donde los hombres hacen expresiva la violencia (esto es desde la colonia). Por ello hay que destacar la importancia del enfoque de género en los acuerdos de paz, pues es el reconocimiento de las desigualdades de género en el ejercicio de la guerra. De hecho, este es un gran paso en el saneamiento de la deuda histórica que tiene el país con las mujeres victimas del conflicto. Lástima que este gobierno no muestre voluntades políticas para la implementación de dicho acuerdo.
Por último, es inaplazable reformar el Ejercito y sus pedagogías que aún están basadas en la represión contra la población civil, lo cual se traduce en la violación sistemática de los derechos humanos. En Colombia ya tenemos el camino trazado, son los acuerdos de paz, por eso ¡reformen el Ejército ya!