La guerra que tocó vivir en Arauca

La guerra que tocó vivir en Arauca

La gente de los Llanos es admirable porque sale adelante pese a las dificultades, a lo inhóspito de sus tierras y a quedar en medio de una guerra que no pidió

Por: Yeimy yulieth Suárez ochoa
enero 30, 2020
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La guerra que tocó vivir en Arauca
Foto: Oara CC BY-SA 3.0

A quién se le ocurre calificar como infierno a un pedazo del paraíso, solo un ignorante sería capaz de hacerlo, dar una apreciación tan pobre de una tierra inmensamente rica. Juzgar un lugar o persona por una mala experiencia de unos pocos no es suficiente, ¿por qué no darse la oportunidad de conocerla por iniciativa propia? Tal vez quien hizo esta apreciación no ha tenido la oportunidad de sentarse junto al majestuoso río Arauca mientras la suave brisa acaricia su piel, escuchar las melodías que las aves, el agua y los peces formas con sus sonidos, ver como las aves surcan los cielos con su majestuoso vuelo.

El Llano es un lugar en donde habitan más extranjeros que propios, muchas personas que llegan y se quedan enamorados de una tierra que les da la mano y les ayuda a surgir como no lograron hacerlo en sus lugares de origen, no encontraron lo que sus corazones anhelaban, quienes se marchan viven soñando con regresar algún día. El pueblo llanero es muy hospitalario, recibe como hermano a quien pisa su suelo.

Infierno no puede llamarse el lugar que está lleno de ángeles, esa es la impresión que tienen quienes ven a la mujer llanera, la gente de los Llanos es admirable porque sale adelante a pesar de las dificultades, de lo inhóspito de sus tierras y del sufrimiento que le ocasiona a sus habitante quedar en medio de una guerra que no entienden y que no pidieron, una guerra en la que quedaron inmersos y en la cual luchan por defender su territorio, su riqueza representada en recursos naturales y tierras fértiles o bañadas en petróleo.

La palabra tiene poder y quien tiene la posibilidad de ser escuchado no debe dañar a otros, generar juicios equivocados y, más aún, dañar un futuro que podría ser más próspero por una equivocada visión. ¿Por qué esa equivocada idea de hacer más notorio lo malo que lo bueno? ¿Por qué juzgar? ¿Por qué dañar aquello que no conocemos o que simplemente no nos parece? No hay derecho a hacer de las propias apreciaciones leyes para los demás.

No se arruga un papel y al estirarlo nuevamente toma su forma inicial, quedan marcas que no se pueden borrar, lo mismo ocurre con un espejo que se rompe por más que se unan todas sus partes, pues jamás reflejará la imagen como debería ser. Ya el daño está hecho, sólo queda seguir trabajando por cambiar una imagen ante un mundo lleno de prejuicios. No es un trabajo fácil, pero como dicen en el Llano pa'lante porque para atrás asustan.

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