“No debemos permitir que nos provoquen y, en caso pertinente, caer en la misma intención violenta de ellos porque entonces les estamos dando los recursos para justificar sus fechorías. Que sea nuestro comportamiento quien les haga entender lo equivocados que están”. Frases parecidas las expresa Gandhi en la película del mismo nombre cuando motivó a una revolución pacífica en India hasta que los ingleses comprendieran que los equivocados eran ellos.
Colombia no está pasando por un período de invasión parecido al de India, pero sus entes administrativos en las tres ramas constitucionales están invadidos por algunos presuntos delincuentes cuyo propósito son particulares intenciones de alzarse con el erario público, expropiar bienes a ciudadanos con cualquier pretexto y achacar, de paso, la culpa de la violencia a la reacción de un pueblo cansado.
Hace años hemos visto acciones represivas de la policía, y se dice que del ejército también, aunque al parecer esta institución oculta sus malos actos contra ciudadanos indefensos; sin embargo, desde que se inició el período Duque se ha recrudecido dejando en el ambiente una inestable sensación de inseguridad civil por parte del Estado. Muchos de los actos parecen premeditados e intencionales, como motivando a un pueblo a rebelarse y generar violencia, terror y ambiente de guerra.
No están equivocados quienes piensan que posiblemente se esté fomentando una especie de guerra para justificar actos delictivos que están siendo investigados por la justicia. La razón sería la excusa perfecta para anular dichos archivos y de paso llevarse por delante la vida de quienes han tenido la capacidad de denunciar esos actos. La sospecha es que la violencia en Colombia, especialmente en los últimos años, viene de parte de quienes deben prevenirla, sino veamos la geografía que se inició con el proceso de pacificación de algunas fuerzas guerrilleras y la posterior reacción para eliminar los acuerdos.
El peligro en Colombia es que una inmensa cantidad de personas reaccionan ante los eventos de manera unilateral, sin reflexión, motivados por el ambiente hostil y violento que se vive, como el caso de la mujer atacada con alevosía por pedir a sus vecinos que bajaran el volumen a su parranda. Como ese ejemplo hay millones. El ciudadano común ha condicionado su psiquis para la violencia, o para reaccionar con violencia. En este punto solo falta el detonante para que se genere el caos, la guerra que necesitan algunos para evadir la justicia.
Sin embargo, contrapeso al panorama, miles y millones están cansados de ese ambiente inestable que se vive y ansían una paz, así sea una paz sentada en la silla de la corrupción. Colombia no necesita una guerra porque ya tiene décadas en ella, la única que necesita ahora es la pacificación mental de todos y la generación de un excelente criterio analítico individual para evitar lamentables situaciones como las acaecidas recientemente con el abogado asesinado por la policía y una mujer atacada por violentos drogados. No será fácil sanar la mente de tanta violencia por años engendrada, pero por algo se empieza.
