Son las cuatro de la mañana en San Cristóbal, estado Táchira, limítrofe con Colombia. Eugenia sale somnolienta de su casa en busca de alimentos. Se incorpora a la cola de más de cien personas frente a las puertas de El Mercal, cadena estatal de abastecimientos creada por el fallecido presidente Hugo Chávez. La fila crece sin cesar con personas que se agolpan con la esperanza de entrar y ser atendidas para hacer sus compras racionadas.
Eugenia, ama de casa de 60 años, cuenta que en el supermercado debe entregar su cédula de ciudadanía a un vigilante, y queda a la espera de que comience la atención al público a las ocho de la mañana. Los compradores ingresan en orden de llegada. Pero Eugenia solo puede ir a comprar los sábados, si bien el régimen de racionamiento está organizado según las terminales de las cédulas. Una suerte de “Pico y Placa” para comer.
En medio de la lluvia que cae esta mañana y después de permanecer seis horas en la fila de espera en el supermercado, Eugenia solo pudo llevarse 10 productos porque los otros que llevaba en su lista ya estaban agotados, pues el desabastecimiento vapulea a todo el país. Los artículos de primera necesidad cada vez son más difíciles de conseguir y una persona puede perder hasta un día buscándolos de abasto en abasto.
–– Uno se lleva lo que hay. Hoy no encontré arroz ni azúcar y me toca volver en ocho días a ver qué encuentro –– relató Eugenia al salir.
–– ¿Cómo hace para vivir una semana sin arroz ni azúcar?
–– Puedo ir a recorrer abastos para ver si encuentro algo y si el dinero me alcanza ––contesta extenuada por la jornada de compras semanal que todavía no ha terminado.
La escasez en Venezuela se ha acentuado desde el 2013 y obliga a los comerciantes a regular las ventas pero también les da la oportunidad de especular.
Otra ama de casa describe como “una odisea” la inevitable necesidad de salir a buscar alimentos en el mercado.
––La semana pasada solamente me demoré tres horas en la fila y otras tres horas comprando pero a la salida me robaron todo porque había conseguido papel higiénico y leche ––contó esta otra ama de casa.
La leche y el papel higiénico son muy apetecidos en toda Venezuela debido a su escasez. Esto ocurre en uno de los países más ricos del mundo de acuerdo con sus ingresos petroleros respecto de la población que podría beneficiarse de ellos a cuerpo de rey.
En la fila un hombre muestra de pronto su disgusto por la presencia de un integrante de la oposición que también fue a comprar y se desata una discusión. El chavista le exige que abandone la fila porque, dice a gritos, “es gente escuálida que le hace daño al proceso revolucionario y ni siquiera hace parte de esta comunidad”.
Cada comprador encarna su propio drama.
––Estoy aquí desde las cinco de la mañana. El vigilante recogió las cédulas terminadas en 9 y 0, soy mamá de dos niños que dejé solos en mi casa. Solo venden dos pollos, una leche y un aceite, si aquí no se consigue toca ir a otros Mercales y es otra cola. Aspiro salir de aquí antes de las doce –– se lamentó otra mujer de 30 años.
Al recorrer otro supermercado creado por el Gobierno, “Bicentenario”, esta periodista pudo constatar también las largas filas para comprar comida. No había leche, ni pollo. Quienes hacen la fila, como en Cuba, son renuentes a hablar por miedo a recibir represalias de la Policía.
–– ¿Nadie puede expresar una simple insatisfacción? –– pregunté a un hombre que esperaba a su esposa, que estaba en la fila.
––Es obligatorio sentirse satisfecho ––explicó.
Muchos indicaron la señal de silencio poniendo el dedo índice sobre los labios y otros dijeron no querían meterse en problemas.
A pesar de ola de protestas que hubo a comienzos de este año, los oficialistas no reconocen el desabastecimiento inminente, tangible y fotografiable. De hecho, el Presidente Nicolás Maduro, en el pasado mes afirmó durante un acto del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que hacer mercado “es muy divertido”. Aseguró que “dos potes de leche alcanzan para casi un mes en una familia de ocho personas”.
Para contrarrestar el desabastecimiento, el Gobierno planteó como solución instalar un sistema biométrico (con huellas digitales) para racionar la venta de alimentos en los supermercados y centros de abastos. Quien intenta comprar cuando no le corresponde, el sistema automático de racionamiento le arroja una boleta como la siguiente imagen.
Pero los chavistas viven una realidad distinta. Niegan rotundamente que haya crisis o escasez alguna. Según ellos, solamente existe “una guerra económica y un acaparamiento de los productos por parte de los mismos dueños de los supermercados”.
De acuerdo con el presidente del Consejo Legislativo del Táchira, Ómar Hernández, “los empresarios esconden los artículos para crear desestabilización social y emocional en los venezolanos”.
“Hay supermercados”, agrega Hernández, “que reciben los productos, pero los esconden en los depósitos y cuando duran varios días con los anaqueles vacíos y empiezan a sentir el desespero de la población, lo lanzan para que la gente forcejee para poder llevarse una paca de harina”, anotó.
Hernández asegura que “el desabastecimiento se debe al contrabando y a la reventa de productos en Colombia”, actividad conocida en la región como ‘bachaqueo’. A juicio del diputado, las colas y muchas de las cajas registradoras inhabilitadas para no vender en determinados momentos, también hacen parte de “esa guerra económica”.
No obstante, los indicadores económicos de Venezuela no son los mejores. Es el país con la inflación más alta del mundo. Tiene el nivel más bajo de libertad económica y los más altos de represión y controles estatales.
Hernández también niega que Venezuela viva una crisis financiera. Su economía, asegura, está “más fortalecida que nunca”, lo cual se contradice con la devaluación galopante del bolívar.
En seis años la moneda venezolana ha perdido 83,4 por ciento de su valor debido al alza de los precios, según datos del Banco Central de Venezuela. Así mismo, la inflación es ocho veces superior al promedio de América Latina.
“El sistema económico está fortalecido”, informa el optimista Hernández. “Tenemos una economía tan sólida que en pocos países del mundo un presidente incrementa el 40 por ciento del sueldo mínimo”, indicó.
El salario mínimo en Venezuela es de $4.251 bolívares ($92.024 en el mercado negro), pero ni siquiera alcanza para cubrir la cesta básica que es de $19.000 bolívares ($412.000). Esto significa que se necesitan más de cuatro salarios mínimos para cubrir la canasta completa. En esas circunstancias, de nada sirve que Maduro suba el sueldo mínimo con una inflación disparada.
El presidente del Concejo municipal de San Cristóbal, Eduardo Delgado, ve las cosas de otra manera: “Es lamentable la crisis económica que vive Venezuela” debido al enorme desabastecimiento y a que el Gobierno paralizó el aparato productivo.
“Venezuela”, explica Delgado, “es el único país que se molesta porque le vengan a comprar lo que se produce, porque no produce nada y no tenemos la capacidad de cubrir ni siquiera el mercado nacional. Nadie quiere invertir en un clima de anarquía en el que se han generado controles extremos para acceder a las divisas”, precisó.
La alta renta petrolera, sostiene Delgado, fue malgastada para mantener el aparato político-electoral y esto llevó a la ruina profunda. Revela que se ha dilapidado alrededor de un trillón de dólares.
Delgado fue enfático en señalar que el caos actual no lo ha generado necesariamente el actual presidente Nicolás Maduro. “Es”, a su modo de ver, “el resultado del fracaso del modelo socialista implantado por el fallecido Hugo Chávez, el que lejos de hacer inversiones productivas para Venezuela, se espolvorearon en otros países”.
Los empresarios se han tenido que ir del país, cuenta Delgado, por el aumento de los aranceles y porque las importaciones de materias primas que deben hacer deben financiarse únicamente a través del “dólar preferencial”, políticas que ahuyentaron la inversión privada.
El sector empresarial hace hincapié en las dificultades que tienen para la adquisición de divisas y en la restricción que los obliga a vender a determinados precios, lo que condiciona al mínimo sus utilidades. En algunos casos los costos de producción acaban siendo mayores al precio de venta.
El gobierno venezolano y la parte del país que lo respalda, viven el síndrome de Adán y Eva: no tienen qué comer, carecen de medicamentos y fue abolida la libertad de expresión, pero sostienen que están viviendo en el paraíso.
Espere la segunda entrega de nuestra serie Venezuela en Ruinas:
Cuando escasean los anticonceptivos…
En Venezuela, el país más rico de Latinoamérica, en las farmacias se acabaron las pastillas anticonceptivas, el acetaminofén, y los fármacos para enfermedades como la hipertensión y la diabetes. En Caracas la escasez de medicamentos llegó al 60 por ciento mientras que en el interior del país asciende al 70 por ciento, de acuerdo la Federación Farmacéutica.
Por @dianalzuleta