En muchos momentos de la historia el fútbol ha sido antesala de la guerra. El recuerdo célebremente triste del mundial de Argentina 78' en medio de la dictadura militar, es una imagen amarga del ocultamiento de la muerte para cientos de desaparecidos por el régimen de Videla.
La fuerza del fútbol como fenómeno social es incontenible. Y con razón. El fútbol despierta las pasiones del arte, tiene su propio lenguaje, y construye una audiencia incomparable. Significa algo más que un deporte y despierta respeto y admiración como en el pasado las batallas épicas. En buena medida el fútbol sigue siendo una batalla épica donde la destreza se mezcla con la audacia, y emergen ídolos y héroes.
Pese a muchas acusaciones el fútbol no es un deporte violento, no obstante los episodios de violencia que se presentan en el campo de juego. No es una representación viva de la guerra como las batallas de gladiadores, y no se muere asesinado en el campo de batalla. Es un “performance” alrededor de la competencia de destrezas individuales y colectivas, donde juegan la táctica y la estrategia al igual que en la guerra, pero sin los muertos.
La relación entre el fútbol y la guerra ha llegado por cuenta de la parálisis social que se suscita en los grandes eventos deportivos, con una total complicidad mediática donde ocurren barbaridades de las que nadie se entera, o son carentes de importancia frente al entretenimiento de la cancha.
Así sucedió el mundial de Sudáfrica en respuesta a las protestas masivas de la gente ante la explotación laboral para cumplir los requisitos de la Fifa, y otro tanto sucedió en Brasil cuatro años después.
A muchos de los futboleros que reniegan de la política se les olvida que ésta controla también el fútbol, y en el caso de la Fifa y la corrupción tras ella –que no es pública sino eminentemente privada en contravía del imaginario de muchos anacrónicos que buscan desaparecer lo público-, determina el deporte, el negocio y los intereses de toda índole detrás de éste.
La Fifa ha hecho del fútbol una máquina de dinero (muchas veces dinero sucio) bajo la cual se esconde una industria del entretenimiento que desdibuja el arte, y enajena las miradas de espectadores ausentes despojados de criterio. Allí hay un trágico efecto donde se encubren las violencias detrás y alrededor de los grandes campeonatos.
En estos días de Copa América (cuya sede es uno de los países que apoyan los diálogos de paz), vale la pena vivir el fútbol como la pasión y el arte que representa, y no como la forma de olvido y desmemoria a la que nos hemos acostumbrado sin darnos cuenta. Los medios de comunicación más poderosos se han venido encargando de quitar cada vez más legitimidad a los diálogos de paz, y darles cada vez más voz a los señores de la guerra.
Que no sea la Copa América la excusa para apartar la mirada mientras se bombardean los campos y se envenena de muerte nuestro suelo, buscando empujar con balas la tinta final del acuerdo, que no llegará nunca por esa vía.
Aprovechemos para que la Copa América sea una oportunidad para vincular el fútbol y la paz. De fondo, aquel deporte que nos conmueve representa lo que la reconciliación y la democracia significan: un conflicto en un campo de juego donde se expresa la audacia y destreza de contradictores que ganan o pierden, pero pueden vivir para jugar el siguiente partido.
Ojalá que sea ésta una posibilidad para que la gente del común se llene de esperanza para empujar este proceso y sacarlo adelante, donde los balones no sean armas propagandísticas de guerra (como los ha utilizado el ejército colombiano), sino símbolos de paz.
Me uno a la idea de aquellos que desde el fútbol vienen construyendo caminos para la reconciliación, enseñándonos que es la ruta más coherente para el país, y que los únicos que no lo entendemos somos los colombianos.
Que la Copa América no sea una venda en los ojos para incrementar la guerra, sino una perspectiva desde el fútbol para revalorar la vida. En estos tiempos vale la pena intentarlo, vale la pena insistir para que los únicos disparos sean al arco.
Cesar de inmediato las hostilidades por parte de ambos bandos y motivar a la sociedad colombiana en la reconciliación, son la mejor jugada.
#YoJuegoPorLaPaz #UnBalonParaLaPaz #ParaLaGuerraNada #CeseAlFuegoBilateralYA