El Gobierno Nacional ha expresado su preocupación ante los medios de comunicación internacional sobre el conflicto entre Palestina e Israel, así como sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania. El presidente Petro anunció la creación de una embajada para reconocer al estado de Palestina. Sin embargo, aparentemente, en Colombia, el presidente Petro no reconoce en su país al departamento del Cauca como una zona de guerra y violación de los derechos humanos.
En el norte del Cauca, específicamente en los municipios de Suárez, Corinto, Caloto, Toribío, y Tambo, los combates entre la guerrilla, el ejército y la policía son una realidad cotidiana desde hace más de 40 años. Estos enfrentamientos ocurren incluso en el corazón de los cascos urbanos, resultando en masacres de campesinos, indígenas, docentes y líderes comunitarios.
Las masacres y la guerra son parte de la vida cotidiana en el norte del Cauca. La guerrilla continúa secuestrando niños y colocando artefactos explosivos en las orillas de la vía nacional, hiriendo y mutilando a inocentes transeúntes. Ingresar a estos territorios sin un acompañante previamente conocido en la región es muy difícil. Cualquier persona que entre en la región sin la debida identificación podría ser señalada como sospechosa por cualquier grupo armado. Esta situación dificulta el adecuado acompañamiento de los derechos humanos y la presencia de periodistas y medios de comunicación.
Numerosas madres indígenas y campesinas viven con el constante temor de que la guerrilla secuestre a sus hijos para reclutarlos en la guerra. También les preocupa llevar a sus hijos a la escuela, ya que podrían quedar atrapados en medio de hostigamientos o enfrentamientos entre guerrilleros y fuerzas armadas, situaciones que lamentablemente son comunes en la zona. Además, las instituciones del Estado, la Defensoría del Pueblo y representantes de organizaciones como la ONU temen ingresar al territorio para brindar ayuda humanitaria y hacer presencia debido a la inseguridad reinante.
El gobierno nacional no ha logrado encontrar una solución adecuada para la situación. La presencia del Estado es mínima, y los diálogos de paz han mostrado poco avance. Por el contrario, en la región del norte del Cauca, los diálogos se han fracturado y los enfrentamientos continúan de manera constante entre los grupos armados, quienes luchan por el control de territorios y rutas del narcotráfico. El asesinato, junto con las masacres, lamentablemente se han convertido en hechos cotidianos en el norte del Cauca.
En esta región del país, los grupos armados se financian a través del narcotráfico. Toneladas de pasta de coca pasan por esta zona con destino a Brasil. Además, cientos de hectáreas de cannabis son cultivadas por campesinos e incluso algunos indígenas, quienes buscan sobrevivir con las escasas ganancias que obtienen.
Sin embargo, por otro lado, los grupos armados y altos mandos militares obtienen grandes ganancias de este negocio ilícito, como lo han demostrado casos documentados por la Fiscalía y reportados por algunos medios de comunicación y periodistas de investigación. Las comunidades de estas poblaciones continúan esperando que el presidente Petro muestre interés por esta región, así como lo hace por los conflictos en otros países.
Bladimir Sánchez Espitia, antropólogo y defensor de derechos humanos
