Desde tiempos inmemoriales, la guerra constituye parte de la historia de la raza humana, ya sea como resultado de la ambición del poder del hombre, por motivos de creencias religiosas o simplemente en la búsqueda de satisfacer necesidades de recursos naturales. No es guerra aquella donde no se pierde una cantidad considerable de vidas, mil o más según la definición del Instituto Internacional de Investigación de la Paz de Estocolmo. Colombia sí que sabe de la guerra, desde la conquista y durante la colonia, pasando por las guerras independentistas, como patria a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX con la guerra de los 1000 días, durante la furia del Bogotazo y finalmente con el nacimiento de las guerrillas en un conflicto armado que lleva más de 50 años y que ha tenido todos los tintes y colores que podamos imaginar.
Soñar con un mundo sin guerra en donde reine la paz en la diferencia, parece una frase sacada de "Imagine" de John Lennon, un deseo convertido en canción que nació y está vivo en los millones de corazones de paz que abundan en el mundo. ¿Será posible que el concepto de guerra evolucione y se limite, por ejemplo, a batallas deportivas donde la consigna sea el juego limpio? Una lucha de los más pequeños por la revancha de tener una mejor estrategia, un mejor proceso, que todo comience y termine en la cancha, y en donde la ambición por ser mejores sea sólo el deseo de ser campeón.
El fútbol es uno de esos deportes que engloba todo esto, es el deporte universal, un juego cargado de emoción que se practica en muchas culturas, que une los momentos de millones de jóvenes alrededor del mundo y decora la infancia de los niños de diferentes latitudes. El fútbol engloba los deseos de salir adelante de muchachos africanos, asiáticos y qué decir de los tantos latinoamericanos que sueñan con ser el próximo Messi, Neymar o James Rodriguez. El 2014 fue el año de la consolidación y el regreso de la gloria deportiva futbolística para Colombia, volvimos a estar orgullosos de un grupo de muchachos con un sentido especial. Nuestro entrenador, José Néstor Pekerman, supo encaminar un equipo y sacar lo mejor de éste, en cuanto a disciplina, talento y capacidad de trabajo. Se dicen muchas cosas, desde la reestructuración que le dio la Federación Colombiana de Fútbol y el empoderamiento a su técnico para cambiar estructuras donde la "rosca" y la popularidad de personas ajenas al ámbito deportivo era lo preponderante, hasta la inmersión en procesos de coaching, liderazgo y manejo de medios. Lo que sí es cierto, es que potenciamos nuestra habilidades y nos hicimos los 5 mejores del mundo en talento, estrategia y espectáculo para el público. Ganamos una guerra diferente como país, aquella que se debería ganar también en la ciencia, la cultura, la economía y en muchas áreas más, para como dice Andrés Oppenheimer en su libro "Crear o Morir", el día de un mañana no muy lejano tener un Messi de las Ciencias, un Neymar de la Tecnología o por qué no, un James de la Productividad Empresarial.
En el mundo e incluso en nuestro país, la gente no conoce las historias penosas de las regiones de donde más el universo nos entrega talento para el fútbol, muchachos como Pablo Armero "la alegría de la selección", Juan Guillermo Cuadrado "la magia" o Jackson el "Chachachá" Martinez, vienen de regiones hermosas, algunas del pacífico y otras del Urabá Antioqueño o Chocoano, donde en contrariedad con su belleza la violencia y la lucha por el poder se ha arraigado, y donde durante la época Paramilitar y posteriormente con las bandas criminales se han dejado historias de despojo, masacres, muertes y diariamente un largo prontuario criminal. Las guerrillas también han puesto su cuota e incluso las fuerzas armadas, en una guerra por el control del tráfico de drogas que sale de muchos de estos puertos hacia Centro América o por el control del contrabando que entra al país y del negocio no formal de la piratería en su máxima expresión. Jackson es de Quibdó capital del Chocó, uno de los departamentos donde la corrupción regional y la desidia del gobierno nacional, han abierto una herida grande debido a la deuda con esta zona en el cubrimiento de las necesidades básicas de sus habitantes. Armero es de Tumaco, un puerto del pacífico Nariñense, en donde la banda criminal de los Rastrojos y la furia inclemente de las "FARC" han sitiado el día a día de la "perla del pacífico". Cuadrado es de Necoclí, un municipio ubicado en el golfo del Urabá, otra bella región de donde tristemente se ha evidenciado que se planeó y salió por orden de Carlos Castaño el grupo de Paramilitares que cometió la masacre de Mapiripán, una de las más dolorosas de este país. ¿Qué hizo que Armero, Cuadrado y Jackson no incursionaran en un grupo armado ilegal? ¿Qué hizo que se alejaran de la tentación del poder que da el dinero fácil y las armas? ¿Qué hizo que hoy su vida no sea un fracaso de la sociedad colombiana y al contrario estén triunfando en Italia, Portugal e Inglaterra siendo figuras de grandes clubes de fútbol y asegurando una vida cómoda para sus familias? Quizás familias con un soporte sólido, quizás ángeles de la vida como esos "Profes" que trabajan con las uñas en esas regiones e inspiran a estos muchachos, quizás algún arriesgado agente que se atrevió a viajar a verlos y, siendo optimistas, demosle algo de crédito a un tal vez de un gobierno local con un buen programa de apoyo para estos jóvenes. Lo que sí se debe tener en cuenta de todo esto, es que es imperativo estudiar estas historias para fortalecer lo que se esté haciendo bien y poder potenciar nuestros talentos.
En este cuento corto, pregono porque el concepto de la guerra en nuestro país debe evolucionar en nuestro diccionario. La construcción de la paz requiere que se formulen modelos óptimos de apoyo, inclusión y visualización de nuestros talentos, lo mismo aplica para las ciencias, la cultura o cualquier área. Necesitamos más personas llevando nuestra bandera y peleando guerras diferentes, seguros de que sus bases se deben a que su pueblo logró invertir en las materias olvidadas. Esperemos que no sólo a partir de la firma de la paz, sino desde antes, en este presente y en un futuro muy cercano, las guerras que emprendamos sean similares a la guerra del balón, una guerra en el que no se pierden vidas.