Colombia vive la transición de un proceso político histórico, la firma del acuerdo de paz con las extinta Farc (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común). La guerrilla de ideología comunista más antigua del mundo, resurgiendo como partido político. Así mismo terminando años de guerra, muertes, e innumerables delitos y flagelos que agobiaron durante décadas a nuestra amada patria. Ahora en el campo de guerra político vivimos lo que yo denomino “una guerra de la paz”, donde emergió una división entre dos sectores: los que defienden los acuerdos con la guerrilla y los que quieren hacerlos trizas, pero este último no es más que una interpretación tergiversada, cuando la verdadera intención es hacer ciertas modificaciones en puntos determinados y de aguda preocupación.
En un extremo del escenario de batalla están los encargados de mantener como están los acuerdos de paz. Este grupo está conformado por colectividades de todos los partidos defensores, incluyendo uno que otro participante de sectores opositores. Este conjunto de grupos garantes, encabezado por el presidente saliente Juan Manuel Santos, ha luchado a capa y espada por blindar lo acordado en La Habana y asegurar que por lo menos durante los 20 años siguientes se mantenga como está.
Dados los resultados del plebiscito del 2 de octubre del año 2016, donde se impuso el no como resultado y voz del pueblo, rechazando los acuerdos acordados hasta ese momento, se generó un debate político fuerte que como efecto logró que bajo discusiones de sectores del no y el sí lograran en teoría modificaciones para lograr un acuerdo nacional que diera luz verde al proceso de paz. Todo esto se dio en una carrera acelerada del presidente Juan Manuel Santos para lograr firmar un acuerdo con la guerrilla, que como resultado final y polémico se alcanzó firmar.
En el otro extremo del campo de batalla se encuentran los voceros y representantes del no. Uno de sus líderes más influyentes es el expresidente Álvaro Uribe Vélez, el mayor crítico del acuerdo de paz. El exmandatario y los gestores del no dirigen toda una campaña en rechazo de temas como la participación política de los líderes de la exguerrilla, reprochando que no hayan pasado antes por una justicia o sin haber contado la verdad y reparado a las víctimas. Pero más allá de todas estas críticas, lo que buscan es hacer modificaciones al acuerdo alcanzado ya que, según ellos, el actual presidente pasó por alto lo discutido y pactado en la discusión nacional dado el resultado del plebiscito.
En el presente vivimos un nuevo escenario de batalla electoral hacia la presidencia, donde a la par coexiste una retórica proselitista entre candidatos que defienden en mantener el acuerdo de paz como está y los que defienden la idea de hacer puntuales modificaciones que necesita. Al final de esta batalla seremos usted y yo, los que fijaremos en el terreno de combate de las urnas el destino del proceso de paz y el ganador de esta larga y tediosa “guerra de la paz”.