Mientras regala cada día una perorata sobre la paz, Juanpa organiza su guerra. Solo nos cabe breve resumen de la guerra que quiere dejarnos en herencia.
- La guerra del narcotráfico.
No habrá seguridad en Colombia, ni paz, mientras tengamos narcotráfico. Y Juanpa está haciendo todo lo posible por aumentarlo, fortalecerlo, estimularlo. Veamos:
Los narcos necesitan grandes campamentos a orillas de sus cultivos. Los eficaces bombardeos que ordenó el Presidente Uribe, quedaron prohibidos. Las Farc, el ELN, las bacrim, pueden estar tranquilos, pues que nadie los inquietará desde el aire. De las erradicaciones manuales, cada vez más reducidas, se mueren de la risa.
El gran enemigo de la coca es el glifosato. Juanpa lo prohibió. Los narcos festejan.
La cocaína busca mercados en todo el mundo. Pero el primordial será siempre el de los Estados Unidos. Por eso, la primera arma de lucha contra los narcos ha sido la extradición. Juanpa la prohibió.
Resultado: los cultivos de cocaína se han multiplicado de manera asombrosa. Y con los cultivos, la producción, que hoy supera las quinientas toneladas métricas por año. Eso deja, solo para los narcos locales, antes de poner un pie en Centroamérica o México, por lo menos veinte billones de pesos por año. Lo que no se ganan todos los bancos que operan en el país. ¿Quién deja ese negocio?
Las fronteras se llenaron de coca y cocaína. Lo que está pasando en el Catatumbo, en Arauca, en el Putumayo y en Nariño escapa a cualquier previsión. Cuando el procurador Ordoñez dijo que Colombia se convertiría en un mar de coca, se equivocó. Ya es un mar de coca.
- El empobrecimiento del país.
La primera condición para sembrar el comunismo es el empobrecimiento del pueblo. La pauperización, la llaman los teóricos marxistas.
Tal vez con esa intención Juanpa y los suyos se robaron la bonanza petrolera. No era solo por enriquecer a los de la mermelada. Era para empobrecer a los demás. Y lo lograron.
El costo de vida es escandaloso. La gente no tiene para comer. Mientras tanto, la industria languidece y el campo está a la venta. Pero sin comprador. Nadie le pone un peso a una finca en Colombia. Porque no vale nada.
Resultado: Indignación popular que estalla, por ahora, en protestas como la de Transmilenio en Bogotá. Pero crecerá la audiencia, como en los versos de Zalamea. La guerra de Juanpa es visible y los colombianos ya incluyeron en la canasta familiar el precio de las extorsiones que sufren. Lo dijo el Gobernador de Antioquia.
- La tierra del posconflicto
Por limitado que sea Juanpa, sabe que la gente del campo no se deja robar el fruto de su trabajo. La tierra ha sido siempre el principio y motor de los grandes conflictos sociales.
Cuando Juanpa pacta con las Farc los famosos Territorios de Paz, sabe que lo que pacta es una guerra agraria. La extinción de dominio de las tierras inadecuadamente explotadas, para llenarlas de guerrilleros y milicianos, es una declaración de guerra a un país que había logrado, con matices y condiciones, paz sobre la propiedad privada en el campo. Pero Juanpa quiere esa guerra. O mejor, la quieren los que lo mueven. El Cura De Roux, el Cura Giraldo y los marxistas de viejo cuño, saben de lo que hablan. Y lo que quieren. Y lo que proponen. Juanpa no sabe. Y no le importa. Para él, como para tantos señoritos bogotanos, el campo es un horrible lugar donde los pollos andan vivos.
- La implantación del comunismo
La famosa Paz de Juanpa es la del Socialismo del Siglo XX, acaso con otro nombre. Se trata de destruir los pilares de la economía de mercado, de la libertad de empresa, del respeto a los derechos adquiridos, y ya lo está practicando.
La ruina de la Industria, con las excepciones de las de sus amigos, como Hitler lo hizo, es dramática. Nadie en Colombia tiene la mala ocurrencia de proponer la fundación de una fábrica.
La persecución a los industriales del azúcar, a los ganaderos, a los mercados de gran superficie, es apenas el aperitivo de lo que vendrá. Para Minchirrinchi, la culpa de la escasez y la carestía la tienen los enemigos del pueblo, los empresarios. Igual que Chávez. El Posconflicto ya empezó, señores.
Juanpa no va a traer la paz a ninguna parte. Su designio, o el de su hermano Enrique, marxista de origen, es el de crear la Patria socialista. Por eso los homenajes al cura terrorista Camilo Torres. Y por eso su tono desafiante y pendenciero. Y su voluntad para desmembrar y rendir al Ejército y a la Policía.
Y Colombia no quiso nunca el comunismo. Implantarlo a la brava, es el camino más expedito a una nueva guerra. La de Juanpa, por supuesto.