Colombia pareciera destinada a vivir de guerra en guerra. Fuimos condenados a vivir 100 años de soledad y de guerra, como magistralmente nos lo enseño García Márquez. Todo empezó con la guerra civil entre federalistas y centralistas (1812 y 1815) que dio origen a la patria boba, de la cual somos dignos herederos. Luego nos embarcamos en las llamadas guerras civiles entre caudillos militares y políticos guerreristas, como la Guerra de los Supremos (1839), la guerra entre Gólgota y Draconianos(1864) las varias guerras de Tomas Cipriano de Mosquera, la Guerra de las Escuelas (1876), la Guerra de los Mil Días (1899).
Terminamos el siglo XIX en guerra y a poco andar el siglo XX emprendimos la más feroz e inútil de la historia: la llamada Violencia, entre 1930 y 1960. A partir de 1964 nos entusiasmamos con la Guerra de guerrillas (FARC, ELN, EPL, M-19) a nombre de la justicia y la igualdad. En medio de esta surgió otra, desalmada, cruel y financiada con los sucios dineros del narcotráfico: la guerra de Pablo Escobar y sus herederos naturales: los narcos y los paramilitares. En el siglo XXI seguimos en guerra: las Farc sigue vivas y coleando, al igual que los herederos del paramilitarismo de Castaño y Mancuso, bajo la denominación Bandas Criminales (Rastrojos, Urabeños, etc., etc.). Ahí vamos, en esas estamos. Aquí todavía no se rinde nadie
Ninguna de las guerras libradas en doscientos años contra el Estado resultó victoriosa. Solo Tomás Cipriano de Mosquera derrotó al Gobierno de Mariano Ospina Rodríguez en 1863 y se alzó con el poder a través de las armas. Todas las demás, grandes y chiquitas, terminaron en derrotas sangrientas y afrentosas o en negociaciones de todo orden. Los únicos que han ganado en todas han sido los Señores de la Guerra.
Si las conversaciones de la Habana llegan a feliz término, como todos los colombianos queremos, necesitamos firmar la paz y emprender de inmediato otra guerra: contra la pobreza, la inequidad, la discriminación, la precaria democracia que tenemos. Ángel Pérez, un experto y estudioso de los temas educativos, propone una iniciativa para adelantarla: "La lucha contra la pobreza y la concentración del ingreso, sólo es ganable si paramos la guerra, aumentamos impuestos y gastamos más en educación. El gasto educativo es fuertemente redistributivo. Para empezar tenemos que establecer jornada única lo cual demanda enormes recursos en infraestructura y dotaciones escolares, mejorar las condiciones salariales y calidad de vida a los 300.000 docentes oficiales de Colombia, reestructurar las facultades de educación del país y fortalecer con recursos financieros a los 12.500 colegios oficiales del país. Hoy Colombia gasta cerca de 31 billones de pesos en educación (gasto público) y debe consolidar un gasto de por lo menos 42 billones de pesos, en los próximos 5 o 7 años. Esta será la negociación postconflicto."
Como se ha vuelto un poco manido decir y soñar que el postconflicto será fin de toda guerra y el logro de la paz duradera, yo prefiero proponer que nos preparemos para librar la Guerra contra la Pobreza a través de la educación, sin treguas, sin negociaciones o ceses bilaterales. Es la única en que todos seremos ganadores.