El proceso de paz colombiano liderado por el presidente Santos, aunque no ha sido perfecto, tiene mucho de favorable, empezando por la disminución en las estadísticas de muertos y ataques a las poblaciones, como resultados de las embestidas de las Farc. Esto no admite discusión.
Ya las Farc entregaron unas armas que según la ONU son de gran calidad. A los guerrilleros ya el Estado les limpió sus hojas de vida de tantos crímenes, les concedió perdón y olvido, pero jamás podrán limpiar su conciencia de tantos muertos, desaparecidos, desplazados y violaciones.
Si bien el proceso de paz ha sido un proceso fragmentado, es una paz a medias, porque existen otros grupos que tienen y han tenido al Estado sometido también por décadas de años. Grupos como el ELN, AUC, BACRIM y otros menos nombrados, pero igual de criminales; hacen que el verdadero concepto integral de “Paz” no exista en Colombia. Cada día hay muertes de civiles, policías y militares, como también el desplazamiento forzado, que aún sigue creciendo y que los medios de comunicaciones no publican con la resonancia de otras noticias e informaciones que también son importantes, pero no atentan con tranquilidad y el sosiego de los colombianos, llámese paz.
Una guerra interna puede nacer por muchas razones, entre ellas: por la falta de autoridad, por iniquidad y también por falta de justicia y peor es la guerra cuando la justicia está politizada. De ejemplo está Venezuela, y quiérase o no, en Colombia estamos a poca distancia de esta situación. Suficiente ilustración tenemos no más con el caso de la sentencia de la Honorable Corte Constitucional, cuándo para salvaguardar la Constitución, medio le metió freno al fast track. Desde el presidente Santos y sus séquitos de todas las categorías y por los medios de comunicaciones y redes sociales hubo guerra verbal de alto calibre y matonearon a un magistrado que se acababa de posesionar y que fue postulado por el gobierno Santos y el Congreso enmermelado de baja credibilidad se lo escogió. Supuestamente el magistrado Bernal se les torció. Lo que indica la politización de la justicia, he ahí una guerra que comienza verbalmente, entre gobierno y opositores, además, no todos los opositores son uribistas.
El gobierno Santos y su gobierno, hoy está más centrado en “guerrear” con Uribe, y para saberlo no se necesita demasiado nivel educativo. La guerra vende y mantiene sintonía. Sin citar a nadie, basta con leer a los columnistas de los grandes periódicos del país, el 75 % de ellos solo escriben sobre las posiciones de Santos y su gobierno y las diatribas diarias de Uribe. Mientras el país nada sincronizadamente en coca, corrupción e impunidad. Ni que decir del Congreso, hoy es un centro de verduleras y verduleros.
Los medios de comunicación deberían, por lo menos, ponerse de acuerdo y no publicar ninguna voz beligerante del gobierno, ni de Uribe ni de congresistas, mucho menos de la iglesia. Por el contrario, exigirles a todos como seguir construyendo una paz con todas esa fuerzas oscura que existen aun delinquiendo. Eso sí; siempre y cuando haya autoridad, equidad y una justicia pronta y ciega como su símbolo representativo.