Se diría que el hombre necesita a los dioses y desde siempre los ha creado, bajo el amparo de unos profetas. Ha habido tantos dioses en todas las mitologías, que entre los hindúes llegaron a existir, durante varios siglos, unos que se llamaron los Alcobendas y los Thugs, adoradores de una diosa de seis brazos de gran belleza: la diosa Kali. Debían, por su religión, estrangular a los que no fueran de su credo y robarles sus haberes, todo para congraciarse con la deidad a la que adoraban, pero temían con horror porque con horror mataba. Esta historia es larga y variada ciertamente.
Por otro lado hay que recordar que Mahoma, el Profeta, fue a la montaña y se internó -como lo había hecho Jesús- casi sin comida, solo, a meditar. De allí bajó con el Korán y fue a predicar a la Meca. El paraíso entonces estaba concebido, entre otros, para el que dieren su vida por el dios Alá. Sin embargo, nadie le paró bolas. Entonces volvió Mahoma a la montaña y aunque no sabía escribir, Alá también entregó el paraíso al que matara en la guerra santa, en defensa de la virtud. Tal fue entonces la Yihad o Guerra Santa, que volvió religioso el combate contra los infieles, que eran todos los demás.
Podría decirse que muchos siglos antes Javé o Jehová estableció, a través del profeta Abrahan, que el pueblo judío era el escogido por Dios y privilegiado en su destino, no obstante tener que mantener perenne una lucha frontal por su subsistencia y en defensa de su Dios.
Esto nos dice que la guerra eterna del Medio Oriente, tiene un origen sagrado, como la evidencia histórica lo demuestra. Es pues un asunto no tan sencillo de resolver; y sobresale a la vista que el pueblo palestino, donde reina el pensamiento de Mahoma, cree en la yihad como un deber iluminado. Se diría entonces, no obstante ser un tema muy delicado, que allí existe una especie de enfrentamiento entre dos Dioses -y los hombres que están detrás- y está en juego la vida, pero también el Paraíso. Un mandato divino, aunque no lo parezca a simple vista.
En los últimos episodios nadie puede desconocer que fue Hamas el que inició el ataque violento, brutal y sanguinario, sin ningún motivo y menos provocación en la franja de Gaza. El 7 de octubre de 2023 se reinicio el conflicto, aparentemente apaciguado. Y hay que advertir que Hamas se había preparado y había creado en el subfondo de escuelas y hospitales cuarteles de combate. Y no solo mató a tanta gente desprevenida y civiles no activistas, sino que secuestró centenares de gente inocente y no combatientes.
En realidad Hamas había cultivado misteriosamente ese ataque abusivo y traicionero, sin motivo alguno. Israel con su primer ministro Neftalí Netanyahu, preparado como está para el combate después de las múltiples agresiones que se dieron cuando la Guerra de los seis días que iniciaron y perdieron en ese breve tiempo todos los musulmanes y otras tantas convulsiones, repondió. Para ellos es preciso acabar con Hamas. Y hay por supuesto un genocidio, pero provocado. Hamás y Hezbolá son realmente lo mismo. Terroristas reconocidos por las Naciones Unidas y por las Cortes internacionales. Bien proveídas de recursos por el petróleo de una revolución terrorista que gobierna Irán.
Se observa que con deleite disparan más de cien cohetes de largo alcance y mueren ocho soldados israelíes, mientras los iraníes celebran con cantos y bailes y alegría. Netanyahu inicia su contraofensiva y amenaza con dispararle a unos centros nucleares de Irán, bajo el dominio de un jeque religioso Masud Pezeshkian quien expresa: “No buscamos la guerra” pero advirtió de una respuesta más fuerte en el evento de que “Israel respondiera al ataque después de los misiles lanzados por Teherán”. Ahora viene en repique la reacción inaudita de Israel y de los terroristas de Hezbolá.
La inquietud es: ¿Son los dioses, o son los hombres o son ambos? Pero cuidado, que la guerra nuclear está que arde. Se diría que quiere arder.