La Guajira de Colombia derrite el frío de Estonia gracias el festival de cine de Tallin (PÖFF)

La Guajira de Colombia derrite el frío de Estonia gracias el festival de cine de Tallin (PÖFF)

'Semilla del desierto', dirigida por un colombiano, ha llevado los paisajes de La Guajira a la Selección Oficial del Tallinn Black Nights Film Festival

Por: David Sánchez
noviembre 28, 2024
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La Guajira de Colombia derrite el frío de Estonia gracias el festival de cine de Tallin (PÖFF)

La película Semilla del desierto, dirigida por el colombiano Sebastián Parra, ha llevado a los paisajes áridos y cautivadores de La Guajira a la Selección Oficial del Tallinn Black Nights Film Festival, uno de los certámenes de cine más prestigiosos del mundo. En este contexto, Parra describe su obra como "un retrato donde la crudeza de la realidad cotidiana se encuentra con lo apocalíptico". Con raíces profundamente arraigadas en su tierra natal, el director buscó explorar las emociones humanas a través de un paisaje que, como él mismo señala, "no solo es un lugar físico, sino un estado emocional".

La trama sigue a Caviche y Chelina, dos jóvenes desesperados por un embarazo no deseado y las amenazas del padre de ella. En su intento por reunir dinero para un aborto, se convierten en contrabandistas de gasolina en la peligrosa Caravana de la Muerte. Esta odisea los lleva a enfrentar no solo los riesgos del contrabando, sino también las sombras que el desierto proyecta sobre sus vidas.

"Soy de Urumita, un pequeño pueblo al sur de La Guajira", cuenta Parra al hablar de su conexión personal con el entorno de la película. "Aunque está más cerca de Valledupar que del mar, el desierto siempre ha estado presente en mi imaginación, como un lugar lleno de historias y desafíos". Con esta base, Semilla del desierto se filmó en localidades emblemáticas como Uribia, Manaure y el Cabo de la Vela, lugares que el director describe como "esenciales para capturar la autenticidad que queríamos transmitir".

El filme no solo aborda la travesía de sus protagonistas, sino también problemáticas sociales profundamente enraizadas, como el contrabando de combustible. Parra explica que este tema, aunque presentado como ficción, tiene un trasfondo crítico: "Es una forma de hablar sobre cómo decisiones externas pueden impactar a las comunidades locales. No se trata de señalar, sino de abrir reflexiones".

El rodaje contó exclusivamente con actores no profesionales, seleccionados tras un exhaustivo proceso que involucró a más de 2,000 personas. "Lo más difícil no era encontrar el perfil físico, sino el emocional", señala el director. "Necesitábamos que los actores pudieran conectar profundamente con sus personajes, y eso requería identificar paralelismos entre sus vidas y las historias que queríamos contar". Este enfoque aporta una autenticidad única a escenas como la llamada candelita del macho, donde dos coches compiten tirando de una cadena hasta que uno termina en llamas. "Es ficción, pero está inspirada en vivencias que reinterpretamos para la película", explica Parra.

El cineasta, influenciado por figuras como Amat Escalante y Carlos Reygadas, destaca que su formación más significativa fue filosófica: "Antes pensaba que el cine era solo entretenimiento. Ahora entiendo que es una herramienta para plantear preguntas y dialogar con la realidad". Esa visión, sumada a su experiencia en diplomados y talleres, le permitió crear una obra que, según él, "no busca sorprender, sino abrir conversaciones y generar memoria colectiva".

La noticia de la selección en un festival de categoría A fue un momento clave para Parra y su equipo. "Mi primer pensamiento fue: ‘Habrá más gente que la verá’. Eso es lo más importante: que nuestras historias lleguen a públicos internacionales". Desde su proyección en Tallin, la película ha recibido preguntas profundas sobre sus intenciones y contexto, algo que el director valora como lo más gratificante: "Que las ideas que estuvieron en el guion y en la cámara lleguen al espectador y provoquen reflexiones".

Con un futuro que promete más festivales en Europa y Latinoamérica, Semilla del desierto emerge como un testimonio del poder del cine colombiano para conectar lo local con lo global. "Hacer cine en Colombia es como escarbar el suelo para encontrar algo", concluye Parra, destacando la necesidad y la urgencia de contar historias como las de Caviche, Chelina y el desierto que los contiene.

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