La grabación de la conversación telefónica entre la concejala de Maicao y el candidato a la gobernación Wilmer González Brito ampliamente difundida por los medios nacionales y locales, desnuda la realidad política de Colombia, y en especial, de La Guajira. Y aclara cómo se llega a esas instancias de poder recorriendo un camino entramado de mucho dinero. Refleja también, con mucha tristeza, el manejo que se le da al elector indígena y lo costoso que resulta movilizar a esas personas de sus rancherías a los centros de votación.
Si partimos de lo que recibe un individuo; un desayuno y un mercado y lo que incentiva al líder, unos recursos para que compre chivos, como dice la concejala, nos podemos hacer una idea cómo se cotiza un voto en el mercado electorero guajiro. Ya reunidos los integrantes del grupo de un líder en particular, también se puede calcular con ejercicios matemáticos simples, la reventa con su respectiva comisión de esa preciada mercancía. Hay que sumarle la logística y transporte.
Si ponemos un promedio de 20 votos por líder, la concejala manejaría un promedio de 42 unidades o sea 840 potenciales sufragios que al ser pormayorizados le reditúa una comisión de venta que en la charla de negocios no es muy clara la cuantía, pero que la concejala señala como “lo que ustedes obsequian”, que debe ser coherente con lo que reciben los líderes. La negociación pactada no puede ser inferior a 42 chivos, que podrían costar en el mercado alrededor de $3.000.000.
Hay dos valores agregados que se mencionan en la rueda de negocios telefónica: el contar con un mandatario, gobernador en este caso, y entrar a coalición como concejal. El primero nos recuerda lo que significa en Colombia y en especial en La Guajira, la influencia de tener un gobernante amigo; que va desde conseguir cosas oficiales sin el cumplimiento de los requisitos, hasta conseguir que a familiares o amigos no le caiga el peso de la ley al momento de una trasgresión.
El segundo valor agregado de “entrar a coalición” significa, ni más ni menos, que hacer parte del reparto de dinero en los concejos, asambleas, cámara de representantes o senado para que pasen los proyectos y tener la posibilidad de conseguir puestos en la administración pública. Eso desnuda descaradamente nuestra realidad política, ya que esas instancias de coadministración se convierten en grandes peajes franqueados, que no dejan pasar ningún proyecto sino hay plata de por medio. En eso los concejales de Riohacha y los diputados del departamento tienen un posdoctorado.
También es evidente en esa desprevenida charla privada, ahora pública, la ley de la oferta y la demanda que rige todo mercado, aun el de votos. La otra gran campaña trataba de conseguir la misma mercancía ofreciendo mejores condiciones de pago. Un principio básico es que al aumentar la demanda, con una oferta fija o constante, los precios suben. En el hipotético caso que la tercera campaña hubiese entrado en el mercado cautivo de votos, ofreciendo pagos o prebendas, las campañas se hubiesen encarecido.
Así pues, esa es la patética realidad de nuestra guajira. Esa misma cotización del mercado de votos sirve para los grandes negociados a nivel nacional, donde ya lo hace el alcalde, gobernador o representante a la cámara. ¿Es ésta cochinada una democracia? Muchos guajiros que siempre han visto ese comportamiento lo ven como normal. Pero precisamente ahí están las causas de todos los problemas de La Guajira. Los que llegan van desaforados a recuperar la cuantiosa inversión sin importarle la suerte de las comunidades. .
