La casa tiene tres pisos, cuenta con seis habitaciones, cuatro baños, tres salas y un patio. Vale alrededor de 7 millones de pesos mensuales el arriendo. Juan David Duque, un pelado de 29 años íntimo de Daniel Quintero, hijo de un comerciante de San Victorino, pondrá la plata para mantener el lugar de acá a mayo, cuando se decida en las urnas quién será el próximo presidente. Él mismo pago también el letrero luminoso del frente: Petro. Es que, lejos de una casa de campaña convencional, este será el refugio donde jóvenes de toda la capital podrán echar tinto y hablar de política en los próximos siete meses. El único requisito que tendrán que cumplir es profesar la devoción que le tiene Juan David Duque a Petro. Por eso, en el atardecer del miércoles 17 de noviembre, convocó a la fanaticada petrista a inaugurar el lugar. A la cita llegaron unas 500 personas. La casa estaba atestada. Había cerveza, un pésimo comediante y una batucada. El gancho era en que cualquier momento aparecería el líder acompañado de una de sus escuderas más fieles, Maria José Pizarro.
Las puertas de la casa se abrieron oficialmente a las 5:30 de la tarde, desde ese momento, subido en una improvisada tarima, Duque hacía maromas para mantener la atención del público. “El candidato está por venir”, “la agenda está apretada”, “empiecen a hacer fila para tomarse la ansiada foto”. Dos horas después le llegó un mensaje por el Wasap. Petro, quien en ese momento se encontraba en Neiva, declinaba la invitación aduciendo problemas con su cargo de senador. La desilusión fue absoluta. Una vez más Petro le quedaba mal a los que más lo querían.
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La ingratitud del hombre que tiene más posibilidades de ser presidente hacía los que más lo querían era absoluta. De eso saben antiguos compañeros de lucha
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Es que la ingratitud del hombre que tiene más posibilidades de ser presidente hacía los que más lo querían era absoluta. De eso claro que saben antiguos compañeros de lucha como Antonio Navarro Wolf o Guillermo Asprilla, el fallecido padre de Intii, o simpatizantes como Daniel Garcia-Peña, su jefe de campaña en el 2010, quien, dos años después, renunció a su alcaldía no sin antes poner este trino: “Un déspota de izquierda, por ser de izquierda, no deja de ser déspota”. Carlos Vicente de Roux y Jorge Rojas, escuderos incondicionales, también terminaron al lado del camino por la soberbia del líder del Pacto Histórico.
Seguramente en los próximos días Petro visitará el lugar, se tomará las fotos de rigor con la muchachada. Su rictus adusto se quebrará con las sonrisas de campaña. Pero el desplante y su habitual grosería vuelven a quedar expuestos. ¿Era tan difícil comprobar en su agenda que ese día tenía viaje fuera de Bogotá? ¿Son tan evidentes sus problemas de empatía que simplemente no le importa quedar mal? Petro es un político excepcional, y viendo la inteligencia gnómica de candidatos como Federico Gutiérrez, uno podría decir que es el último genio de la política colombiana, sus debates, su discurso, es de una potencia absoluta, ah, pero como tantos hombres brillantes, qué mala persona que es. ¿Se lo imaginan con el poder de un presidente? A mí en lo particular, me da terror.
Adenda: a esa misma hora, en el diminuto teatro Bernardo Romero Lozano, Camilo Romero hacía oficial su rebeldía a los Verdes y exponía los cinco puntos de su campaña. Es obvio que no tiene opciones reales a la presidencia, pero qué gran opción es. Contrario a Petro, llegó puntual y se entregó de lleno al puñado de seguidores que lo esperaban.