Sí, mucha, muchísima y muy fuerte. De todos los niveles intelectuales y sociales que pueda uno imaginar. Campesinos agricultores, medianos y pequeños, empresarios del agro, agrónomos, maestros y estudiantes, profesionales de todas las áreas del saber. Médicos, economistas, administradores, geólogos, ingenieros de todas las ramas, incluida la de minas, todos ellos apoyados e informados por un equipo grande de técnicos, expertos, conocedores y muchas otras personas cultas, estudiosas y capaces de entender, quienes se han empeñado en estudiar múltiples documentos que van desde el Concepto Técnico de Corantioquia, los estudios de COMFAMA y los de otros consultores hasta el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) radicado por AngoGold Ashanti (AGA) ante la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA).
Todas esas gentes, como dirían los mexicanos, han leído o escuchado bien lo que dicen los funcionarios y los asesores de AGA, los interesados por dinero o por éxito político o profesional y unos pocos personajes que, esos sí de manera incomprensible y desconcertante, desinforman pegándose del mismo estribillo de que los que no apoyan el proyecto lo hacen por falta de información. Esas “gentes” distinguen muy bien lo que es mentira de lo que son la verdad y la razón, lo que se puede y lo que no se puede hacer aquí, por más que los de AngloGold Ashanti sostengan lo contrario.
Esa labor de desinformación comienza diciendo que si en Chile y sus vecinos se puede hacer gran minería de cobre y oro, aquí en Colombia también podemos. Y la bautizan como minería bien hecha, minería responsable, minería con propósito, convencidos ellos de que van a deslumbrar a quienes los escuchan, creyendo que son todos niños dóciles o ignorantes.
El cuento de que si Chile y Perú, países en los que una porción significativa de su producto interno bruto procede de la minería del cobre, aquí también podemos y debemos explotarlo y aprovecharlo, pierde cualquier asomo de validez ante el hecho inmodificable de que, aunque nuestra cordillera occidental es parte del mismo cinturón andino del cobre donde tienen sus yacimientos y sus instalaciones mineras los dos más grandes productores de ese metal en el mundo, nuestra localización con respecto al Ecuador, marca una gran diferencia: en esos países las montañas donde se encuentran los yacimientos de cobre son totalmente desérticas, pura arena descubierta, con un aire seco, donde casi no llueve y el agua proviene del deshielo de los glaciares que penetra las arenas, donde un hueco de subsidencia, por grande que sea, no daña nada y hacer una gran pila de roca molida no echa a perder bosques ni tierras de cultivo, ni genera graves riesgos.
En cambio, nuestra localización en el cinturón andino es tropical, biodiversa, húmeda, boscosa, con una gruesa capa vegetal que facilita y marca su vocación agrícola y ganadera, donde las lluvias mojan los plantíos y generan abundantes aguas superficiales y subterráneas cuya destrucción y contaminación sería un terrible crimen. Este solo hecho es suficientemente grave para estar en contra de proyectos como Quebradona, que adicionalmente, por más tecnología “de punta” que le pongan, no es posible realizarlo sin hacer enormes daños al medio ambiente y a la sociedad, como demostraremos en próximos días.
Ahí tenemos el primer engaño de los que mucho usan quienes hablan por AGA, entrenados para eso, para ocultar y mucho mentir. Y ¿cómo creerle a una empresa que así vende su imagen y que arrastra un oscuro historial de desastres ambientales y abusos contra la humanidad alrededor del mundo? Ya tendremos oportunidad de destapar ante el público, con pruebas y detalles, unas cuantas de ese sartal.
*Ex ministro de minas