Es demasiado tarde ya, para intentar reversar o volver atrás las malas decisiones. A pesar del inmenso esfuerzo que realizaron las alcaldías de Barranquilla, Soledad y otros municipios junto con la Gobernación del Atlántico a través de serias campañas de prevención, mitigación y contención del COVID-19, las cifras de muertos en los próximos días en esta región, se contarán triste y fatalmente por millares.
Radica principalmente ese desastre por venir, en pésimos factores culturales de las gentes de esta zona del País que, en su disonante y rimbombante discurso de “frescura” y “cheveridad” retan y desafían con su actitud irresponsable, hasta la propia Muerte.
No ha captado el costeño nato ni tampoco el foráneo adoptado que, la enfermedad que acosa al Mundo en debacle, es una realidad que arrebata vidas por miles. No es un asunto exclusivo de “estratos”, pues esa pésima conducta de “desafío” la llevan enclavada en su personalidad desde los pobres hasta los más ricos de esta región.
En suma de lo anterior, la infraestructura médica de la "Costa Caribe" en general, es completamente insuficiente y también se encuentra plenamente desactualizada, casi que obsoleta. La inversión social ha tomado caminos bien distintos y paralelos al de la Salud. Recientemente, varias clínicas de la ciudad de Barranquilla han cerrado sus puertas a pacientes con sospechas de estar bajo la influencia de este temible virus. Al cierre de estos centros de salud se unirán otros también con seguridad.
Las alarmas están encendidas y la dama de la “Muerte” ha comenzado a recorrer sin compasión estas tierras. Estaremos en el plazo inmediato y con fatal tristeza, delante de los ojos del Mundo, por la calamidad que se avecina. Pronto seremos obvio combustible de ese periodismo “morboso” y “alarmista”, en portadas de diarios y de muchos noticieros radiales y televisivos también.
Con seguridad muchos de esos irresponsables, como siempre, se lanzarán a las calles y cerrarán en muchos casos vías y accesos. Con sus rostros cubiertos lanzarán piedras a diestra y siniestra demandando “atención y solución” de sus propias e insanas decisiones, sobre llantas hechas fuego. No faltará quien, desde la comodidad y seguridad de su hogar, incite o avive tal anarquía por venir.
Al final y cuando finalmente todo acabe, pues nada dura para siempre, habremos todos aprendido con el debido rigor de la dificultad que, haber tomado pésimas decisiones cuesta no solo obvia tristeza y profunda melancolía. También nos habrá costado, no haber llegado lejos como Ciudad y como Región, pues los múltiples esfuerzos en tal propósito hasta ahora realizados por el sector público y el privado, quedarán absolutamente relegados en el pasado y en la memoria por esa cruel irresponsabilidad de muchos……No de todos.