La salud le jugó sucio y en cinco años el deterioro de los pulmones le impidió volver realidad los miles de sueños y propósitos para salvar la vida marítima que lo bombardeaban día y noche. Pero insistió y reconstruyó hace pocos meses en su querida Santa Marta, la tierra de sus mayores y su último refugio para intentar respirar bien un nuevo velero que bautizó El Bucanero.
Pero lo suyo era la lucha contra la contaminación que ha hecho del hombre de los ríos y los mares. Se propuso, casi en solitario, limpiar el rio Manzanares que recorre Santa Marta tendiéndole unas mallas-trampas en el recorrido para que la basura y los desechos producidos por los humanos no llegara hasta el mar.
Pero una de más memorables de sus últimas aventuras fue la expedición que emprendió con la fundación la Fundación Caminante del Viento y apoyado por Conservación Internacional para limpiar de plástico el mar caribe. Participaron incluso buzos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta organizados por el líder arhuaco Danilo Villafañe quien murió ahogado en el mar que quiso proteger en diciembre pasado.
El navegante Franco Ospina modificó su velero Tortuga-I para este proyecto y asimilarlo a referencias de barcos en cruzadas internacionales similares como el velero Kawai que lideró la expedición Ocean Voyage Institute en Hawái lográndola recolección de basura más grande de la historia.
La meta que se propuso el colombiano fue liberar el mar de al menos 5 a 10 toneladas a la semana en la expedición que comenzó en el Cabo de la Vela en La Guajira para luego convertirla en material de reciclaje. Y lo logró con creces. Recogió redes de pesca a la deriva y limpiaron playas remotas, pequeñas calas, tuvo siempre como misión: darle respiro al planeta recogiendo todo el plástico que lo ahoga. Su foco de acción: el Caribe Colombiano.
Y por eso continuó la labor de su papá el Capi Ospina con la preservación y ampliación del Acuario de Santa Marta donde se muestra la riqueza de la fauna del mar Caribe.
Fueron largas jornadas de recorridos con su tripulación de buzos, muchos de ellos nativos, incluidos indígenas wayuu y jóvenes de la región. Con las cuatro toneladas de basura que sacaban querían además liberar no solo las aguas, sino también la fauna, porque si algo puede resultar letal en el fondo del mar es el plástico y su consumo por parte de tortugas y peces. El proyecto, además de salvar la vida marina, pretende despertar conciencia e inspirar a que las personas no tiren los desechos al mar o a los ríos y disminuir la contaminación de las playas.
El trabajo más exigente es sacar el micro plástico de los lugares a donde llegan las corrientes de los ríos: las personas convierten las riberas en basureros de elementos cotidianos, y al final, todo termina en el mar. “En el parque Tayrona tenemos un par de bahías que recogen plástico. Todo el plástico que viene de la corriente de Panamá, que viene subiendo por la costa norte colombiana, se reúne ahí” explicó el capitán Franco Ospina. A este tipo de playas no hay acceso por otra vía que no sea marítima y por esto la importancia de veleros como el Tortuga que permiten su aproximación por agua.
El plástico que recojan será entregado a las grandes plantas de reciclaje que existen en el país para transformarlo y volverlo útil. Esto puede terminar convertido en elementos de infraestructura social como bancas para parques, rampas para acceso de sillas de ruedas, o juegos de niños.
Los seres humanos consumen al año, sin saberlo, más o menos la cantidad de plástico de la que está hecha una tarjeta de crédito. El plástico que se tira al mar se descompone en pequeñas partículas, ese “polvito” es del mismo tamaño que el plancton, el microorganismo inicial de la cadena alimenticia en el océano y las pequeñas especies marítimas lo ingieren como alimento, lo que termina llegando a algunos peces de consumo. Al final, los humanos terminan comiendo el pez y de paso, el plástico como lo explica en esta conversación con Juan Manuel Ospina realizada hace seis meses cuando nunca creyó que la muerte se le atravesaría en su misión.
El problema no son solamente los océanos, dos de los afluentes más importantes de Colombia, el Amazonas y el Magdalena, están entre los veinte ríos más contaminados de plástico del planeta. La tarea es grande y quedó inconclusa, pero muchos continuaran con ella decididos a proteger la vida en el océano para seguirla descubriéndola, estudiándola y respetándola.