En la actualidad con frecuencia escuchamos nombrar las fake news o noticias falsas, pero qué son, cómo se difunden y qué riesgo representan. Normalmente, se les suele asociar de manera rápida e inconsciente a internet, sus redes sociales y a un fenómeno novedoso. Sin embargo, en verdad no son nuevas, ni exclusivas del ámbito virtual. Por el contrario, han estado presentes desde el inicio mismo de la comunicación y se han expresado de diferente forma, conforme han avanzado y cambiado los medios de comunicación.
Ahora bien, según la RAE (Real Academia Española de la Lengua), una noticia es un hecho divulgado, una información sobre algo que se considera importante divulgar, un dato o información nueva referida a un asunto o una persona. En pocas palabras, comunicar lo que ha acontecido. Por lo tanto, una noticia falsa o fake news es sencillamente comunicar algo que no ha acontecido. Un hecho que en realidad nunca existió. Es decir, mentir. Y mentir nos dice la Academia es falsificar algo, fingir, aparentar e inducir al error. Esto es necesario dejarlo claro, pues ahora resulta que unos “teóricos” hablan de posverdad. Y eso es solo una trampa del lenguaje para no asumir el costo y la responsabilidad que significa ser un mentiroso.
A mi modo de ver, las noticias falsas son la fabricación de hechos con apariencia de veracidad, que se transmiten o se comunican bajo una aureola de descubrimiento o revelación de algo que siempre se nos ha escondido. Es decir, una de las principales características de las noticias falsas, que las hace muy peligrosas y fácilmente extensibles por el mundo, es su apariencia de exclusividad, de primicia, de revelación de la verdad. Ejemplo de esto: “Científicos rusos revelan que las vacunas son un medio para el control social”. ¿Quién puede creerse esto? Pues lastimosamente hay mucha gente que lo cree. Prueba de ello es el surgimiento de movimientos tan ridículos como el de “los terraplanistas”.
Las noticias falsas están en todas partes. Hoy se ha puesto de moda hablar de ellas al darnos cuenta su poder para influir en determinadas elecciones, pero su alcance es mucho más amplio y peligroso. Sin embargo, vamos a ver aquí cómo este tipo de noticias se han usado en la política internacional para manipular la opinión pública a favor de ciertos intereses.
El caso más ampliamente conocido en el tiempo cercano es el de la invasión a Irak en 2003. Entonces toda la gran prensa mundial hizo eco de las palabras de Bush y Tony Blair, asegurando que Irak poseía armas de destrucción masiva y por lo tanto constituían una amenaza a la paz mundial —amenaza que necesitaba entonces ser neutralizada—. Así se justificó dicha invasión. Y vimos en televisión y leímos en la prensa que en efecto esos señores tenían armas de destrucción masiva. Luego de aquel desastre, que es la guerra, descubrimos que no era cierto, que todo fueron noticias falsas. Fake news.
También en Irak, pero en 1990, después de la invasión de este a Kuwait, apareció una niña Nayira al Sabah ante el mundo dando testimonio de las atrocidades cometidas por Irak. Lo que sirvió para que el congreso de los Estados Unidos tomara la decisión de intervenir y desalojar a Hussein de Kuwait. Después supimos que aquella niña que nos narraba con su voz desgarradora lo acontecido no era una víctima. Por el contrario, era la hija del embajador de Kuwait en EUA. El relato fue escrito por una agencia de relaciones públicas de los Estados Unidos que asesoraba a la monarquía Kuwaití. Fake news.
Así mismo, en el 2014, la televisión rusa presentó el testimonio de una mujer que declaraba, como en el este de Ucrania una vez estallada la guerra, los agresores prooccidentales habían crucificado unos niños en plena plaza Lenin. Después se demostró que esto no era cierto y que incluso dicha plaza nunca ha existido en tal lugar. Fake news.
Lo último y más cercano a nosotros es el caso de Venezuela. Quedó demostrado que quienes incendiaron la supuesta ayuda humanitaria fueron los mismos “opositores” al régimen de Maduro y no las fuerzas militares de este. Esto lo supimos después de que el New York Times hiciera, como debe ser, un trabajo periodístico de investigación y de contraste de los hechos. Es necesario decir aquí, querido lector, que este diario de comunista y favorable a Maduro no tiene un pelo.
Pero eso no es todo, aparte de estas grandes noticias falsas, tenemos las que van directamente dirigidas a desprestigiar a las personas. Esto es lo que denominó Umberto Eco como las máquina del fango, que consisten, por una parte, en decir pequeñas o grandes mentiras sobre la vida de una persona, de tal forma y en tal magnitud que su imagen y credibilidad quede salpicada por un manto de duda tal que sea muy difícil de limpiar por completo. En otras palabras, piense en que a usted se le arroja constantemente lodo encima y usted con sus dos manos, por más rápido que sea, no logrará limpiarse por completo. Algo de barro quedará sobre sí.
Por otra parte, dicha máquina tiene una forma perversa de desarrollarse por lo sutil. Se podría decir que no es propiamente una fake news porque en realidad no miente o no fabrica hechos no reales. Esta estrategia consiste en poner la atención sobre un aspecto de la vida de la persona y exagerarlo o, en su defecto, presentarlo como algo sospechoso. Pensemos por ejemplo en la siguiente frase: A fulanito de tal lo vieron cenando en un restaurante lujoso con un desconocido, luego de la cena los dos partieron juntos con rumbo desconocido. Aquí no se ha dicho nada, en realidad puede que yo haya ido a cenar con mi mejor amigo, sin embargo, la forma del lenguaje, su uso y su construcción siembran un manto de duda y sospecha, que al ser repetida muchas veces por mucho tiempo sobre una persona termina por deteriorar drásticamente su legitimidad.
¿Recuerdan los Ferragamo de Petro, la supuesta hija no reconocida y un amplio etcétera? Pues eso y otras tantas cosas por ese estilo hacen parte de la estrategia de la máquina del fango: sembrar duda y un manto de sospecha. Lo mismo ocurrió con Juan Manuel Santos, con su persona, y también con los acuerdos de paz. Mintieron, falsificaron la realidad, y echaron fango y barro para todas partes con el fin de confundir y dividir a los colombianos.
Según un estudio publicado en el 2018 en la revista Science y realizado por investigadores del MIT, las mentiras se difunden más rápido que la verdad. Una de las razones por las que esto ocurre es por la apariencia de novedad, de sorpresa y de valor. Aunque bueno, quizás la conclusión más importante de aquel estudio es que los responsables de la difusión de las noticias falsas o fake news somos principalmente nosotros, los seres humanos, no los bots.
Tras conocer que somos nosotros, los humanos, las personas de carne y hueso quienes más compartimos noticias falsas, tenemos que preguntarnos por qué?. Y la respuesta que tengo es que esto se debe a que renunciamos a la política, entendida esta como ese medio de reflexión y debate de ideas, en donde para usted ser partícipe necesita informarse y educarse. Por el contrario, hemos caído en lo que los griegos llamaban el idion, lo que viene a ser para nosotros idiota. Esta es aquella persona que se aísla de la realidad y vive en un estado de ignorancia, donde no hace uso de la razón ni la reflexión. Por el contrario, nos relacionamos con la política como si de un partido de fútbol se tratase. Barras bravas de un lado y barras bravas del otro.
En definitiva, que las noticias falsas sean hoy una realidad tan fuerte tiene que ver con nuestra ignorancia y con nuestra idiotez. Sin embargo, espero y estoy convencido de que lograremos como especie humana volver al camino del pensamiento y razón.