En esencia, la globalización de los últimos 40 años se caracterizó porque, como dice Castells, el advenimiento de las nuevas tecnologías de sistemas, comunicaciones, transportes y los nuevos materiales, permitieron que no solo los bienes de consumo final, sino que ahora las materias primas, la mano de obra calificada, los capitales, pero también las ideas, los datos, los saberes y las culturas, fluyeran por las redes (físicas o virtuales) a escala planetaria. En el mismo lapso, las políticas neoliberales se hicieron dominantes y favorecieron la desregulación de los mercados nacionales, de suerte que las empresas –conducidas por el capital financiero– fluyeron a escala mundial, buscando localizarse en los espacios donde encontraban instituciones (reglas del juego) favorables, mano de obra más calificada (capaz de innovar), mercados y materiales estratégicos para competir y valorizarse. En suma, los capitales dejaron de valorizarse exclusivamente a nivel nacional: la valorización de los capitales se hizo global, planetaria.
Esa globalización neoliberal fue promovida por la Thatcher y por Reagan. Mientras tanto, cayó el muro de Berlín y el “campo socialista” entró en el redil. América Latina adoptó el credo neoliberal, a sangre y fuego. Un nuevo orden, unipolar, fue proclamado, con Estados Unidos como gran hegemón.
No obstante, al final de la película tenemos que China, India, Japón y Corea, pero también Rusia (esta gracias a sus recursos energéticos) y Europa, aprovecharon dicha globalización para insertarse de forma competitiva y conquistar espacios tecnológicos y de mercado que antes dominaba Estados Unidos. Celso Furtado, en un libro pionero, “La economía mundial. Transformación y crisis” (1991), anticipó la multipolaridad emergente, antes que el orden hegemónico unipolar.
En ese escenario internacional, la receta de los muchachos neoliberales para Colombia (desde el gobierno de Gaviria y hasta el de Duque, 1990-2022) fue la de promover la inserción en el mercado internacional globalizado a partir de exportar materias primas, recursos minerales y energéticos, e importar bienes intermedios y finales baratos del resto del mundo.
El modelo neoliberal truncó la industrialización intermedia, arruinó el campo e hizo de Colombia un país extractivista. Los dólares de la coca y de los millones de emigrantes que mandan remesas, ayudaron a sostener la balanza de pagos. Algunos espacios económicos quedaron, es cierto, para las empresas nacionales productoras de servicios (financieros, de comunicaciones, transportes y turismo) y apara aquellas que aprovecharon la privatización de los servicios públicos (educación, salud, infraestructura, seguridad), donde además los capitales nacionales se vincularon a la valorización de los capitales globalizados.
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El ministro de Finanzas de Francia sugirió de forma acertada que pasamos de una globalización conducida por el mercado a una donde la política juega papel fundamental
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Independiente de los costos sociales, económicos, ambientales e institucionales causados por el modelo neoliberal de globalización, la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania parece han generado ajustes fundamentales en el modelo. En el reciente Foro de Davos, el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, sugirió de forma acertada que pasamos de una globalización conducida por el mercado a una donde la política juega papel fundamental, ante la reconfiguración geopolítica de los mercados y la transferencia condicionada de tecnologías.
Rizzi, en el artículo arriba citado, agrega: “Otra gran fuerza motriz del cambio son las revoluciones tecnológicas en múltiples ámbitos: digital, verde, biotech y de inteligencia artificial, entre otros. Se trata de descomunales aceleradores del cambio en varios sentidos, desde la organización de las empresas hasta la relación de fuerza entre Estados pasando, por supuesto, por el estilo de vida de las personas”.
En suma, no hemos entrado en un periodo de desglobalización, como algunos proclaman, pero sí operan cambios que debemos reconocer en Colombia. En ese sentido, entiendo, se mueven las propuestas de política exterior del presidente Petro y en especial el proyecto de Plan Nacional de Desarrollo.
El presidente propone fundar la inserción internacional de Colombia en la producción–distribución de energías limpias en las Américas y en la lucha contra el cambio climático, en especial manteniendo la Amazonia viva. En lo nacional, la prioridad, como lo proponía la Cepal, es recuperar la dinámica del mercado interior, mediante la Reforma Rural Integral, el gasto público en infraestructura social y mejoras en el ingreso real de los trabajadores. La apuesta de mediano y largo plazo es construir la capacidad de exportar bienes basados en inteligencia humana. Por eso la prioridad en la educación y en proyectos estratégicos de economía productiva, no extractivista.
Claro, nada de esto es fácil. Sustituir, así sea paulatinamente, las divisas provenientes del carbón, el petróleo, la coca y la mano de obra expulsada (remesas), por divisas obtenidas del turismo o de la exportación de bienes manufacturados, servicios profesionales o alimentos que involucren conocimiento humano agregado, eso no es de la noche a la mañana.
Pero veamos, así sea de forma marginal, cómo se estructura esa propuesta en el Plan Nacional de Desarrollo, 2022-2026. El total de las inversiones previstas es de 1.048 billones de pesos (precios constantes de 2022) manteniendo la estabilidad macroeconómica y cumpliendo con el servicio de la inmensa deuda externa que nos heredó Duque. Estos recursos se distribuirán en cinco transformaciones así:
- Convergencia regional, que es el proceso de reducción de brechas sociales y económicas entre hogares y regiones en el país: $459,0 billones (44%).
- Seguridad humana y justicia social, para garantiza el desarrollo de oportunidades, vida justa y el buen vivir: $329,1 billones (31%).
- Ordenamiento del territorio alrededor del agua y justicia ambiental: $106,0 billones (10%).
- Internacionalización, transformación productiva para la vida y acción climática: $70,9 billones (7%).
- Derecho humano a la alimentación: $26,6 billones (3%).
- Acciones transversales del Plan: $56,6 billones (5%).
Una nota aparte, que espero desarrollar en otro momento, pero es necesario anticipar: la integración en América Latina y el Caribe se ha pensado hasta el momento, en lo fundamental, siguiendo el modelo europeo. Comunidad del Acero y el Carbón-Área de libre comercio-Mercado común-Moneda común... más parlamento y ejecutivo común. Y la copia no ha funcionado de forma satisfactoria, ni siquiera en Mercosur y la Comunidad Andina. Tal vez debe priorizarse ahora, como lo sugirió Petro, avanzar primero en integración de redes: energética, carreteras, puertos, ferrocarriles… y seguramente en redes virtuales, por donde fluyan conocimientos, saberes, culturas, lenguas… Es inaceptable que los colombianos conozcan más a Miami que a Río de Janeiro, Campinas, Cuzco, Santiago, La Paz o la Patagonia. Y me incluyo, en lo de la Patagonia…