Se llama Las Brisas-Las Cristinas y es la mina de oro más grande de Venezuela y la cuarta del mundo. La empresa canadiense Gold Reserve la certificó hace cinco años con 1.400 toneladas de oro, es decir, 50 millones de onzas troy, algo así como todas las reservas de oro de Rusia en su banco central. El yacimiento ocupa seis kilómetros cuadrados, al sur del río Orinoco en el municipio Sifontes del Estado de Bolívar, muy cerca de otro que es centro minero, Las Claritas, y en el límite de dos parques naturales: Imataca y Gran Sabana.
El Orinoco llega a Colombia por el departamento del Guaviare y es donde el río que dibuja un amplio arco en forma de elipse desde su nacimiento, tiene en su parte occidental la triple confluencia con el Guaviare y el Atabapo, en la denominada Estrella Fluvial del Inírida, muy cerca de la población venezolana San Fernando de Atabapo. Del otro lado, el colombiano, está Amenavén.
Una vez se juntan, los lugareños dejan de pescar en sus aguas y alzan su voz para denunciar la contaminación enorme del tercer río más grande del mundo después del Amazonas y el Congo, y de la cuenca más extensa. Mientras señalan que son los chinos los que explotando minas de oro en Venezuela han causado el desastre.
Seguramente se refieren a Las Cristinas, la gran mina que hace unos años estuvo en manos de Cityc Group, un megaconglomerado chino al que Chávez la entregó en 2012. Y ha cambiado de manos once veces. El potencial económico del yacimiento al precio actual del oro es de unos USD 99.000 millones, que significarían a las arcas de Venezuela aproximadamente USD 1.500 millones anuales durante toda su vida de la mina de 45 años, superando al petróleo de la Faja del Orinoco.
Los últimos derechos de extracción corresponden a la sociedad Ecosocialista Siembra Minera, una empresa mixta que incluye las minas Las Brisas y la joya de la corona, Las Cristinas. El capital es 55 % del Estado de Venezuela y 45 % de la canadiense Gold Reserve, la primera extranjera en participar en el Arco Minero del Orinoco desde 1992, que regresó a él después de la nacionalización del 2008. No obstante, en marzo del año pasado Bloomberg dio cuenta de un comunicado de la empresa, anunciando que el Ministerio de Minas había emitido una resolución para revocar los derechos mineros de Siembra Minera, aduciendo incumplimientos.
El Arco Minero del Orinoco de 11.843 kilómetros cuadrados, 12 % del territorio nacional dedicado a la minería, atraviesa horizontalmente el sur de Venezuela en los estados de Bolívar y Amazonia, al sur del Orinoco, y llega hasta Colombia. No ha generado los recursos que tanta expectativa creó en el gobierno de Maduro y que con tanta urgencia necesita. Las consecuencias medioambientales son dramáticas.
El lavado de oro
La minería ilegal a gran escala en esa región se ha hecho incontrolable. Se estima que el 70 % y el 90 % de la producción venezolana procede de la minería ilegal y sale de contrabando. Según un amplio informe de la OCDE de 2021, ese oro es llevado a Colombia para que se pueda enviar a Estados Unidos o Suiza bajo la fachada de oro colombiano, en lo que se conoce como lavado de oro. Las cifras que se manejan rondan los USD 3.000 millones anuales.
Por esta causa sufren las 190 comunidades indígenas de la zona y el río Orinoco. El mercurio y cianuro, entre otros metales pesados que se utilizan en el proceso crean daños muy fuertes a los ecosistemas del Orinoco y sus caños. Se trata, según los expertos, de la desviación de sus cursos de agua, alteración de su morfodinámica y composición química, envenenamiento de la ictiofauna (peces) y otras especies. En otras palabras, la contaminación del río más importante del país, fuente de alimento, agua y vida para los pueblos que han vivido en perfecta armonía con el “Pataü” (Río Grande – Río Orinoco).
El presidente Maduro llegó hasta a firmar un decreto en 2016 para prohibir “absolutamente y totalmente, el uso del mercurio”. Pero sigue como si nada. Colombia también padece el desastre. En la Orinoquía, la violencia extendida desde el interior del país por el poder político y la tierra llevó a las Farc, ahora a las disidencias, el ELN, los paramilitares.
Y con esos grupos armados la minería ilegal, que especialmente dramática en el río Inírida y la zona de la Estrella Fluvial de Oriente de donde se extrae oro y coltán. Los residuos del proceso llevan altas dosis de mercurio río abajo, lo que trae consecuencias directas sobre la sus aguas y el ciclo de vida de los peces apreciados por las más finas cualidades, como el morocoto, la curbina, la palometa, el bocón, el Caribe, la guabina, el pavón y el lau lau. Las toxinas ellos se han detectado en ellos a miles de kilómetros. Un alto precio el pagado por el metal que al sacarlo está matando el planeta.
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