Cuando uno es testigo de un gesto generoso dentro del mundo de la confusión, la cultura altruista aparece como un espectro de seres humanos. Este gesto, parece invisible, porque estamos acostumbrados a presenciar la miseria de contradicciones diarias en los valores sin ética, conductas sin rumbo, intereses sin fronteras, o maniobras que implican los silencios culposos o de omisiones que alteran a la verdad. Y, en esta lucha infernal, aparece Manuel Hernández realizando una donación,- a nuevo espacio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano-. Éste acto generoso, le cambió el rumbo al espacio de arte y lo convirtió en Museo. Una lección de honor. Granos de arena que sirven en el universo porque cambian la energía de las constelaciones. Fue en 1997, cuando estaba el gran rector José Fernando Isaza.
La donación de Manuel Hernández es todavía, su forma de aportar a un diálogo singular porque el arte propone opiniones, sentimientos y nos deja en el camino reflexiones sobre las experiencias que ahora se enmarca en los 70 años de la universidad es una labor de un museo, construye conexiones y crea vasos comunicantes. Es igualmente una contribución al inexplicable vacío educativo que existe en los currículos de la educación superior, donde el arte queda en el mismo limbo de los educadores. El arte se vuelve elitista por el vacío educativo ante lo sensible; nos enseñan a leer pero nunca a ver. El Museo de Artes Visuales, se acerca a los estudiantes en particular y a la ciudadanía en general, proponiendo un proyecto pedagógico al rededor de la apreciación estética.
En realidad, ha sido una feliz coincidencia. Por un lado, el deseo de la universidad al construir un espacio para el arte y dar así otro aporte cultural a un plan urbanístico de la zona que complementa con la razón intelectual de los estudiantes, y el deseo del maestro Manuel Hernández en hacer de la donación de sus trabajos tiene una labor pedagógica: incluye desde bellos logros hasta ensayos que muestran el difícil camino de un artista. El museo diseñado por Daniel Bermúdez alberga ahora el mundo de Manuel Hernández, con su poesía geométrica, su dinámica atmosférica, su incansable experimentación con distintos materiales.
El museo queda con su legado de formas que expresan una invención, con su razón y su emoción. Una voz baja que propone desde intuiciones presentidas de la forma, hasta la importancia de la expresión de una línea en el rectángulo o la curva en el óvalo que, se entrelazan en formas. Las interrumpe una diagonal o franja que ayuda a la composición, amarra las imágenes, les otorga gravedad, o les permite ser volátiles en el espacio. Manuel Hernández Nació en octubre de 1928 y murió el mismo mes del 2014.
Manuel Hernández donó de una forma desinteresada, más de 250 trabajos entre dibujos y bocetos, al Museo de Artes Visuales. Es la segunda ocasión en la que tengo el privilegio de participar en este tipo de proyectos orientados a democratizar el arte y fomentar la cultura entre los colombianos. La primera la viví junto a Fernando Botero y sus incalculables donaciones sin precedentes ni proporciones en la historia del arte en Colombia. Otros casos de donaciones y museos ya han sucedido, por ejemplo, Eduardo Ramírez Villamizar realizó en Bucaramanga su ciudad natal, su museo o el museo que forjó Edgar Negret en Popayán que, desafortunadamente, lo desmantelan paulatinamente.
