Cuando la esclavitud existía, aceptada como algo normal, era relativamente fácil definir la libertad desde el punto de vista del oprimido. Ahora en la modernidad, la libertad es algo casi individual y subjetivo. Aunque esa esclavitud ya no existe, en teoría, persisten otras formas modernas de opresión tanto simbólicas como culturales y económicas. Por ejemplo, la de la especialización profesional impuesta a la juventud. Que los obliga a tener que ser altamente productivos para conseguir dinero y tener así la libertad de escoger en qué gastarlo.
El consumismo en masa habitualmente invisibiliza a las cabezas creativas detrás de cada producto: diseñadores, escritores, artistas audiovisuales, fotógrafos etc. Trabajos por lo general realizados por jóvenes de todo tipo de diversidad, creencia o posición política. Expresiones artísticas que se han popularizado con Internet y que ganan cada día más adeptos. Permitiendo que quienes deciden arriesgarse a buscar su propio público logren medios de vida decentes, a veces de supervivencia, además del gozo personal de hacer algo que les gusta.
Así, nos encontramos ante una diversidad de jóvenes, que tienen la libertad de elegir vivir en el modelo tradicional de trabajar, endeudarse y devengar según lo que hayan invertido en educación, viviendo de los imaginarios de éxito profesional y sin mayores cuestionamientos y aquellos que eligen moverse en líneas discursivas diferentes, que eligen cuestionar y proponer alternativas a esas estructuras dominantes incluso desde posturas políticas distintas. A estos últimos generalmente se les discrimina y se les estigmatiza por revoltosos o en casos extremos como criminales. Culpables solamente de buscar hacer sus ideales realidad.
Toda esta ante sala es para decir, que este fin de semana tuve la oportunidad de ir a la 5ª versión local de la FLIA en búsqueda de editoriales de publicaran sus obras bajo licencias Creative Commons. Sin embargo, en este corto recorrido encontré más de lo que buscaba. Encontré muchas personas amables dispuestas a compartir abiertamente con un desconocido historias sobre sus procesos creativos, personas dispuestas a reflexionar sobre los mitos y retos alrededor de los artistas que no les interesa ser parte o que hasta el momento no logran ser incluidas dentro de las grandes maquinarias de las industrias creativas y que encuentran en espacios públicos y auto gestionados como estos una forma de darse a conocer y de financiarse a través de la venta de sus productos.
En esta feria descubrí diseñadores que pintan a mano sobre fotografías , otros que dibujan sobre la fotografía y vectorizan el resultado o que producen stickers a través del collage de su propio trabajo fotográfico. Entre las editoriales encontré aquellas que promueven debates políticos, Así como las que escriben cuentos "chiquiticos", e incluso los que se dedican a la creación narrativa incluyendo el trabajo artesanal de la misma fabricación del libro en un ejercicio cuento-taller. Todas estas editoriales eligen publicar con licencias flexibles, en un ejercicio de autonomía, permitiendo la circulación de sus obras y enfrentándose en general al gran reto de competir contra las grandes editoriales o de no contar con un espacio dentro de la oficialidad de la Feria del Libro de Bogotá.
Lo que creo que me encontré al final fue a la generación de la cultura libre. Libre para respetarse en su diferencia y entender que la dinámica opresiva y clásica del mercado de "producir más al menor costo", al menos en el campo de la publicación, puede cuestionarse y ser reconstruida autónomamente y en colectivo. Desde considerar el intercambio voluntario hasta replantear el imaginario del lucro, sin renunciar a un pago justo por el tiempo y el esfuerzo de crear cualquier obra. Proponiendo desde la independencia y la autonomía un tipo de comercio más humano y subjetivamente ético, que busca promover, sin ser ambiciosos, la lectura local que está en desventaja con tanta influencia cultural extranjera.
Sin embargo y regresando al tema de las licencias que me llevó allí, concluí también que hace falta reflexionar más sobre estos temas. Saber que existen licencias abiertas fortalece la autodeterminación, pero más que una moda libertaria, detrás existe un debate político importante que pasa por informarse y develar otras caras del derecho de autor. Si se empieza a entender, que más allá de la mirada opresiva de "lo mío no es tuyo” (tan presente en la mente de los artistas) está la posibilidad de traducir el derecho de autor para pensar una construcción colectiva que incluso plantee nuevos modelos sostenibles, abiertos aplicados para cualquier campo del arte. El reto es, a pesar de la complejidad del tema, que este deje de ser una materia exclusiva del derecho o de las academias tradicionales que consideran el modelo de todos los derechos reservados como la única verdad y se vuelva un tema de discusión de cómo nos imaginamos nuestro derecho a construir y acceder a la cultura.
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