La ganadería intensiva, al igual que otras industrias, se caracteriza por la maximización de los factores de producción. Su importancia radica en su capacidad para satisfacer las crecientes demandas de proteínas de la población global, permitiendo una mayor producción con menores costos. Sin embargo, es esencial reconocer que esta práctica también tiene un impacto significativo en el medio ambiente, ya que contribuye al 14,5% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
Un dato preocupante es que la producción de proteínas de origen animal, como carne, huevos y productos lácteos, ocupa aproximadamente el 83% de las tierras de cultivo en todo el mundo. A pesar de esta enorme dedicación de tierras, solo proporciona el 37% de nuestras proteínas y el 18% de nuestras calorías. Esta ineficiencia en el uso de recursos es insostenible, especialmente considerando que si utilizáramos esas tierras para cultivar alimentos directamente destinados al consumo humano, podríamos alimentar a 4.000 millones de personas adicionales.
La ganadería intensiva también desempeña un papel crucial en la crisis climática. Sin un cambio significativo, este sector podría ser responsable de la mitad del presupuesto mundial admisible para emisiones de gases de efecto invernadero en un escenario de aumento de temperatura de 1,5°C para 2030, y del 80% para 2050. La magnitud de estas emisiones es alarmante y requiere una acción decidida para mitigar su impacto en el cambio climático.
A pesar de estos desafíos, la ganadería industrial sigue siendo fundamental para satisfacer las necesidades de proteínas en todo el mundo. Según el informe "Meat: the Future series" del Foro Económico Mundial, la intensificación es esencial para aumentar la productividad de las granjas, especialmente en países en vías de desarrollo. Sin embargo, la producción ganadera baja en carbono es posible, según señala la FAO en su informe "Soluciones ganaderas para el cambio climático". Sin embargo, se necesita una acción más contundente, dado el rápido crecimiento del sector ganadero, impulsado por factores como el aumento de la población, los ingresos y la urbanización en los países de bajos y medianos ingresos.
En el contexto colombiano, la ganadería bovina desempeña un papel estratégico en la seguridad alimentaria del país y es la principal actividad económica en las zonas rurales. Sin embargo, su expansión ha conllevado importantes desafíos ambientales, ya que contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero en Colombia.
Para abordar estos desafíos, se han implementado estrategias en el país como la Estrategia para el Desarrollo Bajo en Carbono (ECDBC) y el programa Ganadería Colombiana Sostenible, promovido por FEDEGÁN, con que el que han motivado y ayudado a ganaderos a implementar estos sistemas de mitigación al cambio climático. Sin embargo, es necesario que se traduzcan en regulaciones concretas que tengan un impacto ambiental positivo en la ganadería extensiva.
Una de las recientes acciones para pensar en replantear la ganadería, fue la campaña "Stop Financing Factory Farming" (S3F) que durante la Cumbre de Finanzas en Común (FiC) instó a los bancos de desarrollo a alinear sus financiamientos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y a replantear la financiación de proyectos de ganadería industrial.
Organizaciones como Sinergia Animal, Global Forests Coalition, Feedback Global, Friends of the Earth US, International Accountability Project, Bank Information Center y World Animal Protection se unieron a esta iniciativa, buscando promover alternativas más responsables y sostenibles y replantear la financiación de proyectos que no cumplan con estándares ambientales adecuados.