La ganadería ilegal se ha llevado más de 3 millones de hectáreas de la Amazonía en 30 años

La ganadería ilegal se ha llevado más de 3 millones de hectáreas de la Amazonía en 30 años

Una reciente investigación, publicada en la revista Nature, identificó las áreas que, entre 1984 y 2019, tuvieron un cambio ilegal en el uso del suelo

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marzo 22, 2023
La ganadería ilegal se ha llevado más de 3 millones de hectáreas de la Amazonía en 30 años

Con una novedosa metodología que utiliza algoritmos de aprendizaje, un estudio publicado en la revista Nature logró determinar que poco más de 3 millones de hectáreas de bosque amazónico fueron deforestadas para actividades ilícitas entre 1985 y 2019. Los resultados del análisis de 34 años mostraron que “la gran mayoría de la deforestación se atribuye a tierras estables de ganadería”.

El estudio titulado La expansión posconflicto del cultivo de coca y la ganadería ilícita en Colombia, publicado en febrero de 2023, muestra que el incremento exponencial en la pérdida de bosque para pasturas ganaderas empezó a darse luego de la firma del Acuerdo de Paz con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) a finales de 2016. “El Acuerdo indicaba el fin de la conservación a punta de pistola liderada por las FARC. Marcó el comienzo de nuevas actividades de uso de la tierra, como la ganadería, promovidas por los cárteles de la droga y los grandes terratenientes que buscaban capitalizar políticas de tierras más favorables”, indica el artículo.

Identificando el bosque talado por actividades ilícitas

Uno de los principales obstáculos a los que se enfrentan científicos y tomadores de decisiones cuando utilizan imágenes satelitales para analizar cambios en el uso del suelo es la dificultad para indicar con precisión cuándo ese cambio fue ilegal. Las personas involucradas en actividades ilícitas trabajan intencionalmente para ocultar los rastros de su comportamiento y a eso se suma que las actividades ilícitas no están bien documentadas en datos de acceso público, lo que dificulta conectarlas con los cambios en la cobertura del suelo observables por teledetección. “Las actividades ilícitas pueden exhibir patrones de paisaje similares a los de las actividades legítimas, lo que dificulta su detección y diferenciación”, indica el artículo publicado en Nature.

Paulo Murillo Sandoval, doctor en Geografía, profesor de la Universidad del Tolima en Colombia y autor principal del artículo, comenta que los pastos para ganadería y otro tipo de cultivos vistos desde un satélite Landsat en el espacio, se ven iguales. “Yo te puedo mostrar un parche de coca y un parche de pastos y con tus ojos no notas ninguna diferencia”.

Uno de los principales aportes del análisis de los investigadores, para obtener datos más precisos sobre la ilegalidad de las actividades, fue el uso de deep learning, es decir un conjunto de algoritmos entrenados para identificar datos muy específicos y de alto nivel.

“Estos nuevos algoritmos son capaces de aprender no solo de los píxeles como tal, sino de lo que está alrededor de los píxeles, y de la forma de los parches deforestados. Por ejemplo, se les puede dar información relevante como que la ganadería tiene unos parches muy grandes y muy regulares [simétricos]. Eso lo aprende el sistema y entonces es capaz de diferenciar”, dice Murillo.

El objetivo de los investigadores era comprender cómo las actividades ilícitas aceleran el cambio en el uso de la tierra y para ello analizaron tres escenarios comunes en la Amazonía colombiana. El primero analiza la presencia de los cultivos de coca en los mismos sitios a lo largo del tiempo, el segundo es el cambio de áreas de coca a pastos para ganado y el tercero es el cambio de cobertura boscosa a pastos para ganadería.

Los resultados mostraron que, entre 1984 y 2019, “la gran mayoría de la deforestación (aproximadamente 3 millones de hectáreas) se atribuye a tierras estables de ganadería […] El patrón de conversión de bosque a ganado fue especialmente pronunciado fuera de la frontera agrícola [establecida por el gobierno colombiano en el 2018]”, indica el artículo. La frontera representa las zonas donde, con solicitud de los permisos legales, se pueden realizar actividades agropecuarias. Fuera de esos polígonos, por ejemplo, en las áreas protegidas y las regiones profundas de la Amazonía, dichas actividades son consideradas ilegales.

El estudio encontró que el patrón de conversión de bosque a pasturas para ganado fue especialmente pronunciado por fuera de esa frontera, es decir, en áreas prohibidas. “En Colombia, la conversión de bosques a ganadería sirve como mecanismo para legalizar la tenencia informal o ilegal de tierras […] Los pequeños agricultores ven la ganadería como una inversión segura que proporciona un retorno rápido o como un amortiguador durante la incertidumbre económica”, destaca el estudio.

El impacto de la ganadería en la Amazonía

Uno de los escenarios analizados por los investigadores fue el de cambio de áreas de coca a ganadería en la Amazonía.

El artículo destaca tres posibles causas de esta transición. Primero, la ampliación de la red vial, aproximadamente en 200 kilómetros, por parte de las FARC durante los años más duros del conflicto armado. Esto provocó un aumento en la comercialización de tierras y motivó a los actores a ampliar la tala de bosques. En segundo lugar, las políticas agrarias que incentivaban la propiedad legal estaban condicionadas a la “productividad de la tierra” y la ganadería se convirtió en la manera más fácil y eficiente de demostrar esa productividad. Tercero, las ganancias de la producción de coca permitieron a los agricultores adquirir y fusionar gradualmente parcelas de coca abandonadas, convirtiéndolas finalmente en pastizales.

Murillo comenta que la conversión de zonas de coca a pasturas para ganado fue de menos de 4000 hectáreas en los 34 años estudiados. Esas cifras “desafían agudamente las narrativas populares de que la ganadería es una estrategia común para legitimar las parcelas de coca”. Los resultados del análisis fueron contundentes al mostrar que la mayor deforestación, aproximadamente 3 millones de hectáreas en poco más de tres décadas, se dio por el paso directo de bosques a pasturas para ganadería.

Y es que muchos políticos y hacendados de la región, para justificar la presunta legalidad de la ganadería, aseguraban que esta actividad se instalaba en zonas donde la coca ya había generado deforestación, pero que no era responsable de la tala directa de la selva. En otras palabras, que la coca era la principal actividad deforestadora en la Amazonía.

De hecho, en el 2018, cuando el expresidente Iván Duque todavía era candidato, aseguraba que “el mayor destructor de la selva tropical húmeda en Colombia es la coca y ese debate sobre el daño ambiental de la coca parece ausente en la gran discusión ambiental del país”. Después de dos años de mandato, su discurso al respecto fue cambiando y anunciaba con frecuencia que seguiría luchando contra la tala y la minería ilegal, el narcotráfico y el desmonte no autorizado de tierras para la cría de ganado, que contribuyen a la destrucción del medio ambiente.

“Hay que cambiar un poco esa narrativa convencional de que la coca es el motor principal de deforestación en la Amazonía”, dice Murillo.

El artículo también resalta que los finqueros invierten en ganado como una forma de asegurar el posterior reclamo de tierras y, de esa forma, también lavar y ocultar las ganancias provenientes del narcotráfico.

El estudio, además, expone su preocupación por lo que ocurre en parques nacionales como Sierra de la Macarena, Tinigua, La Paya y la Reserva Nacional Natural Nukak. “Las Áreas Protegidas siguen siendo refugios tanto para la coca como para las nuevas tierras de consolidación ganadera […] La conversión directa de bosque a pastos para ganado tiene consecuencias irreversibles para los bosques vírgenes en Tinigua y Macarena”.

Recientemente, la bióloga colombiana y profesora de la Universidad Stony Brook en Nueva York, Liliana Dávalos, le dijo a Mongabay Latam que en la Amazonía del país “tenemos unas huellas ambientales gigantes que son los pastizales y estos pastizales existen no porque haya un fuerte mercado ganadero sino porque están asociados con la apropiación de tierras. No es que haya una demanda irresistible de vacas en pie, carne o lácteos, sino que con las vacas vienen derechos y tradiciones que tienen que ver con la tierra”.

Desde que Colombia transitaba por el fallido proceso de paz con las FARC, durante el gobierno del expresidente Andrés Pastrana, hace más de 20 años, Dávalos ya empezaba a investigar cómo un posible posconflicto podría afectar negativamente a los bosques.

De acuerdo con la investigación liderada por Pablo Murillo, los patrones de conversión de bosque a pastos para ganado en el parque Tinigua muestran cómo los agricultores antiguos y nuevos han fragmentado y se han apropiado intencionalmente del área con el patrocinio de disidentes de las FARC y grandes ganaderos.

“Ha habido ciertas ‘normas’ de los nuevos grupos que ahora están en la Amazonía, para llenar de ganadería la parte sur de Tinigua y conservar la parte norte para garantizar su movilidad por el territorio”, dice Murillo.

Aunque no fue uno de los escenarios que se analizó a profundidad en el artículo científico, el investigador destaca que “hay mucha área abandonada que tenía coca y ahora tiene bosque secundario. Esa, por ejemplo, es una oportunidad para plantear posibles estrategias de conservación en el futuro”.

Otro artículo, publicado recientemente por investigadores del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI, también en la revista Nature, reveló que, en promedio, se siembran 190 000 hectáreas de nuevos pastizales en áreas deforestadas de la Amazonía por año. “Esa dinámica de ganadería extensiva está trabajando, en promedio, una cabeza de ganado por cada dos hectáreas”, dice Uriel Murcia, coordinador del programa de Modelos de Funcionamiento y Sostenibilidad del Instituto SINCHI y coautor de la investigación.

Los investigadores del SINCHI fueron más allá y plantearon tres escenarios para 2040. Si la tendencia de deforestación continúa igual, las pérdidas de bosque amazónico serían de 2.1 millones de hectáreas, mientras que si se impulsan políticas extractivistas, la deforestación podría llegar a 4.3 millones de hectáreas. Por el contrario, si se reduce la ganadería y se logra un desarrollo sostenible, se salvarían al menos 3.5 millones de hectáreas de bosque.

REFERENCIAS

Murillo-Sandoval, P. J., Kilbride, J., Tellman, E., Wrathall, D., Van Den Hoek, J., & Kennedy, R. E. (2023). The post-conflict expansion of coca farming and illicit cattle ranching in Colombia. Scientific Reports, 13(1), 1965.

Agudelo-Hz, W. J., Castillo-Barrera, N. C., & Uriel, M. G. (2023). Scenarios of land use and land cover change in the Colombian Amazon to evaluate alternative post-conflict pathways. Scientific Reports, 13(1), 2152.

Publicado originalmente en: Mongabay

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