En una tarde, en plena Vía Condotti de Roma, Virginia Vallejo gastó USD$ 300.000 en joyas. Otro día compró USD $ 100 mil en ropa en la Quinta Avenida. Lujos que podía darse por una razón: era la amante de Pablo Escobar.
Vive desde hace 25 años en un apartamento en Miami. Completamente encerrada. Hasta el 2006 se ganaba la vida comercializando cosméticos sin aparecer públicamente para no fallarle a la promesa de lograr ser recordada como el rostro más bello de la televisión nacional; al mejor estilo de Greta Garbo. La huella devastadora del tiempo jamás sería registrada.
Pero treinta años después, la misma razón que forzó su retiro le ha devuelto su tranquilidad económica: sus amoríos con el capo más famosos del mundo. Cuando a finales de la década del ochenta se hizo pública su relación con Escobar, murieron sus contratos de televisión y comerciales como el famoso de medias Richie, apoyado en sus espectaculares piernas.
Conoció al capo a comienzos de 1982 cuando su pareja del momento, Aníbal Turbay Bernal, la llevó a pasar un domingo a la Hacienda Nápoles, entonces un lugar de encuentro de alto nivel en el calor del Magdalena Medio. Allí políticos y personajes públicos llegaban a rendirle pleitecia al emperador de la droga. El capo la abordó al lado del río con un coqueteo agresivo sin consideración alguna con su acompañante, como cuenta de primera mano Vallejo. A los pocos días la contrató para que le diera clases de dicción y no pasó mucho tiempo cuando ya Escobar era uno de sus entrevistados para la televisión nacional. El escenario: el barrio Moravia donde se anunciaba el programa Medellín sin tugurios, que catapultó el capo a la política y al liderazgo social que logró entre los más pobres de su ciudad.
En 1987 dejó de verlo. Fueron años de oscuridad. En 1991 intentó regresar a la televisión protagonizando la telenovela Sombra de tu sombra al lado de Guillermo Vives. El fracaso forzó su retiro. Los años hicieron mella en sus ahorros. Ella, acostumbrada al derroche, ahora tenía que acudir a recursos odiados por ella como tener que reclamarle al gobierno bienes incautados al capo, como cuadros que le habían sido obsequiados a ella y cuya pertenencia podía probar.
Hace más de diez años, en el 2006, reapareció Virginia Vallejo, le concedió una entrevista a la Revista Semana para atacar al político tolimense Alberto Santofimio Botero. Conservaba la belleza de su rostro, pero se estaba quedando ciega.
Además, la aparición de sus memorias, Amando a Pablo, odiando a Escobar, un año después, le dieron el oxigeno económico y titulares internacionales como su aparición en la revista Vanity Fair. Su vida daba para ser protagonizada por estrellas de la talla de Penélope Cruz, Stephanie Sigman y Angie Cepeda.
Fue precisamente su interpretación en El patrón del mal, con el actor Andrés Parra, lo que desataría una primera furia contra Caracol: “Me quieren presentar como una prostituta barata y a Pablo como un cerdo asqueroso con panza de gelatina". La interpretación de la norteamericana Stephanie Sigman en Narcos tampoco la convenció y la calificó como “una mulataza mexicana con un cuerpo de travesti”.
Se quejó, pero no interpuso ninguna acción legal. Ahora quiere ir a fondo. Se prepara para demandar a Caracol y hasta a Netflix por reproducir El patrón del mal. El argumento de ella es que los guionistas de la serie le robaron las ideas de su libro Amando a Pablo, odiando a Escobar.
En abril se estrenará Loving Pablo, la película protagonizada por Javier Bardem y Penélope Cruz, basada en su libro, el cual ya se ha traducido a 17 idiomas.
A pesar de que su situación ha cambiado y aunque los malos tiempos parecen no volver, se siente perseguida y por eso no sale de su apartamento en North Miami. A sus 70 años dice tener problemas con la policía, cree que intentaron atropellarla, que le hackearon el Facebook y que le intervinieron el teléfono. Ella está convencida de que la están persiguiendo por culpa de su nuevo proyecto: escribir un libro que cuente toda la verdad sobre Julio Mario Santodomingo.