Si eres un observador atento, sin duda alguna, al pasear por las calles de Barranquilla te darás cuenta de que Macondo no está sumergido en las páginas de algún libro gastado. Aquellas ficciones del escritor García Márquez se les puede palpar saliendo a la esquina de tu barrio, paseando por las calles llenas de desperdicios de Barranquilla y aún más, en tu propia familia. Vestigios de aquella raza caribe que somos.
Realidad, ficción, fantasía, aspectos que se entrecruzan en una ciudad donde muchas personas siguen proyectando los mismos temores que la ciudad ha venido padeciendo desde hace más de treinta años. Escribo esta nota para recalcar mi preocupación por las funestas prácticas ciudadanas de admirar a los muertos. La vida humana ha dejado de ser un bien preciado, y se ha convertido en moneda de cambio de espectáculos callejeros.
¿Cuántas veces no hemos visto en la prensa y en los noticieros la fascinación de los transeúntes por mirar de manera morbosa a los muertos que la educación y el Estado no pudieron evitar?, ¿cuántas veces no hemos visto aquellas personas en un éxtasis de locura, correr ante la noticia de un cuerpo sin vida en la calle? Pero aún, ¿cuántas veces no hemos sentido asco ante las morbosas imágenes que se publican en dichos medios de información?
A esto hemos llegado como sociedad, a convertir la vida en un pequeño espectáculo siniestro esperando por la siguiente función. Es común ver en los periódicos amarillistas de la ciudad un popurrí de imágenes retorcidas de personas desgraciadamente fallecidas por muertes violentas o algún accidente de los muchos que suceden en el país. La calidad de la información que se desprende cada día en las redes sociales y en los medios impresos denota una falta de profesionalismo y un aumento del morbo como noticia esplendida.
Los invito a no consumir dichas informaciones de manera pasiva, siempre cotejar la información que se nos brinda, pero mayormente, a ser un ciudadano critico con lo que se lee. No seamos como esa multitud de personas que se admiran ante un cuerpo tendido en la calle, y no caigamos más en las trampas de la información de este siglo XXI.
