Este mundo está cada vez más invadido de tecnologías que acompañan nuestro diario vivir. Celulares con los que podemos controlar nuestras casas de habitación, escuchar música, ver televisión y hasta recibir y hacer llamadas; computadoras personales que ya casi forman parte de nuestra anatomía, tarjetas magnéticas con las que realizamos gran variedad de transacciones, relojes que monitorean nuestro corazón o cualquiera otro de los órganos que nos componen, pequeñas y cada vez más reducidas memorias USB que nos ayudan a conservar la nuestra, cada día, más deficiente y cientos de artilugios que nos llenan de admiración como los Ipod, pequeños reproductores de audio en los que cargamos nuestra alegría o nuestros recuerdos hechos música para tener a la mano en cualquier momento y en cualquier lugar.
Vamos a tener que revaluar la soledad. Los seres humanos ya no estamos solos. Nos rodean radios, televisores, computadoras de escritorio o portátiles, celulares, lectores de libros electrónicos, que aún en el más extremo aislamiento, nos hacen sentir acompañados.
Alguien, para probar lo que digo, me contaba que a veces durante una tragedia se sintió acompañado mientras hubo energía y tenía la oportunidad de estar al tanto de lo que iba sucediendo mediante su computador conectado al Facebook y también, gracias la comunicación permanente, mediante mensaje de texto, gracias a su celular inteligente.
Otra persona me manifestó que volvió a saber de la importancia de la radio cuando, por cuenta de un largo corte de energía y recurrió a su olvidado radio con el que pudo enterarse de lo que estaba ocurriendo más allá de la puerta de su casa ya que siempre se informaba mediante su tv .
Pero el colmo del uso de estas nuevas tecnologías lo encuentro en una información que nos cuenta sobre el uso que se dará al famoso código QR, que viene de la palabra “quick response code” o código de respuesta rápida en español. Es un cuadrito lleno de dibujos incomprensibles a simple vista pero que en realidad, es como un código de barras, que almacena información sobre un producto, persona, sitio web etc.
Pues bien, una compañía funeraria ha decidido incluir un código QR, en la lápida del finado para que quienes visitan su tumba, escaneen ese código y de esa forma tengan acceso a fotos, videos, grandes momentos o música preferida del difunto. Es decir, que la visita puede ser bien interesante para revivir momentos del “muertico”.
Se acabó aquello de dar golpecitos a la lápida sin obtener respuesta y hacer uso de la tecnología para recordar las mejores actividades del finado o de la finada.
El código QR, que será impreso en una pieza de cerámica, para que de esa forma se pueda acceder a los contenidos multimedia de la persona fallecida cuando alguien visite su tumba.
Se acabaran también las inscripciones en la lápidas como aquella de Groucho Marx, el actor y humorista estadunidense, que en su lápida se lee: “Disculpe que no me levante, señora”; o la que se puede leer en la tumba de Miguel de Unamuno, el escritor y filósofo español: “Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo”. U otras menos trascendentales como ésta en un cementerio de Salamanca: “«Con amor de todos tus hijos, menos Ricardo que no dio nada».
Lo cierto es que todo está cambiando y aquella sentencia de no recuerdo quien pero muy sabia, se aplica para éste mundo moderno y lleno de tecnologías que parece no se detienen en ningún momento: “Ya ni en la paz de los sepulcros creo”.