Ahora al viejito más dulce, tierno e inofensivo de toda la historia macabra de la humanidad le dio por convertir su cuenta de Twitter en cementerio, patíbulo, escupidera, osario, obituario, muro de las lamentaciones, etcétera. Anda tan nervioso que se distrae haciendo de plañidera que gime por finaditos o finaditas de los que Colombia ya no tiene la más remota idea. Ah, pero ni un pésame por los jóvenes torturados, masacrados o decapitados bajo su tiranía.
A propósito, todo lo que toca el innombrable se transforma de a poco en el rostro de la muerte. La verdad a nadie le recomiendo, y menos a sus fieles adoradores, frecuentar los mensajes del señor Uribe. Eso es como tentar a la pelona, la fatídica, la puntual, la oscura, la ineluctable, luctuosa y lacrimosa; es decir, la señora muerte. Yo porque tengo vocación de suicida y definitivamente hago maromas sobre la delgada línea que separa esta vida del más allá. Ya no tengo nada que perder, en cambio mucho por ganar si logro mover los corazones de los que administran la justicia internacional. Además, querido y paciente público, le sigo los pasos al señor de las sombras por razones nobles y humanitarias.
En este sentido, tomo nota de todo lo que me pueda servir para nutrir el expediente que solo abriré cuando la Corte Penal Internacional me dé esa oportunidad que espero con infinita paciencia. Si bien los colombianos pudieran darme una mano compartiendo y difundiendo a nivel internacional las columnas desde Las2orillas en las que solicito una audiencia en esa honorable Corte. Sería una gracia suprema el cara a cara de este servidor con el verdugo de miles de compatriotas. En cuyo caso lo dejaría en pelota sacando al aire todas sus miserias. No vaya a creer el pueblo colombiano que no he hecho nada. Hago hasta lo imposible. Pero el momento vendrá y será un trascendental momento.
Por ahora, por razones estrictamente profesionales como la del cazador que acecha, seguiré las huellas, husmeando sus pensamientos, interpretando las palabras que escupe y las cuales son más peligrosas que el gas mostaza. Si lo dudan, pregúntele a la Policía Nacional que tan pronto recibió la orden del expresidente para usar las armas contra los manifestantes hicieron y hacen de las suyas. Y si los uribistas vergonzantes siguen sin creerme, recuerden las órdenes cuestionables que vía Twitter le da el titerero a su títere.
Por último, les confieso que todas estas siniestras travesuras del innombrable a veces me generan ataques de risa. No crean que es masoquismo, es que hay personas tan patéticas que creen que el reinado les va a durar toda la vida, o eternamente. No saben que la Justicia es un divino monstruo insobornable que tarde que temprano da su zarpazo. Tente fino, viejito Uribe. Ojalá puedas dormir un poco mejor, si es que tu consciencia te lo permite, amén.