Esta escultura no es una escultura, es una Pinnarello Dogma F10. La mayoría de las esculturas que nos rodean no son esculturas, son objetos funcionales. La maquinaria de un Rolex es una escultura que no es una escultura. Un automóvil es una escultura que no es una escultura. Un Atari 2600 es una escultura que no es una escultura. Una cafetera es una escultura que no es una escultura. Un cuchillo de cocina es una escultura que no es una escultura. Lo mismo podríamos decir del tenedor o la cuchara. Todo esto por hablar de objetos creados por el hombre, pero la naturaleza está llena también de esculturas: un rio, un perro, un elefante, un caballo son esculturas sin voluntad de serlo, lo mismo que el aparato reproductor de cualquiera de nosotros.
Los ingenieros que fabricaron la bicicleta de la fotografía no la diseñaron para que fuera bella, sino para que fuera más ligera, más rápida y más resistente. Su belleza proviene de su funcionalidad y de su economía, igual que la de la maquinaria de un reloj de cuerda. La belleza es, como se pueden dar cuenta, un efecto secundario. Todo lo que funciona es bello, incluido un modesto gancho para colgar la ropa. La escritura es buena cuando resulta eficaz; nos emociona cuando funciona. La funcionalidad es anterior a la belleza. Fíjense de nuevo en la imagen de la bicicleta cuya espectacular simetría sugiere una aspiración de orden moral. He aquí lo que diferencia a las esculturas creadas por el hombre de las creadas por la naturaleza: las primeras no representan nada porque les basta con presentarse; las segundas pretenden representar a la naturaleza. Presentación y representación: esa es la gran diferencia…