La tarde del miércoles decenas de ciudadanos protestaban furiosos frente al CAI del barrio Villaluz al noroccidente de Bogotá. Quienes lo hacían, en su mayoría jóvenes de ambos sexos, pronunciaban palabras soeces contra los uniformados, al tiempo que los calificaban de cerdos y asesinos. Varios de ellos golpeaban con objetos contundentes los vidrios y accesorios exteriores del puesto policial, mientras otros los cubrían con pintura roja y grafitis insultantes.
A los pocos minutos había enfrentamientos entre la ciudadanía y los policías. El Esmad, con sus escudos y granadas de gas, obligaba a los ahora centenares de manifestantes indignados a retirarse del sector, sin poder evitar que la ira de estos se expresara en el lanzamiento de piedras y otros objetos contra los integrantes del escuadrón antidisturbios. Una motocicleta policial incendiada y una camioneta de la Fiscalía violentadas daban testimonio de la indignación popular.
El repudio generalizado de la ciudadanía tuvo como origen la muerte de Javier Ordoñez tras los tratamientos brutales a los que fue sometido por agentes de la Policía en las primeras horas del día. Las redes y la prensa audiovisual publicaron repetidamente la inhumana agresión policial contra un hombre reducido en el piso, al que aplicaban incesantemente descargas eléctricas durante interminables segundos, sin atender sus ruegos ni los clamores de los testigos presentes.
Policías insensibles rodeaban a los que maltrataban a la víctima, sin hacer nada para impedir la tortura. Es más, esposaron a uno de los testigos que grababa con su teléfono la escena, le quitaron el teléfono y se lo llevaron detenido, tal como consta en los videos publicados. Ante la advertencia ciudadana de que estaban siendo filmados, uno de los policías que intentó agredir al que le hablaba, le dijo con arrogante petulancia, esos videos le van a servir en la Fiscalía.
Como quien dice, no nos intimidan en absoluto, nuestra impunidad está garantizada. No tiene nada de raro que el uniformado se exprese y sienta así. El Presidente Duque dijo unas horas más tarde: “Todos como sociedad debemos exigir cero tolerancia con abusos de los derechos humanos por parte de miembros de la fuerza pública, que históricamente han sido gallardos, entregados, patriotas, abnegados, con una gran cultura de respeto al ciudadano".
Embebido por su delirante visión del país, tal y como registró la prensa, el presidente habló en nombre de los colombianos y dijo que en el país se respeta y se quiere a la Fuerza Pública y por eso este tipo de deshonras a los uniformes deben llevar a la aplicación de “sanciones oportunas y objetivas producto de rigurosas investigaciones”. Ni gallardos ni abnegados patriotas, ni con gran cultura de respeto al ciudadano, y menos se respeta y quiere la Fuerza Pública.
Para comprobarlo basta con ver la reacción ciudadana ante el crimen cometido contra Javier Ordóñez. En los videos publicados se ve cuando lo suben jadeante por el sufrimiento a la patrulla. La víctima aún respira y camina, pero luego, en el CAI de Villaluz se estado se agrava. Uno de sus amigos, que llega hasta allí lo encuentra desmayado. Cuando lo llevan a una instalación médica el detenido fallece. Por cuenta de los golpes recibidos, según lo expresó uno de los médicos.
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Prácticamente a diario son denunciados por las redes sociales los atropellos y abusos de integrantes de la Policía Nacional
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Quizás si se tratara de una conducta de verdad aislada, ejecutada por dos personas que infaman su uniforme, podría aceptarse la anticipada disculpa presidencial y su loa a la fuerza pública. Pero todos sabemos que no es así. Prácticamente a diario son denunciados por las redes sociales los atropellos y abusos de integrantes de la Policía Nacional, que golpean salvajemente al vendedor ambulante, al ciudadano inerme en una protesta o a la mujer que les reclama por ello.
El general Moreno, subcomandante general de la Policía, explicó a los medios que los agentes policiales que portan las pistolas eléctricas Taser, reciben una cuidadosa instrucción acerca del empleo de tales armas supuestamente no letales, la cual se acompaña de una intensa preparación en materia de respeto a los derechos humanos. No es para menos, las pistolas esas descargan cincuenta mil voltios contra el cuerpo en que se aplican.
Poco efecto debe producir esa educación, tal y como se revela en su aplicación práctica. Además de que todo indica que en el CAI se debió propinar una fuerte golpiza a Javier Ordóñez. Lo hemos planteado desde hace muchos años. Las fuerzas armadas colombianas son formadas en una doctrina de seguridad nacional que ve en los ciudadanos potenciales enemigos internos a los que se debe aplastar y exterminar. Por eso parecen envenenados por el odio y lo descargan así.
Por fortuna existen militares y policías decentes y respetuosos, la verdadera excepción. En los Acuerdos de La Habana se acordó que el Estado trabajaría en una nueva doctrina de seguridad basada en la dignidad humana. Algo que ciertos sectores olvidan por completo.