La imagen de la actriz Sharon Stone, sentada sobre una pequeña silla, cruzando las piernas, en la película Bajos instintos me dejó hipnotizado y extraviado durante días, con la mente fija en sus largas y torneadas piernas, a la espera de que la acción se repitiera.
Por muchos años me sentí culpable al experimentar ese sentimiento tan profundo. Cada vez que veía la película creía que traicionaba a mi pareja. Por esa razón me sumergí en el río de la historia, tratando de encontrar respuestas que me liberaran.
Revisé con detenimiento las historias de los grandes depredadores; los emperadores romanos, los zares rusos y la nobleza y el poder europeo en general, cuya vida transcurría entre bacanales y orgías que duraban meses durante los cuales desfilaban lechonas, novillos y todo tipo de aves por la mesa de los jefes, y muchachas y muchachos por sus alcobas.
Algunas de estas reuniones de la nobleza terminaban en tragedia, ya que la combinación de carnes rojas con vino aumentaba los niveles de ácido úrico en el cuerpo y formaban depósitos en los pies o en las piernas. Cómo desconocían que el problema lo producían las carnes rojas, seguían comiendo hasta el punto que había que amputarles las piernas; por eso a la gota se le conoce como la enfermedad de los reyes.
En esos tiempos la represión era absoluta, no existían derechos civiles y los únicos instintos libres eran los de los reyes y su comité de aplausos compuesto por la nobleza; no encontré nada importante.
El mismo Salomon, quien según la Biblia era "el hombre más sabio y rico del mundo", no pudo controlar sus pasiones y hoy algunos teólogos sostienen que perdió su salvación debido al apetito desbordado de su pene. Solo hay que hacer una ligera lectura de sus libros “Eclesiastés y Proverbios” para captar la tormenta emocional que le produjo el exceso de conocimientos en el ocaso de su vida y que lo condujo a refugiarse en el sexo.
Ya más cerca de nuestro tiempo llama la atención el caso del Libertador Simón Bolívar, quien tenía el complejo de “pipí cortico”, al punto de que hacía que sus anfitriones encerraran bajo llave a sus mujeres, antes de que él llegara, precaución que no tomó el noble comerciante británico James Thorne, esposo de Manuelita Sáenz, error por el que pagó un alto precio. 'Culo e’ hierro', apodo que tenía Bolivar por su capacidad para recorrer grandes trayectos montado a caballo, le robó su mujer.
Estábamos en la isla donde nos atrapó la pandemia. La bahía parecía un espejo gigante, el sol de medio día se reflejaba con tanta nitidez en el agua, que pareciera que existieran dos; no se movía una hoja, el calor era sofocante.
Entonces recordé una explicación bastante razonable que me dio el alemán, uno de los hombres más sabios que he conocido, y quien terminó compartiendo con nosotros en la isla. Él era una biblioteca ambulante, tenía una mente prodigiosa y una pasión especial por los violines y la música clásica.
Decía que existían miles de mundos igual al nuestro en la vía láctea, y que el plasma era el elemento que Dios diseñó para introducirnos a este planeta. Ya fuera mediante huevos, como sucede con las aves y los reptiles, o por el semen, como sucede con los mamíferos. Y todo esto Dios lo montó, tomando como base los instintos a través del apareamiento.
Este ritual, para la mayoría de los seres vivos es tan fuerte, que incluso está por encima de su propia vida, pero Dios con este proceso mantiene activo el aeropuerto plasmático, para que los seres vivos sigan aterrizando a diario en este planeta, de la manera mas simple: naciendo.
Al final, luego de tanto pensar e investigar, la respuesta que buscaba me la dió un grupo de maría mulatas, el ave endémica de la isla, al comenzar su ritual de apareamiento. Los machos son todos negros como cuervos, solo que más pequeños y las hembras, son de menor talla que los machos, y de color café. Los machos se esfuerzan por verse más grandes y saludables en su afán de convencer a las hembras para que los escojan; ahí descubrí que siempre son las hembras las que eligen en todos los rituales de apareamiento. ¡Es mentira que el macho tenga opción de elegir!
La diferencia entre el ritual de los animales y el de los seres humanos, es el mundo de fantasía que nosotros fabricamos alrededor del amor, y que lo hace parecer mágico. La belleza actúa como un catalizador de la actividad más importante que mueve al mundo: “el ritual de enamoramiento”.
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Por eso, esa imagen de Marilyn Monroe peleando con su falda, que el viento levanta y deja al descubierto sus lindas piernas, pesa tanto en el imaginario colectivo, y a pesar de los años mantiene tanta vigencia, y la tendrá durante muchas generaciones venideras; porque despierta nuestros instintos salvajes.
Y sé que por más que me esfuerce en verme varonil y atractivo, la posibilidad de que esa rubia hermosa me escoja es muy remota, es nula. Sentí mucho dolor por una de esas aves macho, que no solo es tan pequeño como las hembras, sino que estaba tan apaleado que el color de sus plumas era de un negro opaco, sin brillo, y que lo dejaba sin posibilidad alguna de prolongar sus genes.
Sharon envejecerá y morirá de vieja y su figura se deteriorará con los años; pero esa instantánea de la actriz sentada en la silla no envejecerá, ni morirá.
Está montada tomando como fundamento la forma como los instintos funcionan a la hora del apareamiento, solo que por ser seres humanos, agregamos un mundo de fantasía alrededor de la imagen, lo que hace que tanto la fotografía como la actriz sean elementos mágicos y transformadores que impactan nuestra cultura de masas y por eso perdurará en los años venideros.
Los tiempos de Dios son perfectos. Con los años se pierde capacidad para procrear y los instintos comienzan a perder su fuerza. Hoy veré nuevamente la película después de 30 años. Esta vez con mi pareja. Ya no siento ese deseo morboso que me despertaba la rubia, y mucho menos culpabilidad, ni siquiera ahora que sé que no llevaba ropa interior el día que grabó la escena.
Los instintos los creó Dios para mantener la continuidad de la vida en la tierra, pero hoy, en perspectiva, la rubia ya no me despierta los “bajos instintos”.