Nuestro país naufraga en las pantanosas aguas del odio. El escenario de confrontación consiste en una serie de micro guerras del todos contra todos en el marco de una crisis de gobernabilidad peor que la vivida en tiempos del apocado y pobre de espíritu Virgilio Barco. Para completar, y ante la indiferencia o ceguera voluntaria de la gente, la frontera colombo-venezolana está ardiendo. Hay una escalada paulatina de provocaciones que pueden conducir a un escenario de confrontación bélica entre los dos países que, en mi opinión, sufren dictaduras: la una de extrema derecha y la otra de extrema izquierda. Particularmente no dudo que esta tensión creciente en la zona limítrofe beneficia a ambos gobiernos. Los conatos de guerra son los mejores distractores. Es más fácil mirar para la casa del vecino que apagar el incendio del propio rancho.
En todo caso, Colombia padece el síndrome de Armero y lo explicaré enseguida. Primero una breve digresión: también padece el síndrome del mesías que consiste en poner todas las esperanzas en un solo hombre, en un caudillo, en otro más. A propósito, no estamos en tiempos de Simón Bolívar quien le dijo en su momento al coronel Juan José Rondón: ¡salve usted la patria! En nuestro país se ponen de acuerdo los que tienen peso político o nos tragan las arenas movedizas.
El síndrome de Armero es el negacionismo, la actitud del avestruz que esconde la cabeza cuando la tragedia se aproxima. Nuestro país se acostumbró a magnicidios anunciados, a catástrofes anunciadas, a guerras anunciadas, a corrupciones anunciadas, a falsos positivos anunciados, etc., ante la desidia de los que deben asumir la responsabilidad de prevenir desastres, conflictos y muertes.
Adenda: la administración de Joe Biden le dio un apoyo irrestricto a la JEP, y por ende a los acuerdos de paz. Por otra parte, miles de ciudadanos afectados por los incidentes en la frontera están solicitando la intervención de la ONU para que monitoree las posibles hostilidades entre los gobiernos de Colombia y Venezuela. Y está por verse que postura asumirá Estados Unidos en un entorno en que las relaciones con la Casa de Nariño no son las mejores, por muchas cosas, entre otras el apoyo que el uribismo le dio al expresidente Trump en las pasadas elecciones de EE. UU. 2020. Y ni más faltaba, por las constantes metidas de pata del otrora Embajador Francisco Santos que dejaron en una incomoda posición las relaciones entre Bogotá y Washington. Recuerden que esa quinta esencia de la prudencia y la sabiduría que es Pachito Santos dijo que el Departamento de Estado de los Estados Unidos parecía una ONG.
Colombianos, en la frontera con Venezuela se están presentando acontecimientos preocupantes y los que vivimos en el extranjero nos enteramos primero que ustedes. No caigan en el síndrome de Armero. No más tragedias anunciadas que se pueden evitar.