Hace ocho meses nadie conocía a Francia Márquez. Fui testigo de eso. La acompañé el 21 de noviembre de 2021 a una caminata que hizo por el centro de Bogotá, vi cómo la gente que caminaba por el septimazo pasaba por su lado sin saber quién era ella. La Premio Goldman, la nobel ambiental, caminaba tímida y cabizbaja, se acercaba a las personas para contarle las razones por las que quería lanzarse a la presidencia por su movimiento Soy porque somos, un nombre que a la gente le sonaba a marciano pero que ella con orgullo nombraba una y otra vez no sin antes decir que era el movimiento de 'los nadies', una expresión que luego se viralizaría.
En una vaca había recogido $20 millones para hacer la campaña. En ese momento, Francia tenía 300 mil firmas en papel y le faltaba más de la mitad para llegar al número que necesitaba entregar en la Registraduría y el tiempo corría en su contra: tenía solo tres semanas.
Durante veinte minutos hablamos y me pidió que dejáramos la entrevista para después, pues no estaba en el centro de Bogotá para hablar con la prensa sino para entregar volantes y darse a conocer con la gente de a pie.
Parece que hubieran pasado años desde esa última vez que conversamos, porque hoy es difícil que haya un colombiano que no sepa quién es la vicepresidenta. El 7 de agosto, una Plaza de Bolívar a 28 grados y a punto de estallar bramó cuando Francia Márquez se posesionó.
Ya no tenía su cabello largo y trenzado como hace ocho meses, se lo cortó para la consulta popular del 13 de marzo y desde entonces lo mantiene recogido, en un elegante moño y con unos rizos que dejan ver en la coronilla.
Mientras el público la aclamaba gritando una y otra vez “Sí se pudo”, una Francia segura ya no bajaba la mirada y desfiló luciendo un vestido en tela africana que mandó a traer desde Nigeria con grabados de plumas de un pavo real y unos boleros blancos que representaba un mensaje de paz.
Esteban Sinisterra, un joven diseñador de solo 23 años, fue el encargado de vestirla; lo hace desde que Francia está en campaña como fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro. Algunos de los majestuosos trajes que ha hecho para ella en los últimos meses son confeccionados con telas que la gente le regala y que Sinisterra —un desplazado por la violencia de Santa Bárbara de Iscuandé, en Nariño— se las ingenia para que cada atuendo vaya de acuerdo a la ocasión. Eso sí, Francia le hizo una sola recomendación: empoderar a la mujer del Pacífico.
Francia ha sido reservada con su vida privada, ha salvaguardado del foco mediático a sus dos hijos varones que tuvo con dos hombres diferentes. Aunque se conoce que tiene once hermanos, poco se sabe de ellos, sobre cuáles son los más cercanos e incluso no hay mucho detalle sobre su novio quien la ha acompañado en cada victoria, aunque él estuvo a su lado mientras Francia saboreaba las mieles de ser la primera vicepresidenta afro, el pasado 19 de junio en el Movistar Arena.
A tomar juramento en la Plaza de Bolívar, Francia llegó acompañada de dos de sus hombres más cercanos: el primero, su hijo Kevin (que llegó de Houston, Estados Unidos en donde estudia). El joven de 25 años se robó la mirada de los invitados VIP y el público que no dejó de hablar de ese traje rojo satín con pliegues que resaltaba entre el rey de España, presidentes latinos y exmandatarios colombianos, vestidos de trajes oscuros.
A su otro lado se encontraba su papá, un señor imperturbable al que no se le movió un músculo ni siquiera cuando su hija se proclamó como la primera mujer vicepresidenta afro. Francia es hija de su papá y su mamá, cada uno hizo rancho aparte.
La otra comitiva de Francia entró detrás de ella y le concedieron sentarse en primera fila dándole la espalda a Juan Manuel Santos y a su esposa María Clemencia ‘Tutina’ Vargas, a César Gaviria (quien en su caminata fue abucheado), su esposa Ana Milena Muñoz, y a Ernesto Samper (para quien vivir bajo la sombra del Proceso 8000 no le impidó ser aclamado por el público).
En primera fila estaba Rafael Yerney Pinillo, imponente con su metro noventa de estatura y traje gris, el domiciliario que hace un año conquistó a la vicepresidenta mientras recorría la ciudad de Cali en su moto entregando jamones y salchichones. Fue esa vena trabajadora con la que cargaba hasta seis canastillas en una sola entrega que terminó enamorándola. Yerney renunció su vida en Cali para acompañar a Francia en su aspiración a la presidencia y luego a la vicepresidencia. Desde entonces no se despegan.
Al lado de Yerney, estaba el segundo hijo de Francia, Carlos Adrián Márquez, vestido de traje blanco, un color que también vistió a la primera dama y hasta la misma elegante 'Tutina'.
Carlos Adrián llegó de La Habana, Cuba, en donde estudia medicina soñando ser algún día un cirujano, prestigioso entre los nadies. A Kevin y Carlos Adrián tampoco les gusta dar entrevistas. Los únicos niños que estuvieron en tarima fueron los de la familia de Francia quien a sus 40 años ya es abuela de dos. Los nietos de Petro y su segunda esposa, Mary Luz Herrán, también subieron, pero no duraron ni cinco minutos en tarima cuando los bajaron por inquietos.
Después de la fiesta del 7 de agosto, los hijos debieron regresan a estudiar en sus universidades en el exterior. Sus nietos se quedan en Colombia con sus mamás y su papá regresa al Cauca. La vice vivirá, sin su novio, en la casa pensada para los vicepresidentes, construida por el arquitecto Rogelio Salmona.
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